Revista En Femenino
“Era una mujer sarmentosa, de ojos dormidos y sonrisa cariada. El pelo renegrido y aceitado tenía más resplandor que los ojos” La viuda Ching, pirata – Historia universal de la infamia- BorgesAunque sus orígenes son un misterio para los historiadores, se cree que Shih Shih Yang o Shiang Gu nació en 1785 en algún lugar de China. Hacia 1801 se había convertido en la chica más bonita de un famoso prostíbulo flotante en Cantón, y precisamente allí conoció al señor Ching que desde 1797 dirigía el consorcio de piratas. El hombre se enamoró perdidamente de la alta y bella prostituta, única entre sus compañeras que no llevaba los pies vendados, y se casó con ella.
El Almirante Ching murió en confusas circunstancias (1) y su Viuda quedó al mando de seis enormes escuadras, con 500 barcos dotados de 25 cañones por bandas y 70.000 marinos.
“A sus tranquilas órdenes las naves se lanzaron al peligro y al alto mar”
La Viuda Madame Ching no se deprimió, había un negocio familiar que atender y sus comandantes –Pájaro y Sílex, Castigo de Agua de la Mañana, Sol Alto, etc.- esperaban de ella el comportamiento digno de una brava pirata…y ella ejerció un liderazgo sin discusión.“El reglamento, redactado por la viuda Ching en persona, es de una inapelable severidad…”
Con una metodología que hubiera despertado envidias a los actuales business management, organizó la empresa heredada, con mano de hierro. Su reglamento consignaba con meridiana claridad, por ejemplo “si un hombre va a tierra por su cuenta, o si comete el acto llamado ‘franquear las barreras’, se le horadarán las orejas en presencia de toda la flota; en caso de reincidencia, se le dará muerte”, prohibió “tomar a título privado la menor cosa del botín procedente del robo y el pillaje. Todo será registrado, y el pirata recibirá, de las diez partes, dos para él; las otras ocho corresponderán al almacén denominado fondo general. Tomar lo que quiera que fuere del fondo general traerá consigo la muerte”.
Sumaria y eficaz como ningún pirata antes que ella, Madame Ching comprendió inmediatamente la eficacia del “naming” y erradicó la palabra “botín” de su empresa; así las mercancías fruto de sus pillajes pasaron a llamarse “productos trasbordados”.
Mientras soplaban vientos de prosperidad (y se multiplicaban las aldeas arrasadas y el terror que sembraba a su paso esta reina pirata, dueña absoluta de los mares) el joven Emperador intentó destruirla en una serie de batallas en 1808, pero no lo consiguió. La Viuda Ching una y otra vez conseguía rearmarse y seguir con sus metódicas fechorías, y sus escuadras cada vez estaban más fortalecidas. Pero el Emperador estaba decidido a domarla y le envió al más terrible guerrero: Ting Kvei.
La Viuda Ching se preparó para la batalla como una fiera…”la sabía difícil, muy difícil, casi desesperada…” El almirante irrumpió en el mar con una enorme flota “terrible en estandartes, en marineros, en soldados, en pertrechos de guerra, en provisiones, en augures y astrólogos.”. Pero “la batalla nunca empezaba”.
“La viuda se afligía y pensaba. Cuando la luna se llenó en el cielo y en el agua rojiza, la historia pareció tocar a su fin. Nadie podía predecir si un ilimitado perdón o si un ilimitado castigo se abatirían sobre la zorra, pero el inevitable fin se acercaba. La viuda comprendió. Arrojó sus dos espadas al río, se arrodilló en un bote y ordenó que la condujeran hasta la nave del comando imperial. Era el atardecer; el cielo estaba lleno de dragones, esta vez amarillos. La viuda murmuraba unas frases: ‘La zorra busca el ala del dragón’, dijo al subir a bordo”.
La Zorra Madame Ching Shih se rindió. Antes, fue la Pirata más exitosa de la historia y la única que conservó su fortuna intacta luego del perdón imperial. Se dice que se casó con un gobernador, también que dedicó “su lenta vejez al contrabando de opio” y dejó de ser la Viuda Ching para asumir el nombre de “Brillo de la Verdadera Instrucción”.
(1) Las crónicas son contradictorias: algunas dicen que Ching desairó los honores imperiales y el título de jefe de los establos imperiales y continuó arrasando las costas de la China Imperial y los barcos mercantes hasta que sus víctimas lo mataron en una escaramuza. Otras versiones aseguran que Ching aceptó el “soborno” del joven emperador y sus colegas del Consorcio Pirata lo envenenaron con un plato de orugas venenosas servidas con arroz. Como fuere, lo más probable es que no tuvo una muerte natural.** Los párrafos y frases en color fueron extractados de “ La viuda Ching, pirata” – Historia universal de la infamia- Borges.
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