Revista Coaching

La vida y el trabajo son mejores con amigos

Por Andresubierna

amigosEl estudio más extenso jamás realizado sobre performance laboral que llevó a cabo Gallup, encontró que los ejecutivos más efectivos, son los que aseguraban estar completamente de acuerdo con 12 afirmaciones. Si bien estas 12 afirmaciones son parte de un sistema y no resultan al considerarlas por separado, hay una de ellas sobre la que hoy me interesa aportar. Dice así: “Tengo en el trabajo un muy buen amigo”.

La amistad permite trabajar mejor bajo presión, disfrutar más del trabajo, tener un mayor flujo de información relevante, mejorar la receptividad de ideas distintas a las propias, mayor entendimiento, menor defensividad. Aún así, es uno de los aspectos más controversiales de estos 12 elementos. De hecho hay compañías en la cuales explícitamente se ve con desagrado que se establezcan relaciones de amistad.

Pero como afirman Wagner y Harter: “Los ejecutivos que piensan que la amistad no es un asunto a considerar, no entienden la naturaleza humana… y en la batalla entre las políticas y la naturaleza humana, siempre gana esta última”.

La gente desea satisfacer sus necesidades sociales, y así lo hace, más allá de la legalidad. Este elemento no funciona sin los otros 11.

La amistad no es un escudo aceptable para defender un pobre desempeño.

Resulta clara la correlación entre la amistad y la efectividad de las relaciones comerciales. En empresas de servicios, los grupos de trabajo con puntajes altos en este factor obtenían entre 5% a 10% mejores resultados en las encuestas de satisfacción de clientes.

Más allá de sus efectos laborales, veamos lo que nos dice Hernán Fitte sobre la amistad, en su libro Para poder (sobre)vivir: AMISTAD.

“La mayor parte de nosotros vive en ciudades repletas de gente. Nos levantamos a la mañana quejándonos de los ruidos del vecino del departamento de arriba que justo el día que teníamos para dormir bien organizó una fiesta en su casa. Salimos al trabajo y viajamos en medios de transporte atiborrados de pasajeros. Nos cruzamos en la calle con un montón de gente de la que no sabemos nada. Hacemos cola en los bancos o en las oficinas públicas donde hablamos del tiempo o de fútbol con personas que no volveremos a ver nunca más en la vida. A duras penas podemos sonreír en cualquiera de estas situaciones. Estamos rodeados de desconocidos y podemos sentirnos muy solos porque esas relaciones son superficiales y pasajeras.

Hay días en los que no sabemos estar con nosotros mismos. Chateamos en las redes sociales para conversar con conocidos. Necesitamos estar, aunque sea virtualmente, con los demás; o comer, conversar y divertirnos con alguien. En el peor de los casos recurrimos a la televisión para sentirnos en contacto con el mundo.

En todas estas situaciones extrañamos a los amigos. A veces somos ermitaños que creen poder vivir autosuficientes en sus afectos; pero la mayor parte de los días somos nenes que precisan de la protección de los demás para vivir tranquilos.

El problema es que la amistad no es una cosa fácil, porque encuentra obstáculos de todo tipo para llegar a convertirse en una experiencia humana rica, sencilla y humanamente atractiva. Existen muchas situaciones en las que preferimos estar solos, o cuando queremos compartir con alguien, esa persona no está cerca. A veces tampoco nos damos el tiempo necesario para llegar a una relación profunda; o no aguantamos los defectos de los demás por un período largo. No existen personas perfectas y optamos por soportar sólo nuestros propios límites que ya nos parecen demasiados. Muchos afirman que están bien solos y viven según el principio “mejor solos que mal acompañados”. Además, la experiencia de pérdida o de la traición de un amigo es un dolor que nos queremos ahorrar.

Me parece que la amistad es como una especie de cercanía profunda de afinidades humanas y psicológicas. No sé ni por qué ni cómo nace. Al inicio es un impulso del inconsciente que reconoce en el otro una pareja potencial para el diálogo y la compañía. Después va creciendo hasta apoderarse de todo nuestro yo, si se trata de una amistad verdadera. Un amigo es uno con quien es natural y fácil vivir la reciprocidad y la convivencia, y donde la comprensión y la aceptación mutua produce casi de modo mágico que las divergencias sean complementarias. Nade hace fuerza para hacerse amigo de otro: se da o no se da.

No todos piensan exactamente lo mismo cuando habitan la amistad. Hay modos de verla que la colocan entre los sentimientos; aquellos que la ven como una especie de comunión en el campo de las ideas; y otros que creen que la amistad no es posible.

Los antiguos filósofos se dieron cuenta de que la cuestión no es sencilla. Y cuando hacían sus teorías sobre cómo debería ser la ciudad ideal sostenían que nada sería más inhumano que una sociedad donde las relaciones entre las personas estuvieran construidas sólo sobre la justicia. Si todo se limitara a una especie de gran  contrato de convivencia racional, ya que eso es la justicia en un sentido más técnico, la vida se convertiría en un infierno. Y por eso daban gran importancia al rol de la amistad, a las virtudes y valores de la convivencia, a la paciencia, porque así la vida es mejor.”

Por Andrés Ubierna.

 


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