Magazine

La verdad de las palabras

Publicado el 29 marzo 2016 por Angeles

Las personas tenemos muchas facetas; nuestro carácter o nuestra personalidad no son planos ni transparentes como el cristal de una ventana. Estamos compuestos de muchos factores y la combinación de ellos es lo que configura nuestra personalidad.

Y algo parecido ocurre con la mayoría de las palabras, que encierran en sí varios conceptos y se refieren a más de una idea.

Pero con frecuencia sucede que cuando conocemos superficialmente a una persona pensamos que los únicos rasgos de su carácter son los más evidentes, e incluso a veces los confudimos y tomamos unos rasgos por otros. Y de la misma manera, de las diversas acepciones que la mayoría de las palabras tienen, sólo conocemos las más habituales, y a veces además les atribuimos significados inexactos.

Y tanto en un caso como en otro, descubrir esos aspectos más ocultos son casi siempre motivo de sorpresa y satisfacción.

La verdad de las palabras
En esto me paré a pensar no hace mucho, cuando dos amigos míos hablaron, por separado y en dos ocasiones diferentes, de la escasa profundidad moral que observan, en general, en la literatura contemporánea; de cómo echan de menos historias que apelen a la moral, que nos hagan meditar y nos conmuevan desde el punto de vista moral.

Y en las dos ocasiones, algunas de las otras personas que estaban en la conversación, creyeron que hablábamos de moral en el sentido que con frecuencia se le atribuye a esta palabra: el de principios religiosos, o de convenciones sociales; de lo que se considera o no aceptable socialmente, lo que está bien o mal visto; de lo que desde hace un tiempo se denomina "políticamente" correcto o incorrecto.

Pero a lo que nos referíamos era a aquello que tiene que ver con la conciencia y el respeto humano, incluido el respeto a nuestra propia conciencia; a los valores personales propios, no impuestos, que nos indican cómo hemos de conducirnos; a las reglas de conducta que seguimos no porque nos lo mande una ley, una norma social o un precepto religioso, sino porque es lo que consideramos nuestro deber humano, lo que nos dicta nuestra conciencia que debemos o no debemos hacer.

Dice Robert Louis Stevenson en su ensayo "La moral de la profesión de letras":

El primer deber de cualquier persona que escribe es intelectual [...] Debe cerciorarse de que su propia mente se mantenga ágil, compasiva y brillante [...] El segundo deber, mucho más difícil de definir, es moral.

Y lo explica del siguiente modo: Sería deseable que todas las obras literarias [...] surgieran de impulsos sólidos, humanos, sanos y potentes [...] No existe el libro perfecto, pero hay muchos que deleitan, mejoran o animan al lector.

Y esto es precisamente lo que buscan mis amigos: esas obras que nos engrandecen y nos inspiran, porque surgen de esos "impulsos sólidos, humanos y sanos" y nos los transmiten.

Entonces, en aquellas dos conversaciones, yo sugerí que para encontrar esa llamada literaria a la moral hace falta recurrir a los clásicos. Y nuevamente hubo confusión, porque tendemos a asociar el concepto clásico con ideas de antigüedad, de cosa intelectual difícil y aburrida, o de tradición rancia.

Pero yo me refería a esa otra idea que encierra la palabra clásico y que se refiere a aquello que por sus cualidades se convierte en un ejemplo digno de imitar o seguir. Me refería a esos "clásicos" que lo son no por antigüedad, sino porque forman parte de la literatura eterna: Dostoievski, Flaubert, Wilde, Stevenson, Sandor Marai, Stefan Zweig, Virginia Woolf, Edith Wharton, Italo Calvino... por nombrar sólo algunos de mis favoritos.

Y es curioso que estos dos conceptos que fueron malinterpretados en las dos conversaciones, tengan entre sí una relación literaria tan estrecha, pues sin duda estas obras clásicas y eternas, se convierten en tales precisamente porque tienen, entre otras cosas, un carácter moral, que se advierte en lo que con ellas aprendemos sobre nosotros mismos, nuestro mundo y nuestros actos. Y sobre nuestras palabras.


Volver a la Portada de Logo Paperblog