“La vida es pena, continuado penar (…) (Pero) es evidente que, si la vida fuese solo eso, al llegar a ella la abandonaríamos (…) Si sigue el hombre en la vida, es que acepta ese defecto, desventura, infelicidad y absoluto riesgo que es. Y si lo acepta… ¡Ah!... Entonces convierte el defecto y la desventura en tarea entusiasta; es decir: en aventura y empresa. De tal suerte, que en mi doctrina de la vida transparece la unión indisoluble –nada contradictoria, sino al revés– la mutua necesidad de venir a síntesis las dos grandes verdades sobre la vida humana: la cristiana, para quien “vivir” es estar en un valle de lágrimas; y la pagana, que convierte ese valle de lágrimas en un stádion para el ejercicio deportivo.