Autor: O. Henry Editorial: Traspiés Año de la edición: 2011 Páginas: 119ISBN: 9788493788834
El viernes 25 de noviembre recibí un enorme paquete de la editorial Traspiés. Dentro había nada más y nada menos que cuatro libros: Un puesto avanzado del progreso, de Joseph Conrad; El club de los parricidas, de Ambrose Bierce; Una sombra en Pekín, de José Ángel Cilleruelo, y La voz de Nueva York, de O. Henry. Desde aquí quiero aprovechar para darle las gracias a la editorial por su generosidad por este regalo adelantado de Navidad.
Hoy voy a hablaros del primero de los cuatro libros que he leído, la obra de O. Henry, seudónimo de William Sidney Porter (1862-1910). Tal y como se destaca en la contraportada del libro, este autor está considerado uno de los maestros del relato norteamericano por su brillante uso del lenguaje y su facilidad para establecer conclusiones sorpresivas en sus historias, aspecto en el que creó un estilo propio. Nacido en Carolina del Norte, desempeñó diversos trabajos hasta que fue acusado de malversación, lo que le costaría pasar tres años en prisión. En 1901 se trasladó a Nueva York, ciudad que se convirtió en el escenario de sus narraciones y donde alcanzó la fama y el reconocimiento por parte del público. Dotado de un afilado sentido del humor y de una gran capacidad verbal, O. Henry es a un tiempo defensor y crítico mordaz de la vida en la Gran Manzana. O. Henry falleció en 1910 aquejado de cirrosis cuando se encontraba en la cima de su carrera. La voz de Nueva York es una recopilación de doce relatos que he devorado en solo dos días. Con un lenguaje sencillo, ágil, ameno y atractivo nos traslada al Nueva York de principios del siglo XX sin necesidad de movernos del sofá o, como en mi caso, del asiento del autobús. Los relatos, aunque cortos, son complejos, intensos, completos, profundos y, al mismo tiempo, sencillos, cercanos, reales, verosímiles y con un gran ritmo narrativo que invita a leerlos en un suspiro. Al terminar uno es inevitable leer el siguiente porque todos nos dejan con un gran sabor de boca y con ganas de más, de mucho más. Precisamente los finales es lo que más me ha gustado de estos relatos. Finales sorprendentes, inesperados, ácidos, mordaces, rocambolescos, sagaces, imprevistos y llenos de giros que nos dejan con una sonrisa en la boca, cuando no una carcajada. La voz de la ciudad nos presenta a un protagonista obsesionado con descubrir cuál es el sonido, la voz que caracteriza a Nueva York. En El fuego de Plutón conocemos a dos amigos que comparten pensión, su pasión por la literatura y su sueños de convertirse en escritores. El asesino de tontos nos cuenta la historia de dos jóvenes amigos que en un bar intentan encontrar la solución al problema de uno de ellos: el enfrentamiento con su padre por culpa de su novia. En La revelación de Dougherty descubrimos la historia de un matrimonio perdido en la rutina y en la falta de comunicación. La derrota de la ciudad nos describe el enfrentamiento entre el campo y la ciudad personificado por un joven matrimonio, especialmente el marido, que se debate entre su vida elegante, educada y culta en la ciudad y sus gamberradas, juegos y comportamiento más tosco y bruto en su pueblo natal junto a su familia. Mil dólares es la historia de una peculiar herencia que un tío deja a su sobrino. Mientras el auto espera es mi relato favorito y narra el encuentro en un parque entre una dama y un camarero donde nada es lo que parece. El Heraldo nos descubre el enfrentamiento de un hombre y sus amigotes con su mujer por un dólar. El toque de corneta cuenta el peculiar reencuentro entre un detective y un asesino en un restaurante. Extraditada de Bohemia nos descubre la historia de una joven dama que llega a Nueva York dispuesta a convertirse en una pintora famosa. La vida completa de John Hopkins nos presenta una divertida situación en la que dos jóvenes desconocidos se ven obligados a enfrentarse en un peculiar duelo por culpa de la hermana de uno de ellos. Por último, Una comedia elástica es el relato más divertido y más cómico y nos cuenta la historia de los cuellilásticos, esas personas que cuando pasa algo en la calle siempre están en primera fila para no perderse detalle y poder cotillear a sus anchas. Pero lo más importante de estos doce relatos no es lo que cuentan, sino cómo lo cuentan. Una obra que os recomiendo sin dudarlo porque, al menos para mí, ha sido una joya, un descubrimiento que me ha hecho disfrutar muchísimo. Escuchar la voz de Nueva York ha sido una auténtica delicia.