Revista Opinión

La vuelta al trabajo y el maldito olfato

Publicado el 27 agosto 2012 por Cavalleto

Hoy lunes ha sido el día de regreso al trabajo tras unas merecidas vacaciones que siempre saben a poco. Y como cada año me pasa algo curioso que quería compartir con vosotros en esta ocasión. Quizás os pase también a vosotros.

Cuando estoy mucho tiempo sin ir al trabajo mi olfato se recupera mucho. Me refiero a que habitualmente no huelo ni mis propios pedos, es una especie de protección inteligente que tiene mi organismo. En el trabajo suelo estar rodeado de productos desagradables al olor, algunos químicos, otros biológicos, y así evito morir de asco o tener que llevar la máscara puesta todo el día. Así que cuando vuelvo de vacaciones mi olfato está limpio, purificado, a pleno rendimiento tras respirar el verde de la hierba, el aroma de mis geranios y el olor de la piel morena de mi niña.

Y claro, pasa lo que pasa. Que llegas, te toca trabajar con un poco de suero humano y te quieres morir. Es un aroma nauseabundo, ya os lo podéis imaginar. Luego me pongo a procesar algún reactivo que está hasta las trancas de azidas, fenoles o alguna guarrada parecida, y tu nariz dice basta, tienes que salir corriendo a buscar aire fresco para no caer de rodillas. El caso es que por suerte con el paso de los años mi olfato aprende a desaparecer cada vez más rápido. De hecho hoy a la hora de salir para casa ya casi no olía nada.

Mal olor

Imagino que para los que estáis todo el día rodeados de papeles, fotocopias, grapadoras, gomas de borrar, typex… Debe ser algo parecido, verdad? Siempre me acuerdo de cuando trabajé de maestro, el olor a tiza, el aroma a “niño” que traía al llegar a casa, ese olor a aula, a plastilina, a ceras de colores, a bocadillo de chorizo envuelto en papel de aluminio…

Hasta qué punto recuperar nuestro olfato puede influir en nuestra productividad en el trabajo? Imagino que alguien que trabaje en una pastelería oliendo todo el día las napolitanas de chocolate y las ensaimadas recién hechas tiene que ser una gozada, aunque de todo se cansa uno cuando de trabajar se trata.

Y ya no digamos el que trabaja en una tienda de animales, oliendo todo el día a excremento de tortugas, a caquitas de cachorros, a excrementos de periquitos…

Era sólo eso, una chorrada, la primera tras la vuelta de las vacaciones. No estoy para mucho todavía, necesito readaptarme al ritmo habitual del horario laboral. Pero prometo volver al 100% en unos días. Esperadme.


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