Revista Viajes

La vuelta

Por Zhra @AzaZtnB

Junio del 2015 enseño el pasaporte al policía, le da un vistazo rápido y por primera vez en muchos meses no me ponen en sello, tardo unos micro segundos en darme cuenta que no me va a poner sello. Estoy en Europa, escala en Bruselas, lo primero que me choca es la falta diversidad en general. No hay turbantes, rasgos asiáticos ni pieles oscuras y encima reconozco la mayoría de idiomas. Todos parecemos iguales,

Mi puerta de embarque no está marcada y faltan veinte minutos para embarcar, el aeropuerto está en obras y no consigo llegar a la zona. Luego me entero que el día anterior hubo problemas en el aeropuerto y no salieron ni entraron vuelos así que todavía están un poco descolocados.

Llego a Madrid y mi primera parada es Goya, pido unas rabas/calamares rebozados y una coca-cola light. Es raro estar aquí pero no tanto como me esperaba. A los pocos minutos saludo a Marta que me deja una copia de las llaves de su casa. Paso el fin de semana en una casa que ha cambiado pero conozco desde hace demasiados años para que me sea extraña.

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Cojo un autobús a Barcelona, llego a la estación de Sants. He bajado de autobuses similares en esta estación miles de veces, no es diferente. Llamo a mi amigo, cojo el metro y voy a su casa. Nos encontramos en la calle, yo subiendo el bajando, nos abrazamos me invita a una comida típica Barcelonesa: Durum turco. Me presenta una gata que ha adquirido hace unos meses y esta se acerca sin hacerme mucho caso. Ambos estamos agotados así que me devuelve las llaves de mi moto, me explica como entrar en el parquing y nos vamos a dormir.

A la mañana siguiente tengo que bajar al centro, cojo la moto y desde el Parque Güell veo Barcelona. ¡Es tan bonita! Una amiga me dijo que tendría que haber nacido en otro sitio para apreciar la ciudad. Me gustaría haber nacido en otro sitio para poder venir a Barcelona a vivir quedarme encantada con sus colores, edificios, el verde del parque Güell, al lado de la playa, de la montaña, con el buen tiempo. Y conducir la moto, es genial notar la fuerza del viento contra mi, aunque no es tan interesante cuando hay mil coches a tu alrededor pitando y cambiando de carril. Todos los coches de mi carril se paran en el semáforo, yo con ellos, pongo el pie en el suelo. Se pone verde, todos los coches arrancan incluido el de delante mío que arranca, arranco con él pero de pronto frena y vuelve a arrancar. Yo hago lo mismo. Mierda! Estoy volando, estoy sollándome el hombro contra el suelo, joder, levanto la cabeza para no darme, mientras sigo deslizándome por el suelo, me he caído, estoy cabreada porque no tenía que haber frenado de golpe.

-Quién ha sido? Quién ha sido? Quién ha sido? Quién ha sido? Quién ha sido? Quién ha sido? Repite insistentemente un policía mientras se me acerca.
– Nadie, nadie. He sido yo sola.
– Quieres una ambulancia?
– No, gracias (Para que? Estoy cabreada y sólo me duele un poco el brazo. Estoy muy cabreada conmigo misma.)
– Te hago algo? Quieres una ambulancia?
– Si puedes levantarme la moto de encima del pie, me harías un favor.
– Sí, claro.
– Llamo a la ambulancia?
– No hace… bueno… espera. A lo mejor sí porque este dolor en el brazo no es muy normal.
– Espera que voy a llamar a la ambulancia. – Se va mientras su compañera corta el tráfico en mi carril. Momento que aprovecha una señora para sacar su cabeza detrás de un autobús e identificarse como poseedora de un curso de primeros auxilios.

Manual de prácticas sobre que NO hacer cuando veáis un accidentado:
– No le digáis que tu marido no se acerca porque su hijo murió el año anterior de un accidente de moto. No mováis al accidentado del suelo. No le ofrezcáis agua y sobretodo no le preguntéis qué tal apoyando vuestra mano en la parte del cuerpo que le duele.

Como mínimo me mantuvo distraída hasta que llegó la ambulancia donde la médico le metió bronca a la mujer y me dijeron que seguramente tenía la clavícula rota mientras me metían analgésicos por un tubo. El conductor me pregunta donde vivo para decidir a que hospital llevarme, oficialmente vivo en UK así que me envían al más cercano. Hospital de San Pau. Llevo años queriendo visitarlo. Qué bien! cuando salga podré hacer una visita que nunca he conseguido. Cuatro horas después estoy en otra ambulancia de camino a la Vall d’Ebron mientras el conductor me explica sus aventuras sexuales. Ocho horas después estoy buscando a Gerard por la calle tengo mucha hambre y mucha sed, me compra un helado y lo adoro.

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Varias semanas de brazo semi inmovilizado hasta que me operan, me ponen un trozo de titanio, 14 grapas y me dicen que no lo mueva mucho “sí, claro…”. Menos de una semana después de la operación celebro San Juan saltando sobre una fuente de chispas, tirando petardos y viendo el amanecer sobre la ciudad. Dos semanas después de la operación estoy en Madrid y poco después en Londres. Aquí sí noto que he vuelto a casa, el clima me golpea, el Thamesis es marrón, conozco la ruta más larga y la más corta para llegar a donde quiero aunque no consigo recordar los números de autobús hasta que llego a la parada y los veo escritos. Cojo la ruta más larga, me siento y disfruto del recorrido. Me encuentro con amigos, nos encierran en un parque y con un brazo en cabestrillo salto dos veces una valla, hacemos una barbacoa, estoy con amigos. He vuelto!

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