La Verdad es dura. La Verdad es más dura que la realidad. La Verdad duele. Queremos la Verdad, pero no sus consecuencias. Nos rompemos la garganta gritando saber la Verdad de las cosas, pero cuando la conocemos, nos cagamos encima y salimos corriendo. Leonardo Da Vinci nos dejo aquello de "quien de verdad sabe de qué habla, no encuentra razones para levantar la voz". La Verdad siempre es decepcionante, y por eso se vive mejor siendo un soñador iluso en nuestra zona de confort. La Verdad es una mierda. Es una de las principales fuentes de stress emocional y depresión. También es relativa, muy relativa. Enormemente relativa. La Verdad no merece la pena como meta en la vida. ¡Cuántos filósofos han muerto por ella! Casi somos una gran mentira recubierta de razones partidistas que nos benefician. Somos como pollos piando por la Verdad de nos interesa. Claro que sí. También hay miles de Verdades donde elegir y sumerginos en busca de la más apropiada para nuestros intereses. La Verdad nunca es sincera, y por tanto, tampoco lo somos nosotros. En realidad para alguien que quiera ser feliz, la Verdad, es perjudicial de cojones. Cuando huelas la Verdad, pues se huele a leguas de distancia, corre. Corre. Corre. No se dejen atrapar por ninguna Verdad. Huyan. Se lo suplico. La Verdad es asquerosa, deforme, cruel y salvajemente violenta. No se enfrenten a ella. Les devorará sin remedio. No estamos hechos para asumir la Verdad, sólo estamos hechos para sobrevivir, y para ello creamos falsos sesgos útiles que parecen Verdad y tabúes que nos alejan de la Verdad, pues el gran enemigo de la superviviencia racional, es la Verdad.