Revista Humor

La vida difícil de una mujer fácil

Por Jerjes Ascanio
La vida difícil de una mujer fácilAlicia, puntualmente, a las tres de la mañana concluía su paseo. Dejaba su antiguo oficio detrás y echaba a andar despacio de regreso a casa.
Sabia que la regularidad de sus salidas, la uniformidad del itinerario que seguía, el paso de hormiga al que avanzaba, todo ello la convertía en un objetivo evidente y moderadamente atractivo.
Que ningún atracador ávido por arrebatarle sus escasos fondos recolectados cada noche la hubiese descubierto ni asesinado aun, la sorprendía un poco. Pensaba en esta extraña circunstancia.
A veces se permitía el lujo de imaginar que moría a manos de algún vagabundo de ojos vidriosos, o de un adolescente drogadicto. No seria tan terrible, lo verdaderamente terrorífico era seguir viva.
Su necesidad por ejercer la profesión más antigua la torturaba con un entusiasmo paciente que le parecía endiabladamente cruel.
Se preguntaba si experimentar unos momentos de espanto no seria preferible en cierto modo a los interminables miedos producto de su profesión.
La libertad casi estimulante que percibía en su actitud la impulsaba a seguir adelante durante cada instante de vigilia.
Creía que esta combatividad derivaba de la obstinación y el deseo de no dejar solos a todo aquel que solicitaba, y recibía, sus favores en un mundo en el que nadie confiaba ya en nada.
En esa concreta noche, mientras recorría los últimos cinco metros del camino de entrada a su casa, con inquietos pensamientos, percibió una sombra con el rabito del ojo.
Un dolor punzante le atravesó desde la espalda al pecho, cayo de rodillas. Miraba al negro cielo estrellado iluminado por la luna.
Unas nubes grandes de color gris oscuro se habían aglomerado en una masa de energía intensa que se cernía siniestra, una amenaza inmediata.
La puñalada le partió el corazón...

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