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La verde luz de las estepas - Brigitte Reimann

Publicado el 11 febrero 2015 por Rusta @RustaDevoradora

La verde luz de las estepas - Brigitte Reimann

Son muchos los escritores del siglo XX que en los últimos años se han dado a conocer por primera vez a los lectores españoles. Entre ellos, Brigitte Reimann (Burg, 1933 - Berlín Este, 1973), figura clave de la literatura de la RDA, supone un hallazgo excepcional. Tuvo una existencia muy intensa: publicó su primer libro con apenas veinte años, se casó cuatro veces y llegó a trabajar en una mina de carbón para participar en la vida obrera, según dictaba el Partido. Murió de cáncer a los treinta y nueve años, y después de su muerte se publicaron sus cartas y diarios, además de la que se considera su obra maestra, la novela inacabada Franziska Linkerhand (1974). Por ahora, solo se han traducido al castellano su novela Los hermanos (1963; Bartleby, 2008); su lúcida y apasionada correspondencia con el arquitecto Hermann Henselmann,En la ciudad del mañana (1994; Errata naturae, 2013); algunos fragmentos de su diario en la antología Al otro lado del Muro. La RDA en sus escritores, editada por Ibon Zubiaur (Errata naturae, 2014); y el libro de viajes La verde luz de las estepas (1965; Errata naturae, 2015).

En el marco del debate intelectual, Reimann ocupaba un lugar singular en la RDA, ya que, pese a estar comprometida con el socialismo, se atrevía a cuestionar algunos aspectos y sus críticas se tenían en cuenta. En 1964, el político aperturista Kurt Turba la invitó a formar parte de la delegación de miembros de la cultura y las ciencias del país para realizar

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un viaje a la Unión Soviética. La intención de Turba era muy clara: Reimann, desde su juventud y su perspicacia, debía redactar una crónica que aportara su visión particular del viaje, una visión que sería distinta, y por eso mismo enriquecedora, a la de los hombres de la comisión, maduros y poco afines a los cambios en el Partido. Muchos de ellos no veían con buenos ojos que se le hubiera encargado este trabajo a ella, y de hecho recibió críticas cuando lo publicó. Tal como explica Zubiaur en el prólogo, el viaje se produjo en un momento decisivo: la Unión Soviética aún parecía estar en esplendor y difundía la industrialización de sus tierras como un gran éxito.

En este contexto surgió La verde luz de las estepas, un texto que, lejos de sumarse a ciegas a esa imagen de triunfo, señala sus fisuras desde dentro, y lo hace con el estilo vigoroso y penetrante de Reimann, que sitúa este reportaje en la categoría de creación literaria de alto nivel. ¿Qué interés puede tener en la actualidad un libro como este? Precisamente, el punto de vista de Reimann, que descartó reproducir estadísticas de los lugares que visitaba -un encargo que podría haber llevado a cabo cualquiera- para centrarse en aquello que llamaba su atención, desde los impresionantes paisajes a la calidez de los lugareños. Los mejores pasajes de la obra están dedicados al lado más personal de la aventura, de las personas que conoció, retratadas con la sutileza de una buena escritora. Además de sus indudables cualidades como narradora, en este relato en primera persona se entrevé que Reimann era una mujer entusiasta y con don de gentes, y esto le facilitaba el trato con los demás.

La cercanía de los científicos de Novosibirsk la asombró ("Lo que más hondamente nos conmueve es la noble decencia, la amable humildad de los científicos", pág. 101-102), y se sorprendió ante las contradicciones del estilo de vida de los pioneros de Tselinogrado, que, pese a ser triunfadores en su profesión, vivían en unas condiciones difíciles que aceptaban sin quejas por su fuerte disposición al trabajo ("no viven ni residen de forma distinta a los campesinos del koljós: en las casas bajas encaladas sin confort, lejos de las comodidades de la ciudad", pág. 59). La empatía de Reimann (esa empatía de escritora) resulta fundamental para adoptar este enfoque humano, y ocurre lo mismo con el tono, coloquial, fresco y espontáneo, eficaz para dar fluidez al relato y restarle solemnidad, como cuando reconoce que se aburría durante las visitas en las que se exponían muchos datos técnicos ("Sobre el laboratorio no puedo decir nada [...] porque no pude seguir los procesos", pág. 96).

El hecho de ser una de las pocas mujeres del grupo hace que su testimonio sea aún más extraordinario, por aquello de que no encajaba en la delegación. En este sentido, destaca su amistad con Nadia, la intérprete, con la que enseguida tuvo complicidad ("No sé por qué me siento tan atraída hacia ella... quizá porque ama los libros y los poetas del mismo modo que quienes escriben", pág. 57). Las charlas con Nadia y otras mujeres ofrecen esos momentos de intimidad femenina que serían impensables en un ambiente de hombres o en un libro que se limitara a exponer información oficial. De todas formas, probablemente el episodio más memorable del libro es

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su encuentro con el ingeniero Alexéi Marchuk, en Bratsk. La impresionó desde el primer momento, puesto que se mostraba cohibido ante la prensa y no se lo puso fácil para hablar con él ("Mi espanto cuando Marchuk se volvió y dijo en alemán: "No, no hablaré de mí. No tiene ningún interés"", pág. 118). Más tarde, reproduce el relato de Marchuk sobre los inicios de la industrialización de la ciudad, el ardor con el que trabajaban, los problemas por el clima y la falta de viviendas. Entonces todavía no sospechaban cuál sería el devenir de Bratsk.

Esta edición de La verde luz de las estepas incluye, además, algunos fragmentos del diario de Reimann, los correspondientes a los días del viaje, y unas cuantas fotografías que ilustran el recorrido y los principales encuentros. El diario, aunque breve, resulta muy útil para contraponer los dos escritos y completar su visión de la experiencia con los apuntes más personales, como su estrecha relación con Kurt Turba o sus dudas al redactar estas páginas ("Los primeros días me sentía terriblemente insegura al escribir, temía que fuera todo una porquería. Al final se lo leí a Jon, temblando ante su juicio. Dijo: "Es bueno, uno quiere seguir leyendo, es fresco y natural"", pág. 204). Aun con esos miedos, esa inseguridad, Reimann cumplió con creces su objetivo al dar forma a este libro, un libro que cautiva por el carácter que imprimió al reportaje, un carácter también presente en su correspondencia y sus novelas. En definitiva, La verde luz de las estepas es una gran crónica con interés para el lector de hoy y para conocer otra faceta más de una autora maravillosa.

Fotografías de Brigitte Reimann durante el viaje (contenidas en el libro).


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