Revista Tecnología
Siempre he dicho que las consolas son una forma de desperdiciar el tiempo. La afirmación proviene de aquellas tardes de invierno en que las pandillas se reunían en los pisos francos. Horas y horas de juego. Largas esperas hasta que llegaba tu turno. Cerveza y panchitos. Fueron estas sesiones las que me llevaron a pensar que una vez que encendías la máquina no podías apagarla en menos de cuatro o cinco horas. Es un vicio. Yo tuve la Master Sistem II, de Sega. Y no volví a tener otra hasta que me regalaron la Wii.
Cuando uno tiene su tiempo ocupado, más allá de los videojuegos, las consolas se encienden sólo de vez en cuando. Cuando hacen falta. Y, la verdad, a veces son necesarias. He estado lesionado, con muletas, durante 3 semanas, y me he visto obligado a pasar muchas horas en casa. No todo es escribir, ver películas o intentar hacerlas. Un rato de entretenimiento, soltando adrenalina con el F1 2009, rompiéndote la cabeza con el Indiana Jones, o riéndote con el Mario Kart, es una actividad tan intrascendente como necesaria.
Ahora que ya no llevo muletas podré jugar también al tenis. En la Wii.