Revista Cultura y Ocio
Los tiempos de gloria de Redmond han quedado atrás. Del renombrado ladrón de guante blanco de fama internacional apenas queda una sombra, pero la presión constante de viejos compañeros de fechorías, la insistencia de una obstinada agente del FBI y, ante todo, los problemas de su hijo al heredar el negocio familiar, obligarán a Redmond a volver a entrar en acción, despertando viejas deudas y enemistades.
Mientras disfrutaba del éxito sin precedentes de la serie televisiva basada en su propia creación, Los Muertos Vivientes, el guionista Robert Kirkman decidió poner en marcha un nuevo cómic en el que pudiera explorar el proceso creativo que había aprendido en el mundo de la televisión. Así, a mediados de 2012 nació Ladrón de ladrones, colección de la editorial Image en la que el propio Kirkman se encarga del argumento y deja la labor de escribir el guión en manos de escritores que se van turnando por arcos argumentales, mientras que los responsables del apartado gráfico son siempre los magistrales Shawn Martinbrorugh y Félix Serrano. Con esta premisa, el encargado de escribir el primer arco argumental ha sido Nick Spencer, guionista de la irregular Vengadores Secretos. Los primeros números de Ladrón de ladrones no sorprenden demasiado: nos presentan a los protagonistas, sus conflictos personales, nos dejan entrever algunos dolorosos secretos del pasado y cuentan con una trama que bebe de las estratagemas de los canallas de Ocean's Eleven. Así, el cómic cuenta con un desarrollo correcto pero convencional, en el que lo que más llama la atención son los sucesos que han marcado a la familia de Redmond... pero entonces llega el segundo arco.
En esta ocasión, el guión corre a cargo de James Asmus, quien se ha encargado de la colección de Gámbito en solitario, y la historia cobra una nueva dimensión. En la segunda entrega de Ladrón de ladrones entran en juego más fantasmas del pasado, se descubre la carga que Redmond ha traspasado a su hijo, y finalmente se destapan las actividades en las que éste está envuelto, que incluyen negocios con un violento cártel. El cómic adopta el ritmo de un trepidante thriller, repleto de detalles elaborados, subtramas que quedan suspendidas en el aire, y por supuesto de escenas vertiginosas de las que no se sabe cómo saldrán los protagonistas. Después de su final abierto, espero con ganas el tercer volumen, que corre a cargo del siempre estimable Andy Diggle (autor de Los Perdedores).
Emulando de nuevo el formato de las series de televisión, el apartado visual corre a cargo del mismo equipo y son sólo los guionistas quienes van rotando. De este modo, Shawn Martinbrough se encarga de plasmar en viñetas los problemas de Redmond, y lo hace con maestría, haciendo gala de sus personajes bien definidos y de un curioso juego de claroscuros. Personalmente, el trabajo de este dibujante me fascina desde que lo descubriera durante su etapa en Detective Comics y en algunos números sueltos de Los Perdedores. En Ladrón de ladrones sorprende de nuevo con su trazo limpio, si bien se echa en falta que arriesgue algo más con la composición de página, pues a veces da la sensación de estar viendo una serie más que leyendo un cómic. Por suerte, esto se compensa con la paleta de colores de Félix Serrano.
Tras un comienzo lento, Ladrón de ladrones se consolida como un cómic que seguir de cerca dentro del rico panorama de la editorial Image, y también como una nueva jugada acertada de Kirkman, quien ya piensa en llevar el cómic a la pequeña pantalla. Por mi parte, espero con ganas el tercer tomo.