Toby Valderrama y Antonio Aponte
La sociedad se sume en una suerte de sopor. La política grande se remite al
8 de diciembre, ahora como en una telenovela barata sólo nos distraemos con
el bagazo, la intriga de quién será el que salte la talanquera, no saber si
discutirán en la televisión sobre corrupción, la amenaza de que ese
programa puede ganar en sintonía al programa de las mises, si osmel está
nervioso o se desmayó, se espera que atrapen a otros corruptos.
La política está paralizada, todo se realizará después del 8. Dicen los
oligarcas “pacíficos”: “Es un plebiscito, si ganamos el gobierno debe
renunciar”, y conminan a sus cómplices a que aborten cualquier intento
golpista, que esperen, que la vida comienza el 8.
La Revolución se bate en el clima electoral, se embobece, razón tiene la
burguesía: las elecciones burguesas son el mejor calmante para la ansiedad
revolucionaria. Aquí adentro se discute con mezquindad la pertinencia de
los candidatos, otros hacen campaña en su pequeño conuco con la vista
puesta en el sagrado 8, lo nacional no existe, sólo lo local. Aislados del
mundo, los candidatos se portan como “el aldeano vanidoso” del que habla
Martí.
El gobierno central, ya lo dijimos, navega plácido hacia el 8, lo
importante es llegar allá, después veremos, cada día que pasa es un día de
legitimación.
Este es, a gruesos rasgos, el paisaje en la superficie de la sociedad: todo
parece tranquilo en el bosque, pero, qué raro ¡los pájaros no cantan! Hay
un silencio que presagia, una calma que intuye el aparecimiento de la
bestia. Abajo en los subterráneos corre el río de la disconformidad, ese
que no ven las encuestas mañosas, cuando el torrente aflore ya será tarde,
el que no sintió su murmullo, el que no se preparó, será arrollado por la
fuerza de la sorpresa.
Es así, hay dos realidades: la realidad electoral creada por las elecciones
burguesas, narcotizantes, y la realidad que se concreta fuera de las
páginas y pantallas, la que corre en el alma, íntima. La realidad electoral
no resuelve las contradicciones profundas, sólo es eficaz cuando las
tensiones no alcanzan niveles definitorios. La realidad de abajo, que es la
verdadera, es la que decide los rumbos.
No sabemos cuándo el subterráneo emerja con su furia, no sabemos qué forma
tomará esa erupción, pero seguro vendrá la tormenta. Ya las elecciones
burguesas no pueden contener las contradicciones, éstas estallarán.
Los Revolucionarios, el gobierno, deberíamos prepararnos para lo de arriba
y también, en mayor grado, para lo de abajo, preparar al pueblo para el día
del desenlace, hacer que esa crisis se resuelva para el lado del Socialismo
y no del fascismo. Es necesario concientizar al pueblo, dejar claro,
nítido, el Socialismo, el profundo, el verdadero, desechar las
falsificaciones, las degeneraciones que lo presentan como una mera
recompensa material privándolo de su extraordinaria fuerza ética. Es
necesario sembrarlo en el corazón de las masas, darle así razones sagradas
por las cuales luchar, por las cuales defender al gobierno.
Hay que oponerse al opio electoral que alcanza niveles altísimos de
cretinismo en las elecciones municipales. El pueblo debe estar motivado,
preparado, apasionado por la causa de construir un nuevo mundo. Es deber
revolucionario zafarse del opio electoral. La vida es ahora, el 8 es ahora.