La verdad está por ahí fuera
La verdad está ahí fuera. Y el que la quiera, para él o para ella. ¿Quiere saber qué es la verdad? Es muy fácil, se lo voy a contar: la verdad sobre la verdad es que es una mierda. Me explicaré.
Ya hice otro artículo sobre la mentira. Ahora toca sobre la verdad, que al fin y al cabo es lo mismo, pero en negativo. Tengo un amigo detective que se ajusta bastante a la idea que todos tenemos de esta profesión. Cicero (nombre supuesto) se dedica a investigar la verdad que le piden averiguar sus clientes. Lo mas habitual suele ser asuntos de empresas (bajas médicas, impagos, etc.) o temas de infidelidad conyugal, conducta de los hijos, etc. Cuando mi amigo Cicero les describe la amarga realidad, casi invariablemente todos sus clientes responden que “esto no puede ser verdad”. Y lo más chusco del tema es que todos se lo imaginaban y sospechaban; sino, a ver por qué iban a solicitar sus servicios. En fin, que Cicero anda siempre descubriendo la verdad sobre el lado oscuro y pringoso del ser humano. Ese es su trabajo, muy parecido al de jueces, espías y policías, entre otros.
Tengo otro amigo sacerdote del que ya hace mucho que no sé nada. Por su trabajo y vocación, así como por el sacramento de la confesión, también se ha dado muchas veces de narices con la verdad. Por mi parte, hubo unos años en que también tuve que apartar a menudo los muchos velos con los que las personas esconden la puñetera verdad. Y lo llevaba mal, muy mal. Me asqueaba bastante el ser humano, sobre todo cuando te lo encontrabas con la verdad al desnudo. Ahora, que creo que ese asco se me ha pasado bastante, me acuerdo de mis conversaciones con mis dos amigos. Les preguntaba sobre cómo hacían para soportar tanta sobredosis de verdad. A veces hasta me preguntaba como lo hacía Dios (si es que no miente también). El caso es que Cicero se lo tomaba a risa y cuando no podía más, como buen detective, ahogaba sus fantasmas en güisqui, tal vez en demasiado güisqui. Y a veces, yo también le acompañaba. Mi otro amigo el sacerdote me decía que rezaba, a lo que yo le decía que me dijera el truco y él me respondía, que aparte de tu mucha o poca fe en los rezos, mientras rezas, por lo menos no piensas. Ni en verdades ni en mentiras, simplemente no piensas, que no es poco. Tal vez la televisión no sea tan mala, no te deja pensar. Ni en verdades, ni en mentiras. Y así, dulcemente, se nos va pasando la vida. En España es otoño, silba el viento y lentamente los árboles amarillean y van perdiendo las hojas, Cicero apura su penúltimo güisqui, algunos rezan para no pensar y todos intentamos olvidar las verdades que nunca deberíamos haber conocido. Como rezar no es lo mío, a lo mejor me tomo un güisqui o dos, a la salud de todos Ustedes. Y de la puta verdad.
Octubre, 2.007
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