Isidoro Araújo
Diario de la Marina fue un periódico conservador publicado en La Habana entre 1844 y 1960. Sucesor de El Noticioso y Lucero de La Habana (1832-1844), fusión de dos periódicos previos, fue fundado por el gallego (de Vigo) Isidoro Araújo de Lira. Siguió publicándose tras la Guerra de Cuba y contenía abundante información sobre la “madre patria”, e incluso hubo una edición madrileña en 1901-1931 [1]. Fue expropiado tras la Revolución Castrista.
El 27 de junio de 1901, Diario de la Marina informaba que el British Museum había recibido un ictiosaurio aparecido en las canteras de los señores Haye, en Stockton (Warwickshire), donde hoy lo recuerda esta señal de tráfico tan salada; esta noticia fue reeditada en La Correspondencia Alicantina o El Eco de Santiago el 5 de julio. El 28 de enero de 1910, incluyó la traducción de un fragmento de El fin del mundo en el que Camille Flammarion da un repaso a la fauna mesozoica. El 23 de diciembre, el diario explica que el último dinosaurio desapareció en el Jurásico, esto es, hace cuatro mil años. El 25 de julio de 1911, Tomás Servando Gutiérrez publica una crónica de la Exposición Colonial de Londres, en cuya sección paleontológica se pueden contemplar un plesiosaurio o un triceratops.
Triceratops del Muséum National d'Histoire Naturelle
El 9 de febrero de 1912 publica el artículo “Los titanes modernos” en el que alaba el maquinismo como símbolo del potencial humano, del mismo modo que los grandes saurios dominaron el planeta. El 16 de abril de 1913 reproduce la noticia sobre la llegada de Triceratops al Museo de Historia Natural de París publicada el 13 de marzo de 1913 en La Correspondencia de España.
Diplodocus del Museo de La Plata
El 21 de julio publicó una breve reseña sobre Diplodocus carnegiei, donado recientemente al argentino Museo de La Plata, y el 12 de noviembre se hace eco de la donación de la réplica española. El 29 de noviembre publicó el artículo sobre la conferencia de William Jacob Holland que reprodujo España Libre al día siguiente, y el 2 de enero de 1914 “El Diplodoco y su esqueleto”, criticando la desinformación de la prensa en torno a este animal, ambos han sido ya comentados en la entrada “Bienvenido, Míster Carnegie”.
Ictiosaurio a la tinta de belemnites, de Henry de la Beche
El 7 de agosto de 1915, en el artículo “El humo, elemento de defensa”, el diario cuenta que “En la Sociedad Geológica de Londres se conserva un dibujo de una cabeza de ictiosaurio, hecho con la tinta obtenida de un cefalópodo fósil, llamado belemnita, que se encontró cerca de la cabeza representada en el dibujo.” No hemos localizado dicho dibujo que, en todo caso representaría una silueta invertida del saurio. Sin embargo, aquí hemos leído que Henry de la Beche afirmó haber realizado en 1834 este dibujo de la cabeza de un ictiosaurio con tinta (no fosilizada) de belemnites. Parece que la pionera en la técnica de la “sepia fósil” fue la propia Mary Anning.
El 16 de marzo de 1920, Diario de la Marina publica “Un animal de hace 60.000.000 años”, sobre el Deinodón (nomen dubium) descubierto por Charles H. Stenberg en Red Deer. El 1 de diciembre de 1920 este diario informa casi telegráficamente: “El animal mayor que se ha visto es el atlantosauro, del cual se descubrieron los restos fósiles en el jurásico superior del Colorado. Era un reptil dinosaurio que medía 40 metros de longitud.” Este texto será reeditado a modo de curiosa cuña publicitaria, que completa el 26 de septiembre de 1921 con: “Verdaderamente yo he visto muchos reptiles, pero de ese tamaño nunca vi ninguno, como tampoco he visto casa más surtida de semillas para flores y plantas que la de Alberto R. Langwlth de obispo 66”, o el 3 de enero de 1922 con: “Y la casa más famosa en artículos de ropa interior para caballeros es la formidable Rusquella de Obispo 108, compre allí su albornoz para baño, los tiene de todos precios”. El 29 de diciembre del último año, la cuña degenera ya en chascarrillo y a la presentación de Atlantosaurio sigue: “¿Qué político ha visto usted que midiera eso?”.
Atlantosaurus (Camille Flammarion, 1886)
El 12 de marzo de 1922, se informa que ha sido visto un misterioso animal en la Pampa al que pronto se identifica como un plesiosaurio... el director de Zoo de Buenos Aires organizará un excursión para atraparlo de la que se hará eco la prensa internacional (y que se cancelará pocos meses después a la vista de los resultados). El 7 de febrero de 1923, el diario publica “Se descubre el cráneo y el esqueleto de un dinosaurio”, pero sólo concreta que el hallazgo se produjo en Mongolia Central.
El 29 de mayo de 1924, la contraportada del Diario de la Marina se hace eco de una noticia cuando menos sorprendente en torno a unos huevos de dinosaurio hallados en Siberia, “comprobando el hallazgo que el ‘dinosaurio’ norteamericano desciende del que habita el Norte de Asia desde hace diez millones de años. Los huevos hallados tienen la yema como una piedra. Tanto es así, que, con ellos, es mal negocio dar en la yema. Pero los americanos parece que perfeccionaron la calidad de los huevos, ya que los que nos están enviando, en vez de tener la yema dura, la tienen tan blanda que se deshace. Se nos dirá que estos que nos remiten, no son huevos de ‘dinosaurio’. Pero, no basta decir una cosa, hay que demostrarla. Y a nosotros no hay quien nos quite de la cabeza que son de ‘dinosaurio’ fijándonos en la edad fácilmente calculable de los mismos.” Ignoramos el método de datación al que hace referencia el periodista (¿tal vez la fecha de caducidad impresa en los huevos?) pero su forma de invertir la carga de la prueba no parece propia del método científico.
Los huevos (con perdón) de Roy Chapman Andrews
El 1 de junio de 1924, el diario publica en una columna “En busca del origen del hombre” donde asegura que el yacimiento descubierto por Chapman estaba poblado por monstruos antediluvianos siendo “probablemente también la cuna del hombre primitivo”. Y en la portada del 4 de enero de 1925 encontramos “En las Montañas Rocosas aparecen las huellas dejadas por un monstruo antediluviano”, que da cuenta de unas icnitas de 16 por 13 pies que, según C.W. Gillmore muestran un paso de 53 pulgadas [2]. El 17 de abril informa que Roy Chapman Andrews ha vuelto al Gobi “A buscar restos humanos contemporáneos del dinosauro”. El 25 de abril da cuenta del petroglifo de Havasupai, que hemos comentado en capítulos previos.
El 26 de mayo publicó un apunte sobre “El mamífero terrestre más grande”, en torno al baluchiterio (hoy, sinónimo de Paraceratherium), que habría sido descubierto por la expedición norteamericana al Gobi que encontró los huevos de dinosaurio [3]. Cuatro días más tarde, el Diario de la Marina informaba que Chapman había encontrado también fósiles humanos y herramientas de piedra pulimentada [4]. El 20 de agosto, el diario amplía esta información con las “Sensacionales declaraciones hechas por el jefe de la expedición del Museo Americano hecha a Mongolia”, donde da cuenta de la expulsión de los científicos por las autoridades chinas tras haber encontrado “cáscaras de huevo de dinosaurio cuidadosamente bordadas para fines ornamentales”. Y el 12 de noviembre de 1925 incluye una reseña del filme El mundo perdido.
El 22 de enero de 1926, Diario de la Marina informa de una nueva salida de Andrews hacia el Gobi. El 3 de julio de 1926, el diario da cuenta de un aeroplano sin cola, cuyo inventor se inspiró en la anatomía del pterodáctilo [5], y va a ser exhibido en las maniobras de las Fuerzas Aéreas Británicas. El número de 2 de agosto de 1928 parece volver a referirse a este artefacto, un aeroplano sin cola al que se ha puesto el nombre de “Pterodáctilo” y ya nos hemos referido en una entrada anterior [6].
Trachodon fosilizado con su piel
El 18 de noviembre de 1926 informa del descubrimiento del hallazgo de un ejemplar de Trachodon que ha conservado la piel fosilizada. El editor aprovecha la noticia para colar publicidad del modo más grosero: “El ‘Trachodon’ a cuya momia nos referimos, sin omitir recordarle al lector la casa de los señores Bahamonde y Co., de Obrapía 105, por si necesita dinero a préstamo, mide diez metros de largo total, por cinco de alto.” El 15 de febrero de 1928 presenta “Los restos de un monstruo que tenía tres ojos", nuestro viejo conocido el enorme [7] plesiosaurio hallado en una cantera de Harbury (Gran Bretaña) que podría haber utilizado ese ojo extra a modo de periscopio. El 17 de septiembre, el diario informe del hallazgo de un nuevo plesiosaurio en Warwickshire. El 17 de febrero de 1929, reeditó este chiste de Buen Humor. El 1 de septiembre de 1930, el diario informa telegráficamente que “En la jurisdicción de Costepeque –Coatepeque (El Salvador)- han sido encontrados restos fósiles de un ictiosaurio”.
El laboratorio de Barnum Brown (Diario de la Marina, 1933)
En una de sus particulares reflexiones comerciales-paleontológicas, el número del 25 de octubre de 1931 introducía en la reseña “Negocios centenarios” este comentario: “No son muchas las empresas que viven más allá de cien años, ¿Por qué? Acaso por falta de adaptación al peso de los hechos (...) A través de las edades perduran sólo aquellas especies que se acomodan a la ley mimética. Animales antediluvianos como el dinosaurios, que pesaba 30 toneladas y poseía dos libras escasas de cerebro, se extinguieron por su incapacidad evolutiva.” El 7 de julio de 1933 publica una fotografía del taller de Barnum Brown, enfrascado en ensamblar “las 20.000 piezas de lo que en definitiva será el esqueleto de un gigantesco dinosaurio, muerto hace 120 millones de años”. El 23 de febrero de 1935 publica una nueva fotografía de Brown, esta vez junto a Roland T. Bird y una caja de fósiles. El 1 de enero de 1938, el Diario de la Marina publicó una fotografía de la carroza “Megalosauro antediluviano” que el barrio de la Loma presentó al desfile del 24 de diciembre previo en “Las Parrandas de Caibarién”, obra del popular Jaimito.
El "Megalosauro antediluviano" de La Loma
El 11 de junio de 1939, el Dr. Julio Cantala publica “El más importante acontecimiento biológico del siglo XX”, en torno al descubrimiento de celacanto, donde aprovecha para plantear la verosimilitud de la leyenda del “monstruo del Lago Ness” o el supuesto dinosaurio visto vivo en la Patagonia. El 27 de marzo de 1940, en el “Epistolario de Oteyza” podemos leer sobre el supuesto lugar central del hombre en la obra divina que “’el rey de la creación’ había de considerarse al dinosaurio (...) Somos los hombres tan grandes bestias como los dinosaurios. ¡Ah! Y que los dinosaurios perdonen la comparación. Estos animales enormes en peso y en fuerza, no utilizaban el uno para aplastar y la otra para destruir. Dejemos, empero, a los dinosaurios, que desaparecieron hace cien millones de años de la superficie del planeta, y vamos con quienes actualmente sobre ésta andamos haciendo bestialidades”. Además, en 1929, Diario de la Marina publicó por entrega la novela de E. R. Burroughs Tarzan the Terrible, donde el hombre-mono se las ve con los “gryfs”, especie de ceratópsidos oriunda de Pellucidar.
Tarzan the Terrible (ilustración de J. Allen St. John)
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[1] El 23 de enero de 1923, presenta en una columna el breve artículo “Lagarto, lagarto”, dando cuenta de las prospecciones paleontológicas en la Patagonia, donde se han extraído fémures de 2,70 metros.[2] Esto es, el área de las huellas tendría cinco por cuatro metros, y el paso equivaldría a 1,34 metros.[3] Chapman amplió bastante los conocimientos sobre la fauna del Oligoceno, pero el holotipo fue descubierto en los primeros años del siglo en Paquistán y descrito por Clive Foster Cooper en 1911.[4] Como sabemos, el origen de la expedición fue demostrar que los primeros hombres procedían de Asia y no de África, lo que fue un fiasco, si bien paleontológicamente el éxito fue rotundo.[5] Como vimos, ya en 1903 el pionero de la aviación Samuel Pierpoint Langley había inventado un aeroplano inspirado en las alas del pterodáctilo...[6] Esta noticia la reprodujo el día 11 El Día de Palencia y el 26 de mayo de 1932 La Voz de Aragón dedicó un artículo al “Pterodáctilo Mark IV” de G. T. R. Hill.[7] El diario afirma que mide el triple que cualquiera de los encontrados hasta entonces: 16 pies (cinco metros). Se trataría en realidad de Macroplata tenuiceps, plesiosaurio rhomaleosáurido del Jurásico Inferior.