Revista Libros
La verdad es una puta bipolar (hacia una cristología de la prostitución).
Por Gusmar Carleix Sosa Crespo @gusmarsosaCon el perdón de las putas, que nunca me han hecho algún mal. Pero así es la verdad en estos tiempos postmodernos, donde los elementos en escena se niegan a superar la modernidad y muchos desconocen el ritmo y transcurrir de la historia. Se vende al mejor postor, por puro placer, y su placer es ser observada mientras causa alboroto. Al ortodoxo le escandalizan sus movimientos, al liberal sus métodos; y ella sonríe, porque es placentero ser el centro de las disputas, la protagonista de los diarios que se contraponen, el eje central de las narraciones y sus versiones, el hecho de los chisme de calle, y ni hablar de eso de ser el presupuesto de las disputas filosóficas, teológicas, y demás ciencias “pensantes”.
Yo he escuchado sus risas mientras me hundo en el mundano afán de las discusiones, a veces me susurra al oído palabras de amor, aprendidas tal vez en alguna escuela de putas de la alta, siento su aliento rosando mi oído, y excita mi seguridad, caigo en su juego, porque soy un tonto tal vez, o porque es muy hábil ella… Y así, sin darme cuenta, me convierto en el resultado de su juego. Y cuando lo noto ya he sido portavoz de sus servicios y ella siempre gana.
“Es mi verdad”, así dicen algunos, vestidos de tolerantes y aparentando reconocer la verdad que no es suya, aunque mirando con ojos de mala maña. Que la verdad no es de nadie, deberíamos saber. Porque ella es escurridiza, traicionera, juguetona. Ayer estuvo de parte de la tierra plana, hoy nos dice que ayer mintió, pero asegura que hoy sí que no miente y su argumento más atractivo: no puede haber mentira en la verdad. De falacias sabe ella, así ha logrado sobrevivir mientras los pueblos se destruyen en su honor, honor que no tiene porque lo ha vendido también.
“No hay mentiras en la verdad, sólo es asunto de percepciones”, es uno de los susurros con los que justifica sus antifaces. ¡Durante siglos matándonos por las percepciones! Ella es así, linda y seductora, pero peligrosa y explosiva. En su nombre las sectas se hacen llamar “religión oficial”, “política correcta”, “oposición honesta”; y cuando los tiene domados y se revuelca con ellos en el burdel donde yace su cama, se revela como percepción, pero ya es tarde porque la percepción vale más que la verdad, así como los orgasmos, que nada tienen que ver con la ética o la moral, y a veces ni siquiera con el amor.
¿Quién podría culparnos por amar la verdad? Que nos culpen por fanáticos, por irracionales, por crédulos, por ignorantes, por sentimentales, por estar dispuestos a defender la verdad con nuestras vidas y las vidas de otros. ¡Pero no por amar la verdad! Que ni siquiera nos digan que es la verdad la que incita todo lo anterior. ¡Con el santo sí, pero no con la limosna! Porque creer y amar la verdad da una seguridad y nada importa que sea un espejismo. Seamos excluyentes, altivos, frenéticos, egoístas, pero no importa si la verdad mueve su pelvis sobre nosotros.
Si alguien nos dice que la verdad se acuesta con el otro bando, pierde su tiempo. Ella es una puta divertida, pero escoge muy bien a sus amantes. ¡Abre los ojos tonto iluso que apuñalas a tu hermano por ella! ¡Abre tus ojos cabrón, que yo la he visto danzando frente al otro bando y sonriéndole!
Ella se contorsiona, fija sus ojos en el público, gira en torno al tubo plateado en el escenario, sonríe y da la espalda, se cubre entre las sombras… Y aquí viene mi argumento: “yo lo sé, yo lo vi”. Borracho estaba, embriagado de verdades que bailan, mareado salí y al amanecer ella ya se había incrustado en mi corazón. ¿Cómo puedo decir “yo lo sé, yo lo vi”, si estaba borracho? Mi vista viciada, mis oídos escuchaban fantasmas. Cuando pasó factura me había creído el cuento de que fue por amor. La verdad no sabe de amor, no más de explotarlo y hacer riquezas con él. Y hay astutos, “proxenetas de la verdad”. ¡Y no intenten aguantarme que llegué a donde quería!
Si es usted un iluso amante de la verdad, deténgase, abandone esta página y vaya a hacer el amor con la verdad mientras ella esté dispuesta y no aumente el precio y no pueda pagarlo. Antes de que tenga la capacidad de notar su mecanismo y termine con una botella de ron en sus manos lamentando los años perdidos. Grato favor le haría el despecho, notaría usted, iluso amigo, que hay más gusto en el ron que en los favores de una puta traidora.
Voy con los proxenetas.
¡Malditos son con maldición! (y esta frase escatológica ni siquiera es mía, y para muchos es sagrada porque está en la biblia, vayan y vean Malaquías 3: 19).
Que si yo hubiera sido “el escritor sagrado” me le revelo a dios y le digo: “olvídate de los diezmos, que aquí en contexto hay un mal mayor: manejadores de la verdad saquean al pueblo, ese pueblo que según el proverbio, es tu voz (vox populi, vox Dei). ¿Fue Alcuino tu profeta?”
No sé si fue un profeta, y no me importa, ni siquiera sé si en estos tiempos postmodernos el pueblo sigue siendo la voz de dios (lo prefiero mudo y al pueblo siendo su propia voz). Lo que yo si sé es que hay proxenetas que están engordando sus vientres mientras la verdad lo goza y a su victima se lo lleva… se lo lleva la mierda (más escatología para los que arman teorías apocalípticas en tono de profecías).
Un político que jura ante el pueblo que sus intenciones son buenas, “dame el voto pueblo, vengo con un cambio pueblo”. Y expone sus razones y suelta “su verdad”. Y el pueblo alumbrado por la verdad en un arrebato de excitación le concede el voto y la razón que es suya, así se vuelca contra su hermano, contra él mismo se vuelca el pueblo. Y se devoran por la puta que soltó el político, mientras él cuenta sus votos, engrandece su nombre, se acerca a la oportunidad de su vida. ¡Ningún malnacido político de ningún sucio apellido que viendo la barbarie en el pueblo no expone su vida, merece que su nombre se pronuncie! La verdad en su boca es un instrumento, son oportunistas que ofenden la postmodernidad, son ignorantes que creen ser astutos.
Un religioso que desde una plataforma lanza su verdad sonriendo, y desde allí la ve paseando entre las bancas, pensando “vamos puta verdad, convéncelos de seguirme, aumenta mi número de membrecía y los ingresos”. Y el pueblo que sale al combate, “a ganar las almas perdidas”, así susurró la puta y sí que sabe moverse ella. Y el pueblo adopta la exclusión como conducta, el egoísmo como orgullo. ¡Y no puede estar equivocado el religioso porque un libro lo respalda! Lo llaman sagrado, por cierto, pero lo convierten en un artilugio de la prostitución, en el maquillaje de la puta.
Y en eso se resume el proxenetismo: política y religión.
Cuando la política y la religión dejen de usar “la verdad”, me habrán convertido. Como me convirtió el Cristo a su causa. ¿No dijo el Cristo “yo soy el camino, la verdad y la vida”?
Hagamos Cristología de la Prostitución.
¿Quién podía comprar al Cristo? ¿Podía la política y la religión comprarlo? Él era un desafío para aquellos, su actuación es la rebeldía frente a ellos. Se opone al sistema político-religioso que usa la verdad para hechizar al pueblo, se pone de lado del pueblo y actúa junto con el pueblo y en beneficio del pueblo, sin buscar postularse, sin interés en prestigio. Él sana y dice: “no digas que yo lo hice”. Él da consuelo y dice: “ve en paz”. Los proxenetas dan para ser reconocidos, entregan para poner del lado de ellos, se interesan en que el pueblo vaya con ellos y no en que “vayan en paz”.
En acción es un político, al construir un reino distinto; en acción es un religioso, al declarar que “dios es para todos”. En acción, su retórica es la acción, su lógica la expresa en acción, y él es acción en medio de. Y con su “yo soy la verdad” lanza el golpe más duro en contra de la puta verdad conveniente. “Yo encarno la verdad”, “la verdad está en mí”. En su persona, que es la suma de su actuación congruente a sus palabras. Y así, señores, es como se desnuda a la verdad: dándole otro significado, uno que no puede servirle a los propósitos egoístas, uno que no puede ser objeto de disputas pues sería desconocer la verdad. Si Cristo es la verdad, ¿qué define al Cristo si no es lo que él es? (nótelo por favor). ¿Y lo que él es no es acaso lo que podemos ver en él y desde él? Se rebaja al nivel de puta, mi Cristo se rebaja al nivel de puta, para desnudar la verdad y darle otro significado y otro uso. Y desde allí hace emerger una verdad que no depende de percepciones ni le pertenece a nadie, sino que debe ser encarnada también. Así que el Cristo se expone como verdad, como puta, y los religiosos y políticos que no pudieron comprarlo terminaron asesinándolo.
¡A sabotear el juego de puta con el que los proxenetas han pretendido hacer del pueblo un corral!
Y si la modernidad pudo postular sus mitos y hacerlos caracteres de su tiempo, vamos, despiertos, hijos de la postmodernidad, a postular los mitos que nos tocan, que hoy nos lancen piedras, pero que mañana los hijos del porvenir reconozcan que hicimos el esfuerzo, y voy con el mío (con mi mito)… “Había una vez, una puta divertida que llegó a su fin cuando el pueblo comprendió mediante el ejemplo del Cristo que en cada uno de nosotros hay una prostituta en potencia…” (Espero en unos días desarrollar más esta locura de la cristología de la prostitución).