Lagarto Amarillo visitó el pasado jueves por primera vez en Valladolid. La Sala Porta Caeli pudo disfrutar de su espectáculo.
Una cola nunca vista aguardaba la apertura de puertas en la sala Porta Caeli. Gente de lo más variopinta, jóvenes, mujeres y hombres de todas las edades conformaban un grupo de lo más heterogéneo.
Tras la espera de rigor y las presentaciones pertinentes por parte de Cadena Dial, Patricia y Jose M salían de su camerino entre aplausos colocándose a ambos lados del pequeño escenario de la sala, dejando el sitio central para el otro Mora que se estaba haciendo de rogar.
Por fin apareció para acompañar a sus hermanos, el parecido es más que evidente entre ellos pero sus estilos y vestimentas completamente diferentes conforman una imagen de lo más sorprendente. Patricia, con un elegante vestido y con bombín, Pablo más informal y Jose M de lo más elegante.
Parte de mí fue la encargada de abrir la actuación. El ambiente se iba caldeando y el público, fiel a Lagarto, comenzaba a corear, aún de forma tímida, sus canciones.
Tras la primera canción, Pablo aprovechó para presentar el concierto y para afirmar que estaban “alucinados y encantados” a lo que añadió “y ¿sabéis por qué?…porque a veces se juntan dos ríos…”. El público rompió en aplausos e hicieron de coristas de los Lagartos en la canción Por eso.
La alegría y la positividad de que hace gala este grupo se hizo más que evidente a lo largo de toda la actuación. El simpático Pablo que no solo sorprendió al público con su dulce voz sino también con su gracia y picardía, contó una graciosa historia sobre una novia llamada Azucena que vivía en Valladolid que hizo reír al público a la que no encontró el momento de decir… yo nunca quise que tú te fueras.
Tras Una vez más, llegaron los agradecimientos a Cadena Dial y el público, parecía que fuesen a marcharse pero no fue así. Ante el molesto e irrespetuoso murmullo del público durante buena parte del concierto, una voz procedente del propio público acalló la sala.
Lagarto Amarillo agradecido por la anónima voz, interpretó una de las canciones más esperadas. El momento culmen del concierto creó una conexión más que mágica entre el público y los artistas quienes aunaron sus voces para dejarse la piel y las gargantas.
El concierto parecía haber terminado, los cantantes se levantaron y haciendo reverencias a los allí presentes parecían dispuestos a abandonar el escenario, sin embargo, no se hicieron mucho de rogar y en seguida se sentaron de nuevo arropados por los gritos de “otra, otra” procedentes del público.
El romanticismo inundó la sala cuando, Pablo comenzó a susurrar Culpable. Difícil imaginar que esa cara de no haber roto nunca un plato y esa dulce voz pudiesen ser culpables de algún mal.
Fieles a la alegría que los caracteriza no podían terminar de otro modo que convirtiendo la actuación en una fiesta. Los domingos por la tarde es una canción más que propicia para ello. El publico, manos en alto, acompañaba y reía las bromas a los hermanos Mora que presumían de una compenetración especial sobre el escenario.
La gente sonreía, los artistas sonreían y la oscura noche pucela se tornó luminosa gracias a Lagarto Amarillo.
María Álvarez Escalante
Proyecto de periodista. Rock para vivir, música para sobrevivir. Pilas de libros para leer y mucha política que debatir.