La mayoría de quienes han asistido a cualquier prueba atlética le ponen voz; y quienes han corrido ya le han puesto cara. Se trata de Gaspar Molina: él pone el alma y la garganta, enfatizando el esfuerzo de cada atleta.
Aún llego a escucharlo, hace más de veinte años, en aquellas carreras populares en las que correr era de pocos, locos y valientes… Conocía a cada chaval por su nombre y nos regalaba los últimos consejos de la experiencia antes de la salida. En la recta de meta nos animaba a esprintar cuando las piernas ya no obedecían a su dueño y sí a las voces de ánimo.
Aún sigue en la brecha de los valientes que corren por sentir. Aún siente hervir su sangre cuando ve el esfuerzo de los más jóvenes; y agota su voz en las últimas zancadas de cada corredor, aunque a veces se le quiebre de pasión recordándome anécdotas de superación.
Su voz es de aquellas que aún escuchamos en nuestro interior cuando no podemos más.
Es de aquellas que nos arranca de donde no tenemos las fuerzas para levantar los brazos y terminar.
Marcos Muñoz, publicado en Diario Jaén (19, Ene 10)