Revista Educación

La zona VIP

Por Siempreenmedio @Siempreblog

Hace meses ya, se celebró en Tenerife el Starmus Festival (fantástico) y decía un amigo que la entrada era carísima, que no todos los estudiantes podían permitirse un desembolso de 250 euros que costaba la entrada y que la ciencia no debería limitarse a los bolsillos más llenos sino hacerse accesible a todo el que sintiera interés por ella. La cuestión es para reflexionar y eso hice. Estaba totalmente de acuerdo con su premisa aunque luego pensé que la ciencia en sí no se encontraba en aquel festival sino en la facultad y que, por desgracia, ésta tampoco está al alcance de todos. «Eso sí que es grave».

En medio de esos pensamientos me descubrí a mí misma junto a la línea que separaba la zona viaipí de la zona de los “pobres” (entrecomillado después del atraco de la entrada, que para no estudiantes alcanzaba los 800 euros en taquilla). Cerca de aquella línea, que era imaginaria pero casi palpable, había una mesa repleta de jarras de agua y zumos. Vi pasar a cientos de personas junto a ella pero reparé en una mujer que le decía a una niña, “mira, aquí hay agua”, y cuando se disponía a pedirla (cartera en mano) le dijeron, “no, señora, esto es sólo para VIPs”. Vi a esa mujer retroceder intentando explicarle a su hija por qué aquella agua no se podía beber por más sedienta que estuviera. Y pensé, «esa niña está aquí dentro con acceso a la ciencia y sin acceso a ¡un vaso de agua! ¡Qué nos pasa?»
Y es que hay cosas de nuestra sociedad tan difíciles de explicar que nos quedaríamos rojos, muertos de vergüenza ante las preguntas de cualquier niño inocente.

Acabó el coffee break y volvimos a la sala. Allí sentada atendiendo a las charlas -interesantísimas todas- pensaba en aquellos compañeros que se habían quedado fuera, que no habían podido ahorrar el dinero para entrar y veía allí a los representantes del Cabildo de la isla sentados en sus asientos VIP junto a los científicos más renombrados del mundo y pensaba, «probablemente hayan disfrutado de alguna de las conferencias, digo yo que algo habrán entendido (eran bastante divulgativas), habrán fardado con amigos y familiares señalándose a sí mismos en la foto de grupo “mira, ahí estoy yo, y este de aquí es Brian May, el guitarrista de Queen”», así los imaginaba yo, siendo optimista y considerando que conocieran al grupo Queen (no iba a esperar que supieran quién era Roger Penrose). Pues sí, como en este festival, en tantos otros espectáculos, performances, actuaciones, celebraciones religiosas o no, hay una serie de asientos reservados a nuestros representantes políticos (casi siempre en primera fila), algunos vacíos, algunos ocupados por políticos que asisten por compromiso y se pasan la velada mirando el móvil y tanta gente en casa con tanta ilusión por ir pero sin dinero para permitírselo.

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No me dio para mucho la reflexión, sólo saqué en claro es que si yo hubiera sido responsable del reparto de asientos y hubiera tenido que explicar a mi amigo físico por qué en aquella silla estuvo un personaje probablemente elegido a dedo por el que se sentaba al lado (que entre los dos puede que ni tengan la más remota idea de qué significan las palabras átomo o cosmos), en lugar de haber podido ir él (que tiene su habitación empapelada con fotos, frases y libros de los participantes), sería yo la que se quedaría roja, muerta de vergüenza.


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