Revista Opinión
“Ladran Sancho, luego cabalgamos”. Esta frase erróneamente atribuida a Don Quijote viene que ni pintada para aplicarse a la situación actual en la que se intenta por todos los medios desprestigiar a una serie de líderes o movimientos que surgen o se consolidan en países y regiones hartas de ver como la dictadura pura y dura del capital no hace más que proponer soluciones en las que los ricos y poderosos son cada vez más ricos y poderosos, y los más desfavorecidos se ven abocados a hundirse cada vez más en su miseria.Sea Evo Morales o José Mujica en Latinoamérica, o Pablo Iglesias y su Podemos en España, lanzan una serie de propuestas que calan en los ciudadanos de a pie, pero no gustan ni un poco al poder político establecido, y aún menos al poder económico, que de facto es quien gobierna y rige nuestras actualmente no tan boyantes economías occidentales.Y ese establishment reacciona. Y lo hace con virulencia. Todas sus huestes, acólitos, seguidores y deudores se lanzan a buscar hasta el más mínimo resquicio de sombra con el que poder hacer daño a estos nuevos líderes y a sus movimientos. Cualquier declaración, relación o contacto previo que pueda ser usado en su contra, es difundido, amplificado, y si es necesario sacado de contexto o tergiversado con la única finalidad de intentar parar, o al menos enlentecer el avance, de unas ideas que calan en la sociedad y que son una piedra en el zapato de quienes quieren mantenerse a toda costa en sus posiciones privilegiadas.Maniobras chapuceras del tipo "cambiar todo para que nada cambie”, grotescas publicaciones en medios afines, periodistas, columnistas, opinadores, tertulianos. El sector conservador-liberal-capitalista-de derechas ha mandado a todas sus hordas al frente en una lucha denodada contra estos recién llegados que pretenden socavar unas estructuras en las que ellos están muy cómodos, cada vez más ricos, cada vez más poderosos, y que bajo ningún concepto están dispuestos a que sean modificadas.Todo el que está en el poder aspira a mantenerse en él contra viento y marea, pero ver a esta maquinaria trabajando a todo gas, resulta demasiado evidente y en muchas ocasiones roza el patetismo.