He despertado horrorizado, un sudor frío afligía mi cuerpo, he tratado de lavarme la cara y no he podido porque del grifo no manaba agua sino un líquido negro y pestilente porque mi ayuntamiento dice que con lo que pago no puede proporcionarme otra cosa.
He ido a la puerta de mi casa y he echado las 2 vueltas a la cerradura y he apoyado contra ella los 2 sofás que tengo en el cuarto de estar. Estoy tan aterrorizado que ya no sé lo que hago, pero no es para menos.
Resulta que ayer intenté sacar el dinero que tengo en mi cuenta en el Banco y el director me dijo que no me lo daba, le amenacé con volver con un notario y no sólo se río de mi sino que me dijo que estaba borracho:
-¿Un notario, a mí, pero si todo los días le pago miles de euros por todos los protestos de letras que me hace, qué requerimiento es el que me va a hacer, que no le entrego su dinero a v., pero es que realmente cree v. que su dinero es suyo, definitivamente usted está borracho, el dinero de ustedes, los cuentacorrentistas, no existe realmente y todos deberían ya saberlo, se trata de un crédito que nosotros les damos para que puedan comprar, con las tarjetas, todo eso con lo que los tenemos bien agarrados por los cojones?
-Y ¿los que no tienen dinero ni tarjetas?
-Esos ni siquiera existen, de verdad se lo digo. Y no lo hacen porque hoy, sin tarjetas, no se puede vivir, de manera que todos ellos han muerto.
Y no era sino la puñetera verdad. Las calles estaban llenas de zombis, unos seres horribles con la cara de Pepe, el defensa del Real Madrid, pero cayéndosele a pedazos de tan podrida, de modo que fui corriendo a la comisaría y comprobé asombrado que el policía de guardia que me atendió también tenía la cara de Pepe, oiga, le dije, que el director de mi banco se niega a darme mi dinero, se ha vuelto v. loco, me contestó, cómo quiere que el director le dé su dinero, primero, porque ya no es suyo y, segundo, porque v. se convertiría en una especie de terrorista pasivo cuando los ladrones criminales se enteraran de que v. tenía su dinero en casa, la asaltarían y le torturarían a v. y a los suyos hasta que se lo entregaran y entonces los matarían porque habían visto sus caras y eran capaces de reconocerlos no sólo ante nosotros sino también ante el juez, entonces, le pregunté mi dinero, el producto de toda una larguísima vida de trabajo, ya no es mío, claro que no, nunca lo fue, sólo ha sido la ilusión necesaria para que continuara trabajando, parece mentira que sea v. tan viejo y no sepa casi nada, el dinero no existe realmente, es una puñetera ficción, v. trabaja toda la vida como un perro y, para que lo haga pacíficamente, su empresario le entrega unos papeles que no sirven casi para nada porque v. no puede hacer otra cosa que trabajar y trabajar, siempre, indefinidamente, porque, si no lo hace, le aplicarán esa terrible ley de vagos y maleantes y no es que vaya v. a la cárcel, en donde comería gratis, no, es que lo echarán a v. a la calle de todos los sitios y ni siquiera encontrará v. una maldita cueva que compartir con los piojos y las ratas, de modo que se morirá pronto de asco, allí, sin agua y sin luz y serán sus compañeras las ratas las que realizarán la labor sanitaria de acabar con sus restos.
No me convenció el razonamiento del policía, de modo que fui a ver al juez pero no llegué a entrar porque en la puerta leí lo siguiente: “No existe nada tan justo, docto e incorruptible como los tribunales españoles, y si a ese carácter general añadimos el del sacerdocio católico, nos convenceremos sin ninguna necesidad de pruebas, de que no puede haber en el universo nada más tranquilo, circunspecto y humano por naturaleza que el tribunal de la Inquisición”. Firmado, el juez Varela, instructor de la causa contra Garzón, en el Tribunal Supremo, por haber intentado ayudar a los familiares de los asesinados por el franquismo en las cunetas de las carreteras españolas, a encontrar los cuerpos de sus deudos, en virtud de una denuncia presentada por Falange Española, aquella que fue precisamente la que los asesinó.
De modo que no tuve otro remedio que elevar mis ojos al cielo y decir Señor ¿por qué me persigues de esta manera? y El me contestó, ¿persecución? Pero si no te he dado aún la infinitésima parte de lo que te mereces y entonces fue cuando me desperté horrorizado, viendo como Sergio Ramos, oyendo las notas del himno nacional, elevaba sus ojos al cielo, rezando.
Y entonces llegó el bueno del ministro Wert y dijo voy a suprimir las becas porque no es justo que estudien esas larguísimas carreras universitarias los que luego no van a tener sitio donde ejercerlas, evitemos a los hijos de los pobres un esfuerzo tan inútil y el ministro se fue al Bernabéu porque, según confiesa, es forofo del Real Madrid.