Es claro en afirmar que hoy el gran desafío, en el que como seres humanos nos la jugamos toda, empieza por redefinir el progreso, ese concepto totalizante que nos legó la Modernidad occidental (y cristiana) que nos llevó al “consumismo excesivo, el reflejo subjetivo del paradigma técnico – económico” que nos envuelve.
Con “las denuncias proféticas” de Francisco dándome vueltas en la cabeza, leí un manifiesto de unos científicos, que se califica a sí mismo como ecomodernista o ecopragmático, publicado en buena hora por El Malpensante (www.ecomodernism.org). Busca responder la polarización entre los que niegan la realidad del cambio climático en curso y los furiambientalistas para los cuales avanzamos inexorablemente hacia la destrucción de la vida. Creen que la Tierra ha entrado en una nueva era geológica – el antropoceno o “edad de los humanos” – y que “el conocimiento y la tecnología, aplicados con sabiduría podrían conducir a un buen Antropoceno”.
Se requiere desacoplar el desarrollo de la sociedad de sus impactos ambientales ¿Cómo? Por procesos socioeconómicos y tecnológicos que permitan reducir la dependencia de la humanidad de los recursos de la naturaleza, como viene sucediendo desde el principio de los tiempos. Lo dicen claramente “el propósito es liberar al medio ambiente de la férula de la economía, pues una naturaleza no usada es una naturaleza salvada”. No se trata por consiguiente de escoger entre medio ambiente y bienestar humano, sino de lograrlo pero no a costa de la naturaleza. Las dos grandes tareas son, por una parte, intensificar y concentrar las actividades humanas que involucran recursos naturales – la producción de alimentos, de energía, y los asentamientos humanos -. Las ciudades “simbolizan el desacoplamiento entre la humanidad y la naturaleza”, un proceso que a mediados del siglo, significará que el 70% de la población mundial sea urbana. Esa intensificación y concentración espacial de la actividad humana permitiría liberar del yugo económico, a tierras y procesos naturales y atender racionalmente, por fuera del frenesí consumista, las necesidades de las personas. Las fuentes de energía más poderosas del Universo, la solar y la nuclear, serán igualmente las del Antropoceno.
La solución no es, como se oye decir frecuentemente, “intentar reacoplar a la humanidad con la naturaleza, recurriendo a tecnologías parecidas a las primitivas, que terminaría en un desastre ecológico y humano inapelable”. El 75% de la deforestación mundial es anterior a la Revolución industrial. Un dato a tener en cuenta, en Colombia cerca del 75% de los suelos no son productivos y la mitad de ellos deben regresar o permanecer operando como un sistema natural que sea protector – productor de recursos naturales, agua y aire limpio.
La solución no es para mañana, ni será inmediata, pero los avances tecnológicos van abriendo el camino. El desacoplamiento sería progresivo, el Papa habla de “medidas y tecnologías de transición, siempre que estén acompañadas del diseño y aceptación de compromisos graduales vinculantes”, a partir de la descarbonización progresiva de las economías con fuentes y procedimientos de generación de energías más limpias, fundamentalmente la hidroeléctrica y la termoeléctrica con técnicas de captación y almacenamiento de carbono.
No es un camino fácil de recorrer pero hacerlo es ineludible si queremos que el milagro de la vida continué a la par con el avance de la condición de una humanidad que frente al desafío cósmico, requiere reconocer su responsabilidad y su suerte común.
Via:: Colombia