Vivaz, socarrona, adictiva. Son muchos los adjetivos que se me ocurren para describir La verdad de la señorita Harriet, pero por encima de todos hay una idea que sobresale: nada es lo que parece. Esta historia, que combina con acierto ingredientes de la novela victoriana con los trucos de un buen thriller psicológico y algunas dosis de sentido del humor, lleva a cabo una nueva vuelta de tuerca que demuestra (una vez más) que lo que importa no es la trama evidente, sino la forma de narrarla. Se trata de la segunda novela de la británica Jane Harris (1961), quien ya publicó Observaciones en 2006, que fue finalista del Orange Prize y se tradujo a veinte idiomas. La señorita Harriet es una anciana que nos cuenta lo que le ocurrió en 1888, cuando la casualidad la acercó a la familia de un joven pintor escocés, Ned Gillespie. Ella era una solterona de treinta y cinco años que acababa de llegar de Londres, una mujer económicamente independiente con mucho tiempo libre y un gran don de gentes que enseguida se ganó a los Gillespie e hizo lo que estuvo en sus manos para ayudarlos a superar sus apuros financieros. Sin embargo, había algo en el hogar que no funcionaba: la hija mayor, Sybil, se comportaba fatal. Harriet presenciaba el desespero de sus padres sin saber cómo consolarlos. No obstante, lo peor aún estaba por llegar: en un determinado momento, ocurrió un hecho trágico que cambió las vidas de todos para siempre. Ahora Harriet lo recuerda alternando la trama en pasado con algunos saltos breves al presente, cuando vive con una criada de la que no acaba de fiarse. Harriet, como la define uno de los personajes, encaja en lo que se considera una «cotorra». Y ella, como narradora, se dedica a cotorrear. Esta es la gran habilidad de Jane Harris: plasmar una voz astuta y con brío que a menudo se excede en sus divagaciones, pero siempre con un propósito definido, nada de rellenar por rellenar. Ahí está la clave de esta novela: Harriet nos cuenta su visión de la historia, su verdad (el título de la edición en castellano no puede ser más acertado), aunque en su parloteo se escapan detalles que pueden invitarnos a pensar que quizá no todo sucedió de la manera que ella nos quiere hacer creer, y hasta aquí puedo contar. La autora nos propone un juego narrativo diferente a lo que estamos acostumbrados, y a pesar de que a veces el propio juego le repercute de forma negativa (le cuesta arrancar y se podría haber contado en menos páginas), considero que supera el reto con éxito. Como novela victoriana, La verdad de la señorita Harriet hace una recreación cuidada, traslada al lector a la época y consigue reflejar el ambiente de los Gillespie, a saber, una familia humilde en la que Ned aspira a convertirse en un pintor importante mientras su esposa entabla amistad con Harriet. Los personajes, sin tener una caracterización profunda, cumplen con su cometido; ninguno está de más y la autora nos da trazas de su personalidad y sus relaciones de una forma ágil. Como novela de intriga, consigue enganchar al lector de inmediato (sobre todo a partir del hecho dramático) y da pistas que animan a seguir leyendo; aunque nos imaginemos qué es lo que ocurre, en ningún momento se pierde el interés y siempre hay nuevos aportes que mantienen el misterio, tanto en el presente como en el pasado. Las escenas del juicio, en la recta final, son fantásticas. Y todo ello, no lo olvidemos, aderezado por la voz perversa y mordaz de esa todopoderosa Harriet que le da un toque singular a la narración.
Jane Harris.
Por lo demás, La verdad de la señorita Harriet está escrita con un lenguaje sencillo, el texto resulta muy ameno y a pesar de su extensión se lee con rapidez. En definitiva, es lo que considero una buena novela comercial: una historia entretenida y fácil de leer, de ritmo trepidante y con giros argumentales bien llevados. No pretende dejar una huella en el lector; simplemente le ofrece un divertimento del bueno, algo que en ciertas rachas lectoras se agradece mucho. Sin duda, le puedo aplicar aquello de «me atrapó de principio a fin» con total convencimiento.En definitiva, La verdad de la señorita Harriet lo tiene todo para proporcionar unas cuantas horas de distracción: una trama de intriga emocionante y sorprendente hasta el final, el ambiente de una familia de la época victoriana y una protagonista peculiar que conquista al lector del mismo modo que a los Gillespie. Además, el tono ingenioso y simpático de la narración hace la lectura muy llevadera y le da un toque original a la novela. La recomiendo a todos los que busquéis una lectura evasiva que os absorba desde el comienzo hasta la última página.