Estoy a punto de cumplir 9 meses ofreciendo a Ares lactancia materna y me ha dado por hacer balance sobre todo lo vivido durante estos últimos meses y dando un mensaje final a todas aquellas que han decidido no hacerlo.
Primero de todo, cuando pienso en los primeros días, me parece que fue otra vida. Es alucinante cómo vivimos las fases del post parto y cómo las recordamos cuando has pasado una nueva página.
Para mí, como para la mayoría, para qué negarlo, no fue nada fácil. Alguna de vosotras ya lo visteis en vivo y directo en Una decisión acertada. De hecho ya os contaba en el post de Cómo retiré la pezonera, que también tuve momentos en los que deseaba abandonarla. Pero no lo hice y aquí estoy, dándole a Ares su desayuno casero, 9 meses más tarde.
La decisión de amamantar a tu bebé, es una decisión muy personal. Aunque los expertos consideran que la leche materna es la mejor opción nutricional para los bebés, no siempre es posible. Y aquí me gustaría romper una lanza a favor de todas aquellas mujeres que han decidio darle biberón a sus hijos, por las razones que sean. Creo que, en ocasiones, vivimos en una sociedad cruel que te castiga por no tomar el camino que es “más adecuado” y eso es algo que me pone de mal humor. ¿Más adecuado para quién? Hoy en día la leche artificial cubre las necesidades nutricionales que el bebé necesita y el vínculo emocional será igual de fuerte dándole las dosis de cariño necesarias.
Yo he decidido este camino y seguramente mi decisión se ha viso influenciada por mi alrededor: ahora por ejemplo, pienso que hubiera continuado la LM exclusiva un poco más. Lo hice hasta los 5 meses y medio que le enchufé un biberón por las noches por miedo a que se quedara con hambre y por eso no descansara suficiente, por miedo a que rechazara la tetina y por tanto no poder alimentarlo cuando yo no estuviera disponible, por miedo a no hacer las cosas bien.
Pues ahora creo que los miedos sólo te los provocan y que seguramente si viviera en el campo y no tuviera influencias negativas, mi decisión hubiera sido diferente.
En cualquier caso, tampoco me lamento. Estoy satisfecha de lo que he hecho y cada vez escucho menos a los que me rodean. Si me equivoco, me equivocaré asumiendo las consecuencias. Y punto.
Ahora sólo le doy LM por las mañanas y es más como un consuelo para que recupere el sueño que por saciarle el hambre.
Y vosotras, ¿hubierais hecho las cosas diferente si no os hubieran calentado tanto la cabeza?