Revista Cine
Soy testigo con más frecuencia de la que desearía, como el arte es relegado al pobre criterio de las percepciones a priori. El arte no puede tener la lectura simplista de un reflejo espontáneo, de la imaginación predeterminada, de una reacción inconsciente o de la formación del individuo que observa. Alegremente se comete el error de llamar sentido común al buen gusto. Este es algo propio de las personas cultivadas, por tanto el buen gusto no se puede reducir al sentido común, nos es algo inherente a todas las personas, hace falta para llegar a poseerlo un aprendizaje, un acumulamiento de conocimientos. El hombre de buen gusto, es aquel poseedor de la cultura suficiente para poder escoger aquello que es de mayor excelencia. Algunos rechazarán mis palabras alegando que el gusto es algo subjetivo y lo que le gusta a una persona no tiene porque ser del agrado de otra. Para ellos el gusto es algo que responde a los sentidos y no al conocimiento. Con ello estarían cometiendo el error de relegar el arte a un simple divertimento para la sociedad. Para entender una obra de arte no es solo necesario conocer históricamente el momento de la creación, sino, y más importante, fundirse con el autor, todo esto nos ayudaría a huir de los prejuicios. La comunión entre el arte y la humanidad es un cortejo en donde los elementos se unen formando algo único,instante en el que el observador fluirá en el visionado rompiendo con esto su ordinaria existencia, ante tal experiencia es imposible negar que el individuo sale beneficiado, influenciado de un conocimiento ante la percepción de la belleza expuesta por el arte. Hemos inculcado a nuestro buen gusto una gama más extensa de colores. Hemos ganado una moral que bebe de la belleza. Hemos dejado de lado nuestra experiencia vital sumergiéndonos en el tiempo y el pensamiento que marco al artista en su creación. Solo entonces encontraremos la verdad del arte. El gusto es un concepto moral más que estético. El gusto puede llevar a describir una cultura.