Siempre se ha hablado de la crisis personal de los treinta o de los cuarenta, y en cuanto a parejas, la crisis de los siete años.
En fin, he sido padre, he ligado, bueno, seamos sinceros, me han ligado, las veces que han querido ellas, que seamos justos, no han sido muchas, y como decía un actor español, muy famoso en los cincuenta/sesenta, sobre la industria del cine: el resto me lo he pasado esperando.
Eso sí, siempre he tenido algo a favor: el sentido del humor y la practicidad, porque pasara lo que pasara: siempre podía haber sido peor.
Quizás haya sido, no sé si una virtud o un defecto: pero no he mirado para atrás. Como si la vida fuera un camino estrecho que no permite darte la vuelta, un buen día, este mismo año como ya he dicho, al recordar el pasado, me he dado cuenta de la de curvas que ha tenido el camino. Y que tú quizás como eres el que vive “tu aventura” en primera persona, tan poco seas el más indicado para juzgarte. Porque tú te sientes como te sientes, pero quizás viéndolo desde fuera te dieras cuenta de que arrastras, por ejemplo, una depresión de caballo. Y quizá, porque te has ido haciendo pequeño poco a poco, has pensado que era el suelo quien había subido…
Bien pensado, la vida es, con reminiscencias a lo Forrest Gump, como esas luces navideñas, que el ayuntamiento donostiarra en mi caso, ha tenido a bien colgar para estas (no diremos "felices" porque eso irá, es una manera de decirlo, por barrios) fiestas, pero que en realidad no deja de ser un oasis, o un simple señuelo, ante la oscuridad permanente de la vida.
*FOTO: F.E. Pérez Ruiz-Poveda