Cómo cambia la mirada cuando el afecto entra en ella. Pensaba en esto hace unas semanas cuando iba en un autobús de vuelta a una gran ciudad tan conocida por mí, observando lo que iba dejando atrás y estaba siendo consciente de cuán adentro lo tenía en mí. Hace unos meses no hubiera entendido la profundidad de esas palabras y es curioso cómo en cuestión de ese tiempo cobran sentido y todo cambia. La primera vez que escuché o leí que la vida es un afecto fue de manos de Luigi Giussani, Giuss, hace ya cinco años, y me impactó. Me llamó la atención que resumiera toda una vida así. Y más todavía en algo que nos cuesta vivir, entender, dar o recibir. O quizá sólo me pasaba a mí por aquel entonces y aun hoy, he de confesar.
Cómo cambia la mirada cuando el afecto entra en ella... ¡se crea un vínculo entre nosotros y aquello que miramos con detenimiento! Entre eso que miramos porque nos interesa, lo queremos en nuestra vida o nos preocupa. La apertura hacia aquello aparece tras el vínculo; antes se nos podría hacer difícil porque no tenía que ver con nosotros o no existía una historia. Una vez que decidimos ponernos en camino y nos metemos de lleno en el día a día, entre la gente, entre las costumbres, entre el clima y entre las fiestas y rutinas del lugar en el que nos encontramos empieza a crecer en nosotros ese afecto. Al final es sólo dejarse envolver por la vida y lo que ésta nos presenta cada día. El afecto aparece cuando pronunciamos un sí interior y dejamos que acampe en nuestro corazón creando un vínculo y éste no habla más que de pertenencia. ¿No es ésto lo que buscamos?
En estos pensamientos me encontraba yo cuando volvía a esta gran ciudad tras haber dejado atrás otra más pequeña. ¿Adónde pertenezco? Qué bello drama. Llegué a la conclusión de que se puede pertenecer a tantos sitios... porque home is where your heart is.Justo lo hablaba con una persona antes de volver. El afecto nos hace el corazón magnánimo para que quepan tantos sitios, personas como acontecimientos vivamos en nuestra vida. Es cierto, el mismo afecto tenía yo cuando quedaban pocos días para dejar esa pequeña ciudad del norte y observaba todo por "última vez" con esa mirada, que cuando he vuelto a caminar por las calles de esta otra ciudad y me iba encontrando con rincones tan recorridos por mí años atrás. Cuando me topaba con paisajes donde me había parado tantas veces a contemplar, respirar y pensar en lo que me preocupaba. Cuando me cruzaba con personas en los mismos sitios donde solía encontrármelas. Cuando volvía a acudir y a entrar a esos lugares que pertenecían a mi antigua rutina diaria. ¡E incluso cuando por una de esas alzaba la mirada y me encontraba con la Luna y su sonrisa!
Este afecto por las cosas familiares, tan conocidas, tan dentro de nuestra vida se hace consciente cuando se deja atrás todo eso y cuando se vuelve frente a frente a ellas tras un tiempo. E incluso es mayor, pero ¿qué lo ha hecho crecer? La historia que vamos construyendo en ese lugar y con esas personas que nos encontramos gracias a las decisiones que hacemos para nuestro proyecto de vida. ¡Y a veces duele este afecto! Como la vida misma. Son tantas cosas las que vivimos, tantas las relaciones que tenemos, tantas las bienvenidas, tantas las despedidas. Son, al final, tantos vínculos que hasta hay personas que les da miedo querer y dejarse querer. No quieren sufrir. Esto se comprende bien cuando uno pasa por experiencias de ese tipo. Pero, sí, hay un gran pero. A esas personas nos ha faltado profundizar en ese afecto y entenderlo desde dónde nos viene.
Personalmente, me han ayudado mucho las palabras que me dijo un amigo no hace mucho tomadas de la Palabra: ¡no hay temor en el amor! Yo las pongo entre exclamaciones para que me entren mejor y porque es una alegría o una especie de exhortación a amar con nuestro pobre y limitado corazón, ¡pero tan capacitado para querer! Más adelante, para reforzar esto y poder entender más y mejor todo este tema de la afectividad, me encontré con una canción esta semana pasada. Se titula Clean de Hillsong. Entre sus versículos cantan varias veces because of Jesus my heart is clean. Yo estoy recorriendo un camino de amar sin temer nada porque he dejado entrar primero a Jesús en mi corazón. Puede sonar muy cursi, pero quien haga experiencia de esto como yo sabrá que no hay otra forma más sencilla de explicarlo.
¡La vida es una afecto, no tengas miedo a amar!