por José Manuel Beltrán.
Fue en el caluroso mes de agosto de 1.960. Los inicios de unas prospecciones arqueológicas, en el margen izquierdo de la desembocadura del río Verde, en Marbella, y la localización por parte de Carlos Posac y Fernando Alcalá de fragmentos de cerámica romana así como de una moneda de bronce cartaginesa, incitaron a sus promotores a continuar con las excavaciones un año más tarde. Como suele ser habitual en estos casos, la fortuna fue una buena aliada. El plazo acordado para las excavaciones terminaba. El último día, quizás hasta literariamente valdría decir que “a última hora”, el empleado municipal que realizaba la zanja hizo aparecer una parte de un mosaico. La Villa Romana de Río Verde, por fin, se encontraba a la vista.
Fueron antes los cartagineses y los fenicios los que ocuparon esta parte del litoral, aunque estos últimos nunca con un carácter invasor. Restos de factorías, allá por el siglo VIII a.C, generalmente asociadas con el pescado y en las que se fundaban núcleos poblacionales cercanos a las desembocaduras de los ríos, aseguraban una navegación segura a lo largo del litoral en torno a Gadir.
Son ya los romanos, en lo que es una completa conquista de la costa, los que entre los siglos I y IV d.C, impulsan el comercio del salazón, especialmente del garum. Es así como, sin que llegue a conseguirse una estructura urbana consolidada, aparecen villas de carácter suntuoso lo que venían a ser las casas de campo de los romanos. La Villa Romana de Río Verde es una de ellas.
Alrededor de un peristilo (patio rodeado de columnas) se conservan algunas de las habitaciones. Sin embargo, lo más destacado de la villa son sus mosaicos, muy bien conservados, y de temática relacionada con el mundo culinario y las artes de pesca. Podemos apreciar, claramente, anclas, delfines y remos. Las anclas, en el mundo romano, significaban buen presagio; junto con los delfines significan diligencia y prudencia.
A lo largo del peristilo y en las habitaciones del lado sur los mosaicos son geométricos: nudos salomónicos, trenzados en estera, flor de seis pétalos, cuadrados curvilíneos; todos ellos bicromos, en este caso en blanco y negro.
En el mosaico culinario aparecen franjas con alimentos y útiles de cocina: cuchillos, sartenes, soperas; una mesa con un costillar, conejo, pollos, huevos, mejillones y cuchillo de carnicero; una parrilla, ánforas por cuyo dibujo se confirma que la villa data de los siglos I y II; barreños, un hornillo o calentador, un armario con vasos y jarras, incluso hasta un posible asador de castañas.
Sin embargo, el mosaico más espectacular es el del Gorgeneion (el de la Medusa). Un escudo con la cabeza de medusa, efectuado a compás, y donde se aprecian diferentes colores: ocres, azules, verdes…. La medusa está representada como el símbolo de la protección. Simboliza el remordimiento de conciencia ante las propias culpas. Dice la leyenda que enamorado Neptuno de la belleza de la medusa, Minerva, celosa de ella, convirtió sus cabellos en serpientes. Sin embargo en este mosaico, por extraño y todavía no explicado, se encuentra un fallo. Próximos a cada uno de los vértices aparecen unos patos, todos ellos mirando a un lado excepto uno que lo hace en el mismo sentido que el de su izquierda.
El recinto se localiza a unos 5 Km. de Marbella, en dirección a Puerto Banús. Exactamente en el km. 176 de la N-340, en la urbanización Río Verde Playa. Lo gestiona el Ayuntamiento de Marbella y está abierto, sólo los jueves, de 11 a 13,00 horas (excepto festivos). Actualmente techado y acondicionado con pasarelas es, junto a Las Termas de las Bóvedas, localizadas en la cercana Guadalmina Baja, una visita interesante para conocer una parte de la historia de nuestra ciudad: Marbella.
Nosotros hicimos parada, recientemente, gracias a la visita guiada organizada por Marbella Activa. Después, un tranquilo tránsito por el Paseo Marítimo te acercará hasta Marbella para realizar la fonda. Espero que lo disfrutes, eso sí, siempre con SALUD ciudadano viajero.