La vida sigue igual. Así me dice un amigo cubano, que vive en La Habana. “Socio, como decía el viejo Julio (Julio Iglesias), la vida sigue igual…”. Una amiga también radicada en la ciudad de Cienfuegos me comentaba en estos días: “…sí, pero no, pero sí y a la vez es lo mismo todo”.
Lo cierto es que en la isla el alboroto por el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos ha sido grande y da para muchas miradas, lecturas y expectativas.
Cuba comenzó a sentir un aumento en los visitantes provenientes de Estados Unidos. La Habana, con sus viejos automóviles, es una de las ciudades más apetecidas por los turistas extranjeros. Los isleños confían en que mejore su situación, tras terminar la enemistad con el Gobierno estadounidense.
Cuando el 17 de diciembre pasado, día de San Lázaro (algo que tiene significados mágico-religiosos en la cultura Yoruba), el presidente estadounidense, Barack Obama, y el general-presidente de Cuba, Raúl Castro, dieron a conocer el inicio del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países, pensé que definitivamente se cerraba el ciclo de la Guerra Fría.
Algo que no es cierto cuando uno escucha el 20 de julio al canciller cubano, Bruno Rodríguez, en Washington, al volver a izar la bandera de la isla en la embajada nuestra en EE. UU. “Solo la eliminación del bloqueo económico, comercial y financiero que tanto daño y privaciones ocasiona a nuestro pueblo, la devolución del territorio ocupado en Guantánamo y el respeto a la soberanía de Cuba darán sentido al hecho histórico que estamos viviendo hoy”, dijo.
Unos minutos más tarde, Rodríguez sostuvo que ratificaba la voluntad de Cuba de avanzar hacia la normalización de las relaciones con los Estados Unidos, con ánimo constructivo, pero “sin menoscabo alguno a nuestra independencia, ni injerencia en asuntos que pertenecen a la exclusiva soberanía de los cubanos”.
Es un hecho histórico lo sucedido. Es muy positivo. Es lo esperado y lo natural que suceda entre dos naciones, dos pueblos y gobiernos que geográficamente son vecinos con vínculos naturales desde siempre, aunque políticamente vean la realidad de forma diferente. Es civilizado, es responsable y posible tener relaciones diplomáticas de mutuo beneficio al margen de ideologías. Los ejemplos de esto sobran.
No diré, pues es poco serio, quién ganó o perdió en esta historia de las negociaciones secretas de 18 meses.
La ‘realpolitik’ no es una ecuación simple; pero sin duda, ambos gobiernos comprendieron que estaban perdiendo y ambos han entendido que podrán… podrán ganar, según sus apuestas. En el medio, como siempre, estaremos los sencillos mortales, los ciudadanos.
He conversado mucho con mis compatriotas residentes en Cuba y fuera de ella; he conversado con cubanos que acaban de llegar de La Habana hace apenas horas o días. He conversado con defensores y opositores del Gobierno, pero todos, absolutamente todos amigos, y eso para los cubanos es causal de plenitud de confianza en la palabra, la opinión dada.
Salvo un solo caso aislado, todos los cubanos que contacté están satisfechos de que se restablezcan las relaciones entre ambos países, gobiernos.
Todos tienen muchas expectativas pues más allá de banderas izadas, promesas y discursos (en los que no creemos ninguno sin excepción), deben mejorar los procesos migratorios, los viajes familiares, el intercambio académico y cultural, el turismo y debe producirse una dinamización de las relaciones económicas en todos los campos.
Eso (restablecimiento de relaciones) de cualquier forma deberá mejorar las condiciones de vida de los cubanos, pero también acentuará las diferencias sociales entre los que estén más cerca o más lejos del flujo de los dólares.
“Esto va a mejorar, ¿regresarás?”. “¿Vas a comprar tu casa ahora y regresarás?”. “Con el turismo gringo esto se arregla”. “Unos saldrán bien de esto, otros se hundirán definitivamente”. “Habrá posibilidades de contratación de científicos, de proyectos de investigación, de contratos para los que estén al día con este mundo”. “Esto ya no hay quién lo pare, lo único que queda de socialismo es la propaganda, lo otro es pura Coca-Cola”. “El parque jurásico del socialismo está cerrando y todos querrán ver o llevarse como en Berlín un pedacito de aquella historia”.
Esas expresiones muestran la visión positiva de un sector de cubanos sobre el restablecimiento de relaciones con Estados Unidos.
Pero también una cara distinta y más pesimista se refleja aquí. “Los que tu sabes se están repartiendo las empresas y colocando a sus hijos para entregar el país. Así garantizan la continuidad de su buena vida”. “Aquí no pasa nada, todo sigue igual”. “Relajate y goza, lo bueno que tiene esto es lo malo que se esta poniendo”. “Coquito con mermelada, el que tenga dónde agarrarse, que lo haga, pues esto está como lo que el viento se llevó”. “Mira, aquí lo que hay es que irse, irse antes que esto se hunda”. “Lo que no saben muchos es que esta fiesta se acabó y el bla, bla, bla se lo tragan los que no viven aquí”. “Este país está vendido pero no sabemos a quién, si a los gringos a los españoles o a los chinos, pero está vendido por pedacitos”.
Y los que sienten que nada cambia me dan estos mensajes. “Dile a tus estudiantes y amigos que no importa que tengamos embajadas o relaciones diplomáticas, aquí no hay libertad de expresión, no hay libertad de tener otros partidos políticos, ni prensa plural o televisión con miradas diferentes, el que diga ji, lo joden”. “Pedrito, mi socio, todo es pura escenografía, pero la vida sigue igual, hay que esperar, pero cada día tiene sus afanes y La Habana sigue bella y destruida, pocos quedamos, esta es la suerte, quedamos para contar esta locura”. “Lo único que falta es un cartel que diga ¡Bienvenido compañero Obama!”.
Esas son solo algunas de las frases que me han escrito estos días. Me reservo sus nombres, pues algunos me han pedido reserva y otros que no, le doy el trato de anonimato, pues no hacen falta problemas para ellos (ellas). Cuba sigue siendo una sorpresa.
Yo pienso ir a La Habana, lo haré pues la nostalgia me acecha cada día. Sé que Cuba transitará en este tiempo del posbloqueo a una lenta pero creciente inserción en el mundo real; o lo que es igual, en el mundo globalizado, capitalista con las contradicciones, polaridades, exclusiones y consumo. Cuba, por más que trate, ni puede y tampoco quiere seguir siendo un quejumbroso monasterio lleno de consignas vacías.
Para mí, Cuba transitará a un modelo chino, al fin y al cabo está ‘el chino’, pero con la diferencia de una economía y finanzas en quiebra, con una sociedad que mayoritariamente no sabe para dónde van. Otros sí sabemos y comprendemos que ahora sí es verdad esa consigna: Resistir y vencer.
A propósito
El embargo contra Cuba, vigente desde 1962, debe acabar “de una vez por todas”, afirmó el pasado viernes la precandidata demócrata a la Casa Blanca y exsecretaria de Estado, Hillary Clinton, en Miami, bastión de la comunidad cubana en Estados Unidos. “El embargo a Cuba debe terminar de una vez por todas. Debemos reemplazarlo con un enfoque inteligente que brinde poder al sector privado y la sociedad civil en Cuba y a la comunidad cubano-estadounidense para fomentar el progreso y presionar al régimen”, dijo Clinton en un discurso de su campaña electoral.Publicado en Autor: Pedro Pablo Aguilera / Especial para El País Colombia