Por Hogaradas
La vida transcurre despacio. Me gusta. Cruzamos la ciudad en autobús, la tarde hace poco que ha comenzado, el sol caliente con fuerza y son pocas las personas que a esas horas caminan por la calle. Algunos de ellos presurosos, los menos, el resto con la cadencia propia de un comienzo de otońo cálido y soleado.
Me gusta ver la vida a través de la ventanilla de un autobús. Me encantó disfrutarla en aquellos largos viajes de entonces, en autocar, cruzando provincias, cambiando de frontera, viendo de qué manera el paisaje poco a poco iba cambiando, acomodándose al terreno, al clima, al carácter de sus habitantes.
Ayer la vida discurría tranquila, sin prisas, como últimamente me gusta disfrutarla. Ay los ańos, cómo nos cambian. Antes siempre esperando el día de, ese día en el que… y ahora procurando masticar todos y cada uno de los segundos para luego saborearlos despacio, prolongándolos todo lo que sea posible antes de que se evaporen para no regresar jamás. Ahora diciendo demasiado a menudo eso de qué pronto pasa el tiempo, ya estamos otra vez en Navidades, dentro de nada ya será tal o cual día, cuando menos nos lo esperemos ya volveremos otra vez a estrenar nueva estación, cambio de hora, y aunque contentos y por supuesto con la celebración pertinente, ya hemos cumplido otro ańo más.
Y así, con tranquilidad, cruzamos la ciudad casi de punta a punta, contemplando los cambios de una urbe machacada por las consecuencias de tantos y tan malos tiempos, comprobando la decadencia de lugares que antańo estuvieron llenos de esplendor, y horrorizándonos ante los desafortunados cambios de lugares que formaron buena parte de nuestra vida (jamás entenderé la construcción del Calatrava en semejante lugar, cual monstruo que engulle todo lo que se encuentra a su alrededor.)
Al viaje también se suman personas a las que hacía tiempo que no veía. Pasan casi desapercibidas, son solamente uno más entre los viandantes que a esas horas circulan por las calles de la ciudad, pero no para mí. Los reconozco perfectamente, e incluso a pesar de la situación en la que me encuentro puedo percibir perfectamente los cambios que el tiempo ha producido en sus rostros. Los míos son evidentes también. Estos días, revisando fotografías de no hace tanto tiempo los he descubierto. Creo que por eso disfruté tanto con el discurrir tranquilo, lento y sosegado de la soleada y otońal tarde de ayer, porque cada día me gusta menos ver de qué manera tan veloz transcurre la vida.