Revista Cultura y Ocio
"Jack confiaba en nosotros. Nunca le habíamos fallado ni le habíamos causado ninguna preocupación y era un animal feliz, que hablaba regularmente con su madre y sus hermanas, que ya eran tres".
Si tuviera que explicar por qué me he comprado y leído un libro sobre vacas, me costaría más justificar la primera parte que la segunda. Digamos que, a base de verlo me sentí intrigada. Hoy traigo a mi estantería virtual, La vida secreta de las vacas.
En este momento tendría que decir eso de... conocemos a las vacas de Rosamund Young, porque es justo de lo que trata el libro. De hecho, la autora nos deja un árbol genealógico en las primeras páginas para que nos orientemos con las huéspedes de su granja. Porque Young no es escritora, aunque escriba libros, es granjera. Y en este libro nos cuenta lo que hacen sus animales y las relaciones entre ellos exactamente igual que otros escritores tratan en sus libros las relaciones entre las personas que los protagonizan.
La mayoría de los libros tienen dos historias: la que cuentan y la que viven hasta llegar a las librerías. En este caso, Young escribió este libro hace más de 15 años impulsada por una idea peregrina de un periodista. Intentó publicarlo sin demasiado entusiasmo y el libro acabó en una editorial mínima y sin repercusión. Sin embargo, de algún modo llegó a manos de Alan Bennett (autor por ejemplo de Una lectora nada común) y así lo comenta en sus diarios. A partir de ahí el libro vive una segunda vida en una editorial mucho mayor y el propio Bennett acaba siendo el prologuista de esta nueva oportunidad para la historia de Young.
El antropomorfismo está de moda en la literatura. Los libros sobre perros, gatos... los libros narrados incluso por ellos parecen haber irrumpido con fuerza en las librerías. Y a nadie parece extrañarle. Todos conocemos a personas que tienen una mascota doméstica, incluso puede que nosotros mismos. Y seguramente nos hemos encontrado como a ese perro o gato se le habla y como se cuentan sus anécdotas refiriéndose a él por el nombre que se le puso. Y eso es justo lo que hace Rosamund Young en La vida secreta de las vacas. Young humaniza a sus animales a los que se refiere por el nombre y de los que nos relata sus anécdotas. En las primeras páginas el lector se encuentra sorprendido al leer sobre vacas que se miran y se hablan y tienen además sentimientos propios de las personas, sin embargo, a medida que avanzamos, se nos olvida que estamos hablando de un animal con fama de tonto y bonachón y comenzamos a distinguir a unas de otras, ya que, si la autora apuesta por la individualización de los animales, lo consigue incluso en su novela al hacer que el lector sepa qué vaca es cada cual solo con ver su nombre impreso.
Así veremos que las vacas son animales cariñosos capaces de comunicarse con gestos y miradas, sabremos que los perfumes no les gustan demasiado y que algunas son capaces de aprender a subir escalones con tal de no mancharse de barro. Conoceremos de su carácter y enfados y el amor que sienten por sus crías y también de su ira y rencor. En todo caso descubriremos que no son tan tontas y además, si con su inteligencia les sirve para ser una vaca, ¿para qué necesitan más? Todo esto es lo que nos relata la autora anécdota tras anécdota en un libro en el que también tienen cabida otros inquilinos de la granja de Young. Unos animales cuyas relaciones no siempre están ordenadas por especies y una granja que se presenta con una visión positivista y de buen rollo que acaba por contagiar al lector. Hay que decir que, como bien señala Bennett en el prólogo, Young no trata todos los temas. La ira no se ve demasiado reflejada y aún menos la primera parte de la reproducción ya que, si bien conocemos los partos y a las crías, no se nos desvela el proceso de acercamiento y aún menos el de consumación dejándonos, efectivamente, con las ganas de saber si las vacas se enamoran o son coquetas.
Llegados a este punto puede parecer que el libro es un alegato que busca que la gente no coma carne, y nada más lejos de ello (aunque el sacrificio de las vacas tampoco ocupa demasiada tinta), si que critica determinadas prácticas, por ejemplo la estabulación confinada, pero más que un libro reivindicativo o científico es un libro de recreo, una curiosidad que hará que muchos lectores se queden mirando un momento a la próxima vaca que vean pastando en el campo.
Reconozco que me lo he pasado bien leyendo La vida secreta de las vacas, ha sido refrescante, diferente e incluso divertida. Uno de esos libros a los que se llega casi por casualidad.
Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
Gracias.