Por Silvana Melo
Las caritas de las víctimas del agronegocio asoman de su olvido oficial cuando el gobierno exhibe formalmente cómo decide que se reparten los recursos. En un país hecho a la mano de la injusticia, los que se mueren van a un cielo desigual. Los que sobreviven, tendrán el sobrante de la periferia para mirar por las hendijas cómo se levanta la fiesta de los otros. Los que tienen la tierra, la siembran, la fumigan, la agotan, la mutilan, cuentan dólares de a millones y calman las angustias de un gobierno timorato que vende a su ascendencia con tal de sostener las reservas del Banco Central.
Mientras, los niños que se llevó el veneno. Mientras, los pájaros y el agua contaminados. Mientras, los días de medio país abrumado por el humo, que no deja ver ni respirar. Mientras, la vida misma que se abroquela en los humedales. Y los productores sojeros tienen un dólar particular. Un dólar más caro, un peso más devaluado, para que vendan su forraje del primer mundo y vuelvan a conquistar esta tierra, a colonizar las venas que la mueven, a condicionar el poder flaco de coraje de los que gobiernan.
Las consecuencias del modelo extractivo, profundizado en estos días.
Apenas en seis días de operaciones, ayer se contaban ya 5,7 millones de toneladas de soja vendidas. “El volumen supera lo previsto por los exportadores, que era 5,5 millones de toneladas para todo el mes”, dice La Nación. El dólar a 200 pesos concedido a uno de los brazos con más costo en vida del extractivismo criollo, movió lo que ninguna gestión política: un 80% más de camiones desfilando por las terminales portuarias. En medio de la bruma de campos incendiados con la misma impunidad.
Nueve empresas acaparan el 92 por ciento de la exportación de granos. Nueve, apenas, que disfrutan de un dólar propio, privilegio que, por ejemplo ya reclaman los mineros. Si hay dólar glifosato, habrá dólar cianuro. Mientras el hombre de la economía neoliberal encumbrado por el gobierno nacional y popular abrocha acuerdos en los Estados Unidos y acumula un brillo de bombero urgente. Que no alcanza a los incendios enardecidos en todo el país. Que no calma el dolor de los millones de periféricos que ensanchan la base de esta pirámide. Que no tiene en agenda un dólar vejez, un dólar infancia, un dólar soberanía alimentaria, un dólar esperanza que dé de comer al ánimo para empezar los días cada mañana.
Pero como el dólar sólo lleva el nombre de los poderosos, de los que tienen espalda suficiente para especular, de los grandes exportadores, de los pooles de siembra de la transgénesis y los venenos en paquete, de los megamineros del ácido sulfúrico y el mercurio, la devaluación disfrazada de victoria y buenas noticias arrumbará a los perdedores en el enorme contenedor social de los sobrantes.
Porque los dólares cosechados en las llanuras del único cultivo saltarán por sobre el desempleo, la pobreza inflacionaria y las enfermedades de la matriz productiva para caer directamente en la ventanilla de cobro del Fondo Monetario.
Invitado de lujo a esta fiesta.
Silvana Melo