La viuda de América, Jacqueline Kennedy (1929-1994)
Por Sandra
@sandraferrerv
Jacqueline Kennedy pasó de ser una niña rica, a convertirse en la Primera Dama más glamourosa y preparada de la historia. Pero su personal sueño americano se vio truncado aquel viernes de noviembre de 1963 sobre una limusina en las calles de Texas cuando su marido, el presidente de los Estados Unidos, John Fitzerald Kennedy era asesinado por un francotirador. Jackie se convertía en una joven viuda de poco más de treinta años con dos niños y una terrible amenaza sobre los suyos. Su matrimonio con el multimillonario Aristóteles Onassis la hizo bajar del pedestal de la popularidad en el que nunca le gustó estar. Pero los rumores eran ciertos, la joven ex-primera dama se casaba por interés. Viuda por segunda vez, Jacqueline Kennedy vivió los últimos años de su vida alejada de la vida pública y disfrutando de sus hijos y nietos y su ingente herencia.
La pobre niña rica
Jacqueline Lee Bouvier nacía el 28 de julio de 1929 en Southampton, Nueva York en el seno de una rica familia de origen francés. Su padre, John Bouvier era corredor de bolsa en Wall Street y su madre, Janet Lee era hija de un rico banquero y estaba obsesionada con el lujo, la etiqueta y los convencionalismos sociales. De hecho, la familia de Jacqueline hizo creer a todo el mundo que eran descendientes de la aristocracia francesa para codearse con la alta sociedad norteamericana cuando en realidad sus ancestros no habían sido más que inmigrantes franceses que se habían enriquecido con los negocios inmobiliarios.
Lo cierto fue que tanto Jackie como su hermana cuatro años más pequeña, Caroline, crecieron en un ambiente de lujo y riqueza, privilegios ensombrecidos por la realidad oculta tras la máscara de familia feliz. Su padre era un bebedor y mujeriego empedernido y su madre lo soportaba sólo por el dinero que ganaba su marido. Pero con la llegada de la gran depresión de 1929, los negocios de John Bouvier fueron decayendo hasta que ya no pudo mantener los constantes caprichos y elevado tren de vida de su mujer. En 1940 Janet Lee pedía el divorcio y Jacqueline y Caroline verían con tristeza el alejamiento de su amado padre.
Un alejamiento que se acentuó dos años después cuando su madre se volvió a casar con un multimillonario y se fue a vivir con su nuevo marido y sus dos hijas lejos de Nueva York. Jackie no se adaptó fácilmente a vivir en un nuevo hogar con un nuevo padre y sus hermanastros. El divorcio de sus padres hizo de la alegre y extrovertida Jackie una niña encerrada en sí misma, falta de cariño y retraída.
Una exquisita educación
Jacqueline Bouvier recibió una exquisita educación en exclusivas escuelas de señoritas en Nueva York y más tarde en Connecticut. A los dieciocho años ingresaba en la selecta universidad femenina de Vassar donde estuvo muy poco tiempo pues pronto ganó una beca para estudiar en la Sorbona de París.
La elegante periodista
Gracias a los contactos de su padrastro, Jacqueline, de vuelta a los Estados Unidos, empezó a trabajar como periodista en el Washington Times-Herald. A pesar de que sus primeros trabajos eran de poca importancia, le permitió empezar a conocer a personajes importantes del mundo de la política.
A John Fitzerald Kennedy, un joven político aspirante a senador, lo conoció en mayo de 1951 en una cena en casa de unos amigos comunes. En aquella ocasión no ocurrió nada destacable entre ellos. La segunda vez que se vieron, el 8 de mayo de 1952, John percibió el gran talento y preparación de una joven que era distinta a las demás, con varios idiomas en su haber y amante del arte y la literatura.
La relación entre John y Jackie fue madurando poco a poco. Durante su noviazgo, en el que la joven empezó a conocer y a relacionarse con la difícil y amplia familia Kennedy, John fue elegido senador de Massachusetts. Aquel mismo año de 1952, Jackie fue escogida por su periódico para cubrir la coronación de la reina Isabel II en Londres. Antes de marchar, John le pidió en matrimonio, propuesta a la que ella no contestó. Pero de vuelta de Europa, en el aeropuerto, la esperaba un joven apuesto con un anillo en la mano.
El 25 de julio de 1952 se anunciaba oficialmente el compromiso. Se casaron un año después, el 12 de septiembre de 1953, a pesar de las diferencias abismales entre Jackie y la familia Kennedy, quien, a excepción de su suegro, casi nadie la acogió con los brazos abiertos, y, por supuesto, a pesar de las constantes y conocidas infidelidades de John. Amoríos a los que nunca renunció y con los que su esposa tuvo que convivir con elegancia y dignidad.
Un matrimonio truncado
A pesar de que eran guapos, ricos, famosos y poderosos, la pareja no vivió un matrimonio idílico. Jackie, deseosa de conseguir construir un verdadero hogar, vivió con tristeza los primeros meses de su vida en común. La soledad fue la sustituta de un marido demasiado volcado en su carrera política y sus relaciones extra-matrimoniales.
Pero lejos de quedarse recluida tras un manto de lágrimas, Jackie decidió actuar. Pronto se dio cuenta de que si se unía al sueño político de su marido, podría pasar más tiempo a su lado. Y así lo hizo. Y fue un éxito. Jackie no sólo se convirtió en una excelente compañera política para su marido, inteligente y con buenos consejos, sino que su imagen elegante hacía ganar puntos al futuro presidente de los Estados Unidos.
Jackie aún tendría que soportar más adversidades, esta vez a causa de la frágil salud de John que lo llevó en varias ocasiones a situarlo al borde de la muerte. En esas difíciles ocasiones también Jackie demostró estar a la altura y mantener la entereza y fuerza de voluntad.
La señora Kennedy siguió soportando las infidelidades de su marido, una vez restablecido de sus dolencias, y sufriendo por no poder crear un verdadero hogar. En 1955 sufría un aborto de un bebé de tres meses. Un año después conseguía volver a quedarse embarazada. Tampoco esta vez consiguió que el embarazo llegara a buen término. Y cuando Jackie tuvo que pasar por el duro trance de dar a luz a un bebé muerto, lo hizo sola, mientras su marido se divertía con su familia y unos amigos en la Costa Azul.
En 1957 Jackie se quedó embarazada por tercera vez. Por fin, el 27 de noviembre de aquel año, conseguía dar a luz a un hijo. Caroline salvó a su madre de la tristeza y consiguió emocionar sinceramente a su padre quien en aquella ocasión sí que se encontraba al lado de su esposa.
La influyente primera dama
Tres años después John anunciaba oficialmente el inicio de su carrera presidencial. Y allí estaría Jackie, acompañándolo en una vorágine de viajes inacabables, discursos, cenas y encuentros para captar al mayor número de electores. A pesar de la gran efectividad que suponía tenerla a su lado en los actos públicos, Jackie se retiró de la carrera electoral de su marido cuando estaba en el quinto mes de su cuarto embarazo.
El 8 de noviembre de 1960 John Fitzgerald Kennedy conseguía su sueño y se convertía en presidente de los Estados Unidos. Dos semanas después nacía prematuramente su hijo John quien sobrevivió milagrosamente. También Jackie superó aquel terrible trance que la situó al borde de la muerte.
Superadas todas las dificultades, la familia del presidente John Kennedy se instalaba en la Casa Blanca para vivir una de las etapas más espléndidas de su vida. Jackie, horrorizada por la situación en la que se encontraba la vivienda presidencial, la remodeló de arriba a abajo dándole un aire nuevo, moderno y funcional. Se convirtió en una primera dama elegante, inteligente, que ayudó a su marido en todo lo que pudo y que sufrió con dignidad la constante ausencia de intimidad. Y, por supuesto, los inacabables amoríos de John que nunca cesaron.
En abril de 1963 Jackie se volvía a enfrentar al duro trance de traer al mundo a un bebé muerto sumiéndola en una terrible depresión.
Aun así, Jackie continuaría con sus actos oficiales al lado de su marido cuando la obligación lo requirió. La última vez, fue en Texas, en una gira oficial por Dallas que tenía que conseguir atraer al electorado de aquella zona del país. Sería la última.
El 22 de septiembre de 1963 Jacqueline Kennedy vería morir a su propio marido a su lado tras sufrir varios disparos en la cabeza. A pesar de lo terrible de la situación, Jacqueline viviría las horas y días posteriores a la muerte de John con excepcional entereza.
Tras volver junto al féretro de su marido en el Air Force One a Washington, organizó su funeral con gran detalle y rigor y asistió a su entierro con un velo negro cubriéndole en rostro y acompañada de sus hijos Caroline y John Jr.
La señora Onassis
Jackie abandonaba la Casa Blanca y la vida pública pocos días después. En un ático en la Quinta Avenida donde viviría hasta el final de sus días intentó alejarse del acoso de la prensa y conseguir llevar una vida relativamente tranquila.
El público, que no quería olvidar a su ex-primera dama, quedó más que asombrado cuando el 20 de octubre de 1969, con treinta y nueva años, se casaba con el poderoso armador griego Aristóteles Onassis. Más de veinte años mayor que ella, asumió que la opinión pública la acusara de haberse casado por conveniencia. De hecho, eran muy distintos y Onassis pagaba sin rechistar las abultadas facturas de una esposa convertida en una compradora compulsiva.
Seis años después, el 15 de marzo de 1975 volvía a enviudar convirtiéndose en una rica heredera.
Los últimos años de su vida los pasó viajando por todo el mundo, trabajando como editora de libros y cuentos infantiles hasta que un cáncer la condenó inexorablemente. Consciente de su enfermedad, Jacqueline Kennedy volvió a demostrar su elegancia como persona despidiéndose de los suyos y preparando su propio funeral.
El 19 de mayo de 1994 fallecía rodeada de sus hijos. Fue enterrada en el Cementerio Nacional de Arlington junto a su marido y sus hijos que no habían sobrevivido.
Con su muerte no desaparecería el interés por una de las primeras damas más conocidas, amadas e imitadas de toda la historia de los Estados Unidos.
Si quieres leer sobre ella
Divas rebeldes, Cristina Morató