José Royo junto al Diplodocus del Museo de Ciencias Naturales (1929)
La noticia paleontológica de 1913 (y de los primeros ¾ de siglo XX) en España fue la llegada al Museo de Ciencias Naturales de Madrid del Diplodocus de Andrew Carnegie. Desde su inauguración oficial, el 2 de diciembre, por la Reina María Cristina y la Infanta Beatriz, el hecho tuvo gran repercusión social y la prensa se volcó en el acontecimiento, contribuyendo a popularizar la paleontología y, en particular, al Diplodocus, el dinosaurio favorito de nuestros abuelos y el más nombrado en la prensa antes de la Guerra, que acabará con estas inquietudes por una buena temporada.
El lunes 21 de julio de 1913, el republicano “diario de la noche” España Libre (1911-1915, Madrid) presentaba a la criatura en una de sus columnas de portada bajo el epígrafe “Cosas raras y curiosas”. El periódico explicaba las diferencias entre los paleontólogos norteamericanos y alemanes en lo referente a la postura del ‘Diplodocus carnegiei’ y concluía anunciando que: “Un calco del gigantesco fósil fue regalado por el archimillonario Mr. Caregie (sic) al Presidente de la Argentina con destino al museo de la Plata y ocupó 36 cajones, en los cuales se le acondicionó con armaduras completas de acero para evitar el más mínimo deterioro”.
Holland, supervisando el montaje del Diplodocus de Madrid (foto de La Hormiga de Oro)
El domingo 30 de noviembre, el diario reprodujo el artículo aparecido la víspera en el cubano Diario de la Marina, con el titular “Una conferencia interesante”, en referencia a la que en el Instituto Internacional de la calle Fortuny impartió el viernes anterior el director de los museos de la Fundación Carnegie en Pittsburg, William Jacob Holland, con motivo de la llegada de la réplica española. Como un mínimo de cortesía, Holland fue nombrado socio honorario de la Sociedad Española de Paleontología. El diario comenta además que Holland contó como traductor simultáneo con el paleontólogo del Museo de Ciencias Naturales de Madrid (y paleoartista) Ángel Cabrera Latorre -La Voz del 4 de diciembre de 1929 anunciará su libro Los animales extinguidos-.
Ángel Cabrera
El citado Diario de la Marina publicó el 2 de enero de 1914 el artículo “El Diplodoco y su esqueleto”, en torno a la desinformación de la prensa sobre este acontecimiento, del que reproducimos un ilustrativo fragmento:
“Desde que apareció en la prensa la primera noticia acerca de la reproducción del esqueleto de ‘Diplodocus’ que el millonario Carnegie regala a Su Majestad el Rey de España, se ha hablado mucho acerca del famoso reptil fósil, pero hay que convenir en que en los informes publicados hay mucho más de imaginación que de exactitud. Unos le han llamado ‘dioprodocus’, inventando así un nombre que jamás figuró en los catálogos zoológicos; otros nos lo han pintado como un feroz carnicero, cuando en realidad el monstruoso reptil, según demuestra su dentadura, no comía más que hierbas, acaso plantas acuáticas; los que menos han dicho que el ejemplar original se conserva en el Museo de Nueva York, lo cual es falso de todo punto, porque el Instituto Carnegie, en cuyo Museo de Historia Natural está el auténtico esqueleto del ‘Diplodocus’ no está en Nueva York, sino en Pittsburgo. También se ha dicho, no sé por qué, que la reproducción traída a Madrid es la tercera que se hace. Realmente es la novena. Además de Londres y París, tienen otras reproducciones Viena y San Petersburgo, Buenos Aires y Bolonia”.
Obsérvese la ilustración tan apropiada que escogió El Salón de la Moda para ilustrar "El Diplodoco de Mr. Carnegie"
Ya el 3 de octubre de 1908, La Huerta (1907, Alicante) había dado cuenta de la donación del Diplodocus de Carnegie al Museo de Historia Natural de París; la noticia fue reeditada el 14 de noviembre en La Defensa (1904, Alicante). Mayor difusión tuvo el artículo de Eduardo Gómez de Baquero a.k.a. Andrenio, “Del pasado remoto”, publicado el 3 de julio de 1908 por La Época y reeditado el 9 de julio por el Diario de Reus, el 3 de agosto por El Salón de la Moda bajo el título “El Diplodoco de Mr. Carnegie”, y como “El gran Diplodoco” el 12 de agosto por el Heraldo de Tarragona y el Diario del Comercio–que el 25 de mayo de 1902 había informado del hallazgo de un ictiosaurio en Absheron (Azerbaiyán). No podemos asegurar qué le daba más envidia a Andrenio, el pastizal de Mr. Carnegie o que los gabachos tuvieran una réplica y nosotros aún no, así que júzgalo tú mismo: “En París y en su Museo de Historia Natural, se ha celebrado días atrás la inauguración de una venerable antigualla, junto a la cual son cosas de ayer, recién nacidas, todos los cachivaches que se guardan en los Museos Arqueológicos. El héroe de esta fiesta y el objeto de esta inauguración fue el diplodoco o dinosaurio, regalado por el millonario norteamericano míster Carnegie. Hace cuatro años se encontró en el Estado de Yoming (sic) una variada colección de osamentas de animales antediluvianos. Entre ellas se hallaba, en perfecto estado de conservación, que para sí quisieran muchas momias de faraones egipcios, el esqueleto del diplodoco. Mr. Carnegie lo envió al Museo de Pittsburg, e hizo sacar tres exactas reproducciones del monstruo secundario, para regalárselas al rey Eduardo, al Káiser y a la República francesa. Cada una de ellas le ha salido por 500.000 pesetas. Algunos sujetos opulentos consideran tan raro, por lo menos como el Diplodoco, el que halla un millonario que se gaste seis millones de reales en sacar reproducciones de bichos antediluvianos, y obsequiar con ellas a los poderosos de la Tierra. Pero Mr. Carnegie no sabe qué hacer con el dinero y, por otra parte, vive en una nación donde la riqueza necesita hacerse perdonar, haciendo cosas útiles o siquiera llamativas o extravagantes”.
Andrew Carnegie con cara de preocupación por no saber qué hacer con tanta pasta
Hubo incluso quien dudó de la autenticidad del fósil, como Javier Alfaro, que cree que el 22 de julio de 1908 publica en El Noroeste “La venganza del Tío Sam”, donde sostiene que, hartos de pagar precios desorbitados por obras de arte históricas europeas, los yanquis han tomado el pelo a los franceses enviándoles una falsificación pues “no pudo haber existido en América en la época a que tales animales corresponden según la ciencia”. El 16 de noviembre de 1913, este diario publicó una “croniquilla” sobre el donado a España, donde “Equis” comienza sardónicamente: “Y vean ustedes por donde la sombra de Julio Verne, tutelar de todos los menores de edad, va a salvar a nuestra patria...” (de todos sus males), pues “Mr. Carnegie, a quien conocíamos de oídas por las mil mentiras que de él nos ha contado la prensa, interviene al fin de una manera efectiva en la vida española que, seguramente, a su conjuro sufrirá una profunda transformación”.
El martes 18 de junio de 1912, El Eco de Santiago anuncia la buena nueva en portada bajo el epígrafe “Cosas viejas”: “Mr. Carnegie, el famoso millonario yanqui que viene desde hace largo tiempo distinguiéndose por la magnificencia de sus legados a las universidades y centros de cultura de su país, acaba de favorecernos con su acostumbrada esplendidez. A invitación del rey don Alfonso XIII regala al Museo de Historia Natural de Madrid un modelo colosal ‘Diplodocus carnegie’...” Eso sí, nuestros prohombres no le iban a la zaga: “Ha coincidido este generoso regalo con el donativo al museo de la colección de los restos de 16 ‘Elephas meridionalis’ que el marqués de Cerralbo halló en Torralba”.
Cuando por fin llega a Madrid, hubo quien planteó alternativas al Museo para su ubicación, como Félix Lorenzo que el 13 de noviembre publicó en El Imparcial: “Yo propongo que el ingente esqueleto del diplodoco sea instalado en uno de los salones de conferencias de Las Cortes. Serviría allí de ejemplo a muchos de los supervivientes de nuestro diluvio nacional, y acaso su calavera de reptil inspirase ideas de renunciación a algún Pandolfo de nuestra política”.
El 15 de noviembre, Diario de Valencia anuncia que “Hoy ha llegado a Madrid y en breve será recibido por D. Alfonso el director del Museo de Pichsbourg –sic- (Estados Unidos), encargado de entregar a D. Alfonso la reproducción del esqueleto”. La Gaceta de Tenerife también dedicó una breve reseña a la llegada del fósil en su edición del 10 de diciembre. Y Flores y Abejas (Guadalajara) publicó el 3 de mayo de 1914 la crónica de una excursión escolar al Museo para verlo.
Las Ocurrencias (1911-1913, Madrid) fue un antepasado de El Caso cuya especialidad eran los sucesos recreados en morbosas ilustraciones. En uno de sus últimos números, el 28 de noviembre de 1913, se hace eco de la donación del diplodocus de Carnegie y del reciente descubrimiento en Tendaguru del diplodócido Gigantosaurus africanus (hoy atribuido a Barosaurus).
El Diplodocus carnegii de París (en La Hormiga de Oro)
La Hormiga de Oro (1884-1936, Barcelona) surgió como una alternativa católica -con fijación contra judíos y masones- a la prensa ilustrada de la época. Entre sus ilustradores, debemos destacar al pionero del tebeo y el dibujo animado Joaquín Xaudaró.
El 1 de abril de 1905 publicó una fotografía del dinosaurio descubierto en Wyoming montado en el Museo de Historia Natural de Nueva York; La Ilustración Artística publicó el 13 de marzo de 1905 otra, tomada de “Photo Nouvelles”. El 13 de junio de 1908, La Hormiga de Oro publicó una fotografía dando testimonio del montaje en París del Diplodocus enviado por Carnegie y el 29 de noviembre de 1913 de la réplica madrileña.
Y el 16 de enero de 1909 publicó el artículo “Lagartos monstruos”, que informa del hallazgo de un nuevo saurópodo que mediría... ¡96 metros de largo! (que se habrían quedado en 29 si hubieran traducido “pies” al sistema métrico).
La icónica fotografía de Duque para la portada del monárquico ABC, compartida por la realeza y la estrella del momento
También el diario ABC (1903, Madrid) se ocupó del acontecimiento, como comprobamos en la edición del 3 de diciembre de 1913, ilustrada con la fotografía de la réplica del Diplodocus enviada por Carnegie a Madrid, con el siguiente pie: “En el Museo de Historia Natural. S. M. la Reina doña María Cristina (x), acompañada de S. A. la Infanta Beatriz, contemplando la reproducción del esqueleto del diplodoco, recientemente instalada”.
Heredera de Museo Universal, de la que hablamos en la primera entrega de esta serie, La Ilustración Española y Americana (1869-1921, Madrid) se presentaba como «Periódico de ciencias, artes, literatura, industria y conocimientos útiles» y contó con la colaboración de José Zorrilla, Ramón de Campoamor, Juan Valera, Leopoldo Alas “Clarín”, Valle-Inclán, Unamuno, Emilia Pardo Bazán, Emilio Castelar y dibujantes que serán pioneros del tebeo hispano como José Luis Pellicer, Francisco Ortego, Alfredo y Daniel Perea o Tomás Padró.
Iguanodon bernissartensis (1886, La Ilustración Española y Americana)
El 15 de mayo de 1886 publicó el artículo “Los extraordinarios animales fósiles del Museo de Bruselas”, en el que Juan Vilanova y Piera nos presentaba a Iguanodon bernissartensis, acompañando unos excelentes grabados en los que se detallaba cada pieza del esqueleto del ornitópodo. Además, el 22 de enero de 1908, la revista dio cuenta del nuevo “triceratopo” que acaba de adquirir el Museo Nacional de Historia Natural de Nueva York. El 15 de marzo, de un plesiosaurio descubierto en la bahía de Talcahuano (Chile). Y en la entrega del 8 de diciembre de 1913, el ya citado Ángel Cabrera nos habla del diplodocus donado por Carnegie y lo ilustra con una reconstrucción de cómo debía ser el bicho en vida.
Diplodocus de Ángel Cabrera
El viernes 15 de agosto de 1919, el diario católico de Tarragona La Cruz -que en abril de 1908 informó, como la Gaceta de Mallorca, de que las réplicas alemana y gala del famoso Diplodocus habían sido embarcadas rumbo a su destino, mientras el Dr. “J. R. Naurfeder” daba cuenta de su recepción en la cántabra La Atalaya el 24 de junio- comunicaba el deceso de Mr. Carnegie, generoso donante del Diplodocus a nuestro Museo de Ciencias Naturales, con esta hagiografía: “Andrés Carnegie ha sido un modelo de voluntad infatigable, que con su esfuerzo decidido se eleva por su trabajo. Sus afanes por hacer el bien le granjearon la estimación y el respeto universal”.
En la misma línea, el 18 de agosto, el “diario de propaganda católico-social y de avisos” de Tortosa El Restaurador glosaba en un panegírico las virtudes del “Rey del acero”, puesto que “No hay problema social, ni grande infortunio, ni intervención interesante que no haya tentado la generosidad de Carnegie”.