Crónicas de Vestuario. -
“La vergüenza y David Pérez Pallás”
Nos disponíamos a contemplar un duelo en las alturas, un duelo con posibilidades de acercarse hasta el ascenso directo ahora que parece que el Girona vuelve a sentir “mal de altura”, hasta que en el minuto 14 David Pérez Pallás consiguió ensuciar el duelo con una de esas decisiones tan extrañas como sospechosas: un inexistente penalty en una jugada totalmente limpia en el área ovetense. Si hubiese sido la primera vez que este trencilla pitaba algo así resultaría menos oscuro que conociendo el historial que adorna a este colegiado. No, no era la primera vez que Pérez Pallás se sacaba de la manga un penalty inexistente contra el Real Oviedo: fue en la temporada 2010-2011 frente a la Cultural Leonesa que señaló la pena máxima por un -resulta difícil denominarlo- roce dentro del área. Aquí ni siquiera existió roce o duda alguna. Invenciones dignas de un “Expediente X”, de alimentar la rumorología en redes sobre una posible simpatía hacia el eterno rival, e incluso la posibilidad de que este individuo fuera socio del mismo.
Sea como fuere, David Pérez Pallás tiene algo contra el Real Oviedo. Y no le importa en absoluto disimularlo. En el Deportivo Alavés-Real Oviedo de la temporada 2015-2016 fue un gol anulado a Linares que hubiera supuesto la reacción del conjunto azul tras encajar un 2-0. Algo tiene Pérez Pallás contra el Real Oviedo. Algo que le impulsa a ensuciarse en un arbitraje que lleva a convertir esta institución en fango, en vergüenza, en indignidad. Pocas veces he contemplado un espectáculo tan lamentable protagonizado por un árbitro como el de este pasado domingo de Pérez Pallás. Porque no sólo fue el surrealista penalty. Por si no tuviera suficiente con la desvergüenza de inventarse esa máxima pena, que podría pasar a los anales de la historia del fútbol como una de las decisiones más estúpidas, su recital se completó con la distribución de tarjetas amarillas, que mostró su doble rasero a la hora de juzgar a los equipos. El dorsal 5 del Tenerife (Alberto) recibió en las postrimerías del encuentro una tarjeta amarilla, pero también podría haberle sido mostrada en otras cinco infracciones anteriores semejantes a esa, seis entradas en el límite de lo deportivo (si prefieren, quitamos el eufemismo: violentas y peligrosas). En un mundo justo, con un arbitraje honesto, Alberto debería haber sido expulsado por doble amarilla hasta tres veces. En el mundo de Pérez Pallás, no. Pícaro él, ya al final, se la enseñó, para mostrar su tendenciosidad. Un trencilla de esta calaña no debería campar a sus anchas destrozando una competición libre hasta desequilibrar de manera vergonzosa un partido que se presumía apasionante y que deformó como no debería consentirse nunca en un competición del nivel de la Liga española. Un árbitro, bueno, mejor no voy a llamarlo “árbitro”, pues no merece tal nombre, un personaje de esta calaña no debería campar a sus anchas impartiendo injusticia en ningún campo de fútbol. Un individuo de esta ralea no debería representar a tantas y tantas personas que se parten el pecho en categorías inferiores con entusiasmo y honradez. Si tuviera un mínimo de decencia no volvería a pisar un campo de fútbol, David Pérez Pallás. Aunque sólo fuera para honrar a quienes se dejan la piel impartiendo justicia con afición y honestidad por mucho menos dinero que el que usted se ha llevado por lo que ha hecho en Tenerife, donde ha adulterado la competición con un descaro y una indignidad como no se veía hace mucho tiempo.
El partido arrancó como muchos otros del equipo azul fuera de su terreno, a verlas venir y a evitar que la puerta fuera perforada en la primera hora de juego. El surrealista penalty trastocó los planes y la cara de un conjunto azul que mostró una de las mejores imágenes en un partido a domicilio. Capada la banda derecha por la presencia del inexistente en ataque José Fernández, todo el peligro se concentró en el primer acto por la izquierda donde Nando y Christian trataron de desdoblarse con más voluntad que acierto. La presencia magistral de un sobresaliente Susaeta permitió a los de Hierro mandar y crear peligro. El segundo tiempo comenzó también con el Real Oviedo amo de un medio del campo que perdió empuje con los cambios: ni Saúl Berjón ni Michu aportaron peligro, consistencia ni profundidad y el equipo azul se marchó de vacío en un encuentro que recordará por la impresentable actuación del gallego Pérez Pallás que desequilibró la balanza con sus decisiones.
MANOLO D. ABAD