Edición: Lumen, 2013
Páginas: 416
ISBN: 9788426421807
Precio: 19,90 € (e-book: 11,99 €)
Hay lecturas que
reconfortan, que nos recuerdan que no estamos solos, que nos ayudan a mantener la
esperanza durante los tiempos difíciles. Lo hacen sin recurrir a los trucos de
los manuales de autoayuda, con una de las mejores armas de la literatura
para proporcionar un rato de evasión: la ficción. Marian Izaguirre (Bilbao, 1951), licenciada en Ciencias de la
Información y autora de otros seis libros, ha conseguido este efecto balsámico
y cálido en su última novela, La vida
cuando era nuestra, una historia que
habla de amistad, de amor y de la vida en general, y que hace un gran
homenaje a los buenos libros y a los buenos libreros. Una gran apuesta con
potencial para gustar a muchos lectores que, por si fuera poco, se nos presenta
con la cubierta más bonita que he visto en mucho tiempo; una imagen que, por
cierto, refleja muy bien el contenido de la obra, a pesar de no estar
protagonizada por niños.
El comentario de
«Añoro la vida cuando era nuestra» es de Lola, una de las protagonistas. Ella y
Matías, su marido, se encargan de una pequeña librería en la que venden lápices
de colores, dejan que las adolescentes devuelvan las novelitas románticas para
llevarse otras y, de vez en cuando, reciben la visita de algún cliente
interesado en una obra importante. Antes tenían una editorial, pero con la
guerra lo perdieron todo, y ahora, en la ciudad de Madrid de 1951, se deben
conformar con esta modesta tienda. Además, arrastran otros problemas: Matías
estuvo casado con otra mujer y su matrimonio con Lola no está aceptado
legalmente por el régimen. No obstante, a pesar de las dificultades, el
carácter idealista de Matías y el amor de ambos por los libros los animan a
seguir adelante, sobre todo cuando se cruza con ellos Alice, una misteriosa
señora inglesa que empieza a leer un libro junto a Lola: la historia de una
joven que a principios del siglo XX vivió en lugares tan fascinantes como
Londres y París. Mientras descubren las aventuras de esta chica, su amistad se
irá afianzando, como una demostración del poder de la lectura para crear lazos
únicos entre quienes la comparten.
Sí, ya sé que se han
escrito muchas novelas sobre la España de la posguerra, sobre la miseria y el
dolor de aquella época. Sin embargo, cada autor le aporta un nuevo enfoque, y
el de Marian Izaguirre es refrescante porque alterna la tercera persona
centrada en Lola y Matías con la voz personal de Alice, la misteriosa mujer inglesa,
y los capítulos del libro que leen las dos mujeres, lo que nos permite conocer espacios
tan interesantes como la llegada de la
Gran Guerra a Inglaterra o el París
de los felices años veinte. El hecho de utilizar este ambiente más
cosmopolita en contraste con la ciudad
de Madrid empobrecida me recordó bastante a El tiempo entre costuras, aunque la novela de María Dueñas tiene
más acción y aventuras, mientras que la de Marian Izaguirre se
caracteriza por la calma y el amor por la lectura. En cualquier caso, la
variedad de escenarios (y, por consiguiente, de perspectivas, como la
fascinante Frances, una mujer que fue muy importante para la muchacha del libro)
da más riqueza a la obra y como lectora me resulta muy atractiva.
Además, está la librería,
esa librería humilde que solo dos personas que llevan la literatura muy adentro
son capaces de sacar adelante en un momento en el que las publicaciones deben
hacer frente a la censura y la mayor parte de la población tiene otros
intereses. Es imposible que un lector asiduo no se emocione con Matías y Lola,
con su lucha incansable para seguir promoviendo la buena literatura a pesar de
todo; y con Alice, con su sed de lectora y su empatía. Cuando pienso en la
historia, me vienen a la mente imágenes de un libro abierto en el escaparate,
de dos mujeres que rompen el hielo poco a poco acompañadas de un buen libro, un
café y unas pastas, de un hombre que se empeña en seguir vendiendo ejemplares
de clásicos olvidados. También me acuerdo de escenas menos agradables, pero
esas las tendréis que descubrir vosotros. La vida cuando era nuestra es una novela
hermosa que conquista por su capacidad para evocar el poder que puede tener la
lectura en los periodos más amargos.
Y esto lo consigue
gracias a la amistad de las dos mujeres
que leen juntas: Lola y Alice, Alice y Lola. Una que ha vivido mucho, pero
calla; y otra que se enfrenta a lo que le queda después de haberlo perdido
todo. Dos personas muy diferentes en apariencia que encontrarán en la lectura
su nexo en común. En todo ello juega un papel fundamental Matías, ese hombre
encantador, luchador incansable, que también me cautivó. La trama, muy bien
planificada, se desarrolla sin grandes sobresaltos, pero sin que decaiga el
interés. Marian Izaguirre escribe con un estilo amable y fácil de leer, que le
permite explorar temas como el amor, la familia y la pérdida a
través de escenas cotidianas. No se trata de una historia con grandes
sobresaltos, sino que destaca por la tranquilidad y la simpatía que transmite,
aunque, insisto, aun así tiene muy buen ritmo y engancha.
En una época en la
que la sociedad española vuelve a pasar por muchas penurias, libros como La vida cuando era nuestra nos dan
aliento, porque ensalzan la bondad de las personas y el poder de la lectura
para enseñarnos a pensar por nosotros mismos en un contexto gris, amargo,
necesitado más que nunca de estos valores; y porque nos recuerdan que se han
vivido etapas mucho peores que la actual y, pese a todo, la gente salió
adelante. Alice, Lola y Matías nos
invitan a no rendirnos, a luchar por lo que nos gusta; y lo consiguen con
una estupenda obra para disfrutar de la que resulta inevitable apuntar más de
un fragmento

Marian Izaguirre.
En definitiva, La vida cuando era nuestra es una novela bonita y tranquila, una historia escrita con mucho cariño que rebosa sentimiento por todos los poros y que entusiasmará a cualquiera que se considere un amante de la lectura. Lo tiene todo para gustar a un gran número de lectores: prosa amena, personajes por los que resulta fácil sentir empatía, trama bien desarrollada, buen ritmo, ambientes atractivos y mucho, mucho amor por los libros. No esperéis más y conoced a Lola y Alice: estoy segura de que sus miradas cómplices irán más allá del papel y se ganarán un pedacito de vuestro corazón. Podéis empezar a leer su historia aquí.