Revista Cultura y Ocio
La vuelta completa, por Juan José Saer
Publicado el 12 agosto 2012 por David Pérez Vega @DavidPerezVegEditorial El Aleph. 351 páginas (127-478 de este volumen). 1ª edición de 1966, ésta de 2012.
Después de Responso he seguido con La vuelta completa, segunda novela de Juan José Saer (Serodino, Santa Fe, Argentina, 1947 – París, 2005). Entre las dos encontramos una primera filiación: el lugar. Aunque, como ya he comentado en el blog, el espacio físico de las historias de Saer nunca es nominado -siempre es “la ciudad”- las calles de este espacio físico se corresponden con Santa Fe. En la página 181 leemos: “El coche llegó al bulevar y dobló a la derecha, en dirección al puente colgante”, este puente colgante es el mismo que cruzaban los personajes de Responso cuando iban en el taxi de Hermosura a la timba de cartas. Y en la página 208 también se nombra al mismo Yacht Club que aparece en la novela anterior. Si bien el tiempo narrativo de Responso se situaba en diciembre de 1962, en La vuelta completa estamos en marzo de 1961.
Al leer La vuelta completa, sin embargo, lo narrado en Responso parece quedarse algo aislado dentro del universo creativo de Saer, puesto que los personajes de esta primera novela no tengo constancia de que vuelvan a aparecer en otras, como sí ocurre con los de La vuelta completa. Aquí podríamos decir que asistimos al primer capítulo de un proyecto narrativo de décadas: en esta segunda novela aparecen ya algunos de los personajes más característicos de Saer, Carlos Tomatis, César Rey, Clara Rosemberg, Barco, Leto… sobre los que podremos leer en Glosa (1998), La pesquisa (1994)… y despedirnos en la comida final de La grande (2005).
La vuelta completa comienza cuando César Rey se encuentra casualmente con Carlos Tomatis en Correos. En realidad, Rey ha quedado con su amigo Marcos Rosemberg para comer. Durante la comida, Marcos le hace saber a Rey las sospechas que tiene sobre que se acuesta con su mujer, Clara; personaje que aparecerá no mucho después acompañando a Rey en coche, hasta un hotel fuera de la ciudad. La vuelta completa se divide en dos partes, y la primera El rastro del águila termina con uno de los personajes (prefiero no especificar cuál) intentando suicidarse en la habitación de un hotel.
La vuelta completa es una novela de fuerte contenido existencialista, algo por otra parte bastante de moda en la Argentina de la época, como podría atestiguar, por ejemplo, la publicación en 1969 de la novela Los suicidas de Antonio Di Benedetto. Los jóvenes protagonistas de La vuelta completa, muchos de ellos interesados en la literatura (Rey ha escrito cuentos, y Tomatis está escribiendo una novela) se interrogan constantemente sobre el sentido de la vida; por ejemplo, en el diálogo que se establece entre Rey y Marcos en el restaurante podemos leer: “Primero hay que determinar si la vida merece ser vivida” (pág. 147), y poco después: “Los «curados», o los que nunca han estado «enfermos», se especializan en sí mismos y escriben libros sobre la desesperación” (pág. 153)
En la página 235 empieza la segunda parte de La vuelta completa, titulada Caminando alrededor, y parece en realidad que empieza otra novela. La narración, en tercera persona, como antes, nos acerca ahora al personaje de Pancho, joven profesor de literatura en un instituto, atormentado por –como iremos descubriendo- problemas mentales que le hacen sufrir y no comprender el sentido de la vida. En Caminando alrededor, acompañamos a Pancho en sus interminables idas y venidas de la casa de sus padres -donde vive- hasta las calles del pueblo; igual durante el día que durante la noche, pues padece insomnio. En la pared de la habitación de Pancho se exhibe los retratos de Nietzche, Freud y Dostoievski, trinidad de autores que parecen regir los designios creadores de Saer en esta obra.
La narración de Caminando alrededor se ha iniciado un poco antes que la de El rastro del águila, pues según avanza la segunda –de bastantes más páginas que la primera- se alcanza alguna escena ya descrita en la otra, escena que se nos vuelve a describir ahora desde la perspectiva de otra persona. Y esta capacidad para describir las mismas escenas desde perspectivas distintas posiblemente sea uno de los mayores logros de esta novela.
Pancho, como también ocurría en El rastro del águila, está pensando en suicidarse; “La muerte era ridícula. No. La vida era lo ridículo, ese salto mortal sobre el abismo” (pág. 375)
En la página 301 Tomatis expone una teoría de la novela, que podría ser el credo del propio Saer: “El lenguaje de la novela tiene que tener la naturalidad de la vida; y en último caso, si algo tiene la obligación de ser fuerte en una novela (y no creo que sea imprescindible tal cosa) no tienen que ser las palabras sino los hechos”.
La narración de La vuelta completa transcurre en muy poco tiempo, apenas un par de días, y la prosa de Saer persigue los movimientos de los personajes de un modo obsesivo. Para acercarse a César Rey o a Pancho, el autor no nos pone al corriente de sus pensamientos, sino de sus actos; y en la prosa de esta novela abundan los verbos que expresan movimiento, conjugados en pretérito perfecto simple; “Un momento después se irguió, se volvió y se recostó contra la vidriera” (pág. 276).
Leo en la wikipedia que la crítica considera que Cicatrices –novela que cierra este volumen editado por El Aleph- es la primera novela madura de Saer.
Quizás en La vuelta completa se puedan encontrar aún algunos defectos o imprecisiones que hacen que en esta novela Saer no haya alcanzada todavía su madurez narrativa: el trasfondo existencialista y la tendencia al suicidio de los personajes parecen un tanto impostados; la narración pura de acciones –desprovista de pensamientos- a veces se hace algo mecánica y monótona; y la reflexión inserta en los diálogos hace que estos suenen demasiado pomposos y poco naturales.
En todo caso, si bien Responso era una narración clásica con los aciertos y limitaciones de juventud que ya señalé, La vuelta completa se acerca más al Saer de sus grandes obras; y debo señalar que muchos de sus temas y tratamientos narrativos están ya aquí: la amistad, centrada en esos encuentros festivos, donde los personajes parecen conocerse y filosofar comiendo o bebiendo; el cambio del punto de vista sobre la realidad; el gusto por el diálogo; el uso de la historia dentro de la historia (un relato borgiano sobre unos monjes que habitaron en la ciudad en el pasado, contado por Barco a Pancho, es uno de los mejores momentos del libro). Para mí, lo mejor de todo ha sido conocer los primeros encuentros juveniles de unos personajes que han desarrollado sus historias de madurez en alguna de las mejores novelas que he leído en los últimos años.