Revista África

La vergüenza de Lampedusa

Por Aurora Moreno Alcojor @Alcojor

La Unión Europea se lava las manos ante la llegada masiva de inmigrantes a Lampedusa mientras que Italia intenta a la desesperada deshacerse de ellos. He aquí la historia. 
Escenario: Lampedusa, isla italiana. 20 kilómetros cuadrados, 5.500 habitantes. A tiro de piedra de Túnez y Libia.
Primer acto: 20.000 inmigrantes ¿o refugiados? han llegado a las costas desde el mes de enero. Centenares han perdido la vida en el trayecto. Durante semanas, Berlusconi les ha dejado amontonarse en la isla, que tan sólo cuenta con un centro de atención, hasta provocar la reacción popular y la ira de los vecinos. Le sirve para desviar la atención de sus múltiples procesos judiciales. Y para aparecer como salvador ante su pueblo: una mañana se presenta en la isla, promete que en 60 horas solucionará el problema y esa misma tarde buques y aviones comienzan a evacuar inmigrantes. No se sabe muy bien adónde.
inmigrantes-desembarcado-lampedusa_1_614832.jpg[Inmigrantes a su llegada a Lampedusa. Foto extraida de Globedia]
Acto Segundo: Italia mira a sus vecinos pero sólo consigue que  Francia, preocupada porque se sabe el destino final de los tunecinos, acuerde una cumbre bilateral. No se sabe para cuándo.
Acto Tercero: Italia  acude la UE. Reunión de ministros de Interior a los que pide que ‘se repartan los inmigrantes entre todos’. Como buenos hermanos. El resto, claro, dice que no. (Si fuera al contrario, Italia haría lo propio). Dicen que hay que cerrar las puertas, no vayamos a provocar un efecto llamada. Rubalcaba, el mismo que afirma que no existen las redadas contra inmigrantes, dice alto y claro: “los que están en Túnez, estrictamente son inmigrantes ilegales. Es decir no tienen derecho a asilo. Los inmigrantes ilegales tiene que volver a sus países de origen”. Pero la UE sí toma una decisión: Durao Barroso viajará a Túnez, para exigir al país más control migratorio. Si no, ya se pueden ir olvidando de las ayudas prometidas.
Moraleja: Otra vez hablamos de democracia, de ayudar al pueblo, de proteger a los civiles… Ay, pero desde lejos. Aquí que no entren. O se quedan sin la pasta. Y allá ellos su transición. Que nadie les pidió que hiciesen la revolución. De nuevo, la UE – todos y cada uno de los países miembro- se comporta de manera indigna, bochornosa e hipócrita. Como con la Directiva Europea de la Vergüenza; la Valla de Melilla, la de Grecia  y tantas otras ocasiones.
¿Se imaginan el desenlace?


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