Fue secuestrada en 1999 por paramilitares, a quienes años después visitó en las cárceles de Colombia y Estados Unidos para escuchar sus relatos de la guerra.
Por: Piedad Córdoba
Piedad Córdoba fue secuestrada en 1999 y años después pudo perdonar. / Cristian Garavito
Piedad Córdoba Ruiz ha conocido, como pocas personas, los horrores de esta guerra. Los ha vivido en carne propia y los ha reconstruido con sus denuncias. Es una sobreviviente. Una víctima que ha tomado como proyecto de vida el trabajo por la paz de Colombia. En 1999 fue secuestrada 16 días por los paramilitares de Carlos Castaño. Ha vivido amenazada, interceptada, perseguida, exiliada, destituida. Ha mediado para liberar a uniformados secuestrados por las guerrillas y ha visitado a sus victimarios en las cárceles para buscar la verdad. Ahí se encontró el perdón.
“En 2007, desde el Congreso, impulsé una visita para hacerles seguimiento a los extraditados en las cárceles de Estados Unidos. Viajé junto a Rodrigo Lara e Iván Cepeda a donde Don Berna. Allá él me pidió perdón, me contó cómo había sido mi secuestro. Dijo que era mi defensor en el juicio que me iban a realizar para ver si me mataban y que Castaño era el juez. Don Berna nos contó muchos detalles de sus crímenes”, detalla Piedad.
“En otra visita, ya a los comandantes paramilitares presos en Colombia,Ernesto Báez narró que Castaño le había mostrado un correo de mayo de 1999, en el que un empresario decía: “Si usted llega a tomar la decisión de liberar viva a la señora Piedad Córdoba Ruiz, el país no se lo perdona. Liberar a esta señora con vida es un acto de irresponsabilidad contra la patria. Atentamente Hernán Echavarría Olózaga”, continúa.
“Me ofrecieron un perdón que pareció honesto, y eso me produjo un alivio. Pensé en todo lo que me había pasado en la vida. En el exilio, en los seguimientos, en la estrategia del terror, en el secuestro, en el desprestigio, en la difamación y en el dolor más grande de esta vida”, agregó eludiendo ahondar en ese detalle. “En se momento pensé que me habían hecho mucho daño por pensar distinto, por defender a gente humilde. Yo he sufrido mucho. Mi familia ha sufrido muchísimo. Pero el solo acto contra la verdad, de detallar cómo lo hicieron, por qué lo hicieron, le da a uno una oportunidad personal importante: volver a comenzar”, reflexiona.
Se queda en silencio por unos segundo y añade: “La verdad hoy, con este proceso de paz, es un elemento muy importante: porque no nos la han contado toda”. Acto seguido retoma la narración y cuenta que en 2014 se reunió también con el Alemán, Ernesto Báez, Julián Bolívar, el Iguano y otros más. “Fui porque me buscaron y sentí compasión. Porque lo que a ellos les tocó en la vida es un infortunio: huir, matar, violar. Y eso a ellos también los mortifica. Soy muy cristiana. Me duele el dolor. Y creo que en la verdad está el camino del perdón. En esas visitas ellos han relatado muchas cosas y eso nos ha ayudado a hacerles seguimiento a los procesos. Ellos sufren por sus familias y pidieron protección. Y ese fue un ejercicio que me ayudó a tranquilizar el alma”, explica.
A la pregunta sobre si perdonó ese dolor profundo del que habló, responde con lágrimas. Niega con la cabeza en silencio y apretando los dientes. Se ve que el perdón la ronda y el dolor también. “Es muy difícil perdonar lo que le pasó a mi hija. Estuvo desaparecida por más de cinco años. Fue violada y quedó embarazada. Ahí mi perdón se ha vuelto la fuerza para querer a ese ser que nació de ese dolor. Le he dado mi amor y mi vida. A ellas dos, a mi hija y mi nieta”, afirma con la voz entrecortada.
Y concluye su reflexión retomando sus fuerzas: “La reconciliación es la convivencia. No es el perdón frívolo de quien sólo busca olvidar y reforzar el odio. La reconciliación es, por ejemplo, que la gente de la guerra se pueda reincorporar a la sociedad. No se trata de decir que se les da el perdón, pero que ojalá les vaya mal. Que ojalá nunca los vea. No. Es un ejercicio personal, y al mismo tiempo colectivo, en el que la verdad tiene que ayudarnos a curar las heridas. Tendremos que cambiar como sociedad. La gente tiene que tener una nueva oportunidad. Y esta es la oportunidad de salir a reconstruir el país, a sanarnos. El perdón y la verdad nos brindan la oportunidad de un nuevo comienzo”./El Espectador