En esta segunda entrega, Abad y Barroso reaparecen distintos, Ana es subinspectora y no se va a dejar intimidar por el carácter de Santi, a quien apenas le da tiempo a readaptarse -tras pasar por una baja psicológica después de los acontecimientos entre Sam, su exmujer y la propia Ana-, cuando la desaparición de una de las escritoras más famosas del momento hace saltar la alarma en la policía.
El nuevo comisario, Álex Vega, es más joven, más resolutivo, más decidido que el anterior, el jubilado Lojo, pero por eso mismo los investigadores deberán atenerse a sus órdenes aunque a veces no estén de acuerdo. Se llevan bien a pesar de que por momentos parece que Álex, divorciado, intenta empezar una relación con Ana, algo que pone a prueba los celos de Santi y su escaso control de la ira; según él, reforzado tras haber estado año y medio en manos de una psicóloga y, sobre todo, de Connor Brenan, el psiquiatra que también apareció en Belleza Roja y que ahora es gran amigo del policía. No sabemos si lo va a conseguir, pero lo intenta "-Los vi un día en el coche juntos -se rindió Santi finalmente-, y lo único que deseé en ese momento fue matarlos a hostias [...] te juro que en mi cerebro suena incluso coherente".
En fin, aunque la vida privada de los tres está en pausa, de vez en cuando saltan chispas entre ellos sin que ninguno olvide que la profesión es lo primero, "Santi siempre le había gustado y dar un paso más allá de la relación de trabajo había sido un error por parte de ella [...] saber que él había sido capaz de pasar página [...] aunque si era justa, había sido ella la que había pedido que lo dejasen correr".
En esta ocasión los detectives no saben a qué agarrarse; Ana deja claro desde un primer momento que el marido de Úrsula Bas, la escritora desaparecida, no le cae bien a pesar de que su comportamiento es envidiable; está tranquilo, cuida de su hija y no tiene problemas en colaborar con la policía. Barroso cree que oculta algo. Abad, por su parte, desconfía de Raquel, íntima amiga de Úrsula que, con estudios universitarios, sin embargo trabaja como su ayudante personal.
Pero las sospechas se dirigen a un caso de secuestro anterior, el de Catalina, que ahora nos enteramos de que podría haber tenido una aventura con su secuestrador y posterior asesino. Catalina lleva casi tres años desaparecida y ahora, cuando el propio asesino ofrece la ubicación, encuentran su cadáver. Las sospechas recaen en Adrián, el viudo, quien podría tener a Úrsula escondida, por lo que el revuelo policial y mediático es evidente. La verdad es que Arantza Portabales conduce la trama de tal forma que hasta el final no sabemos qué ocurrió a pesar de que, desde el cautiverio, las voces de Catalina y de Úrsula se mezclan con las del narrador en tercera persona para desvelar sus vidas, o una parte de ellas. Sabemos que ambas se sintieron queridas y valoradas por alguien que no era su marido pero era un maltratador, psicológico y físico, sabemos que este alguien sabía todos sus movimientos; a través del móvil pudo acceder a sus cuentas, a sus actividades, a sus vidas...
En este sentido también Raquel teme por su integridad, pues está siendo observada y amenazada por el secuestrador.
Trama muy compleja y un argumento muy bien llevado, capaz de mantener la intriga del lector hasta el final; de hecho, cada vez que descubrimos algo creemos saberlo todo pero quien únicamente lo sabe es la autora. Nosotros somos conscientes al final, cuando encajamos las piezas y todo cobra sentido, si es que lo tiene la mente de un perturbado.
El tema que subyace en La vida secreta de Úrsula Bas, es la soledad. Catalina y Úrsula, a pesar de ser de nivel cultural diferente, a pesar de tener un matrimonio estable, son mujeres que se sienten solas pero en ningún momento se consideran víctimas de nada, ni siquiera cuando empiezan a ser acosadas. No se dan cuenta. Caen en las redes que les tiende el acosador. Pero Catalina termina reconduciendo esa soledad en amargura; su realidad, su entorno se vuelven viscosos y se siente culpable de su decisión. Pero cuando quiere cambiarla es demasiado tarde. Una vez que has caído en la red no eres dueña de nada, tus decisiones son las suyas y tu vida también. El psicópata no está dispuesto a ser contrariado, "Úrsula [...] se creía muy lista [...] Catalina, que pronto se dio cuenta de que a veces me llenaba de esa rabia que yo creía tener domesticada. Asco. Yo le daba asco. El sonido de su cráneo al quebrarse era como el de un insecto bajo mi pie".
La soledad de Úrsula es el resultado de querer luchar contra la propia persona que ella misma ha construido y que una vez formada no le gusta. Úrsula deja de reflexionar sobre lo que es y se deja llevar por la autocomplacencia porque le aterra encontrarse con su yo verdadero. Cuando es consciente de que, a pesar de haber obtenido lo que deseaba, sigue estando sola, es cuando puede cambiar de actitud, cuando percibe lo verdaderamente importante, pero a lo mejor es tarde para salir de ese infierno al que ha ido entrando con gusto "coincidir con mis más íntimos y alocados pensamientos era lo que más me había gustado de él [...] Hacía esas cosas para demostrarme que tenía el control de mi vida".
Úrsula deberá enfrentarse al mundo desde sí misma y cambiar su rutina para poder eliminar la tragedia personal. El encierro al que la somete su secuestrador la hace reflexionar para poder encarar la realidad y llevar a cabo un cambio.
También Raquel se encuentra sola y quiere huir de todo cuando es consciente de ello, cuando siente verdadera angustia por su cotidianeidad, "necesito alejarme. No sabía adónde iba, solo sabía que no aguantaba ni un día más en su casa [...] Se quedó paralizada delante de la pantalla. Una pequeña vibración [...] "Vuelve"".
Ninguna de estas mujeres podrá salir de su soledad, de la que han sido conscientes, paradójicamente, por la conexión de las redes sociales. Arantza Portabales recuerda con La vida secreta de Úrsula Bas que de la soledad sólo se sale en la reflexión que permite la soledad y una ve z que nos sentimos liberados podremos llevar una vida en común liberada de tristeza.