Marcha por la dignidad el 22 de marzo en Madrid. Créditos: Reuters.
El pasado sábado, 22 de marzo, las calles de Madrid se llenaban de gente que está cansada de ver cómo sus derechos más fundamentales se ven mermados, recortados y ninguneados. El pasado sábado abuelas, madres, padres, jóvenes y abuelos, personas como ustedes y como yo, pateaban las calles de Madrid para pedir que pare la sangría. Pateaban las calles a ritmo lento, buscando el hueco donde lo había, de lo llenísimo que estaba todo. Lanzaban consignas, charlaban, sonreían o ponían cara de pocos amigos, dependiendo del tema del que estuvieran hablando. Miles de personas. Miles y miles de personas de todo el país se habían trasladado a Madrid en una marcha por la dignidad. No hubo otra noticia en mi entorno.
Pero los periódicos de gran tirada de este país, zafios hasta más no poder, silenciando la verdad, destacan sólo los disturbios y los detenidos. No hablan de lo que hay detrás de tanta indignación. De los desahucios, de los parados, del hambre, de la injusticia, de la falta de recursos para pagar el comedor de los niños que ha subido a un precio desorbitado, del empeoramiento paulatino en los servicios sanitarios, de la gente con formación (y sin ella) que se tiene que ir porque aquí no se les ofrece nada… De eso no hablan, de lo que origina esta inmensa concentración de personas no hablaban el 22 de marzo. Ni el 23. Señores periodistas de los grandes medios: ya hace tiempo que no leo sus noticias sobre política y actualidad y utilizo otras fuentes para estar informada, pero es que a partir de ahora ni los titulares. Me dan ustedes grima.