En 1942 fue descubierto un lago glaciar en Uttarakhand, un estado situado al norte de la India que colinda con el Tíbet y Nepal. El lago se sitúa a 5,029 metros sobre el nivel del mar, lo que explicaría porque lo que ocurrió allí hace más de 2,800 años permaneció oculto hasta hace relativamente poco.
El nombre de este lago es Roopkund, y nadie habría imaginado los acontecimientos que tuvieron lugar allí alrededor del 850 a.C. Cuando el invierno empieza su marcha y el hielo comienza a derretirse, es posible ver cientos de esqueletos humanos bajo la superficie o flotando entre las aguas.
Los primeros informes de estos huesos datan de finales del siglo XIX, pero fueron bien documentados hasta el año 1942. Inicialmente se pensó que estas osamentas pertenecían a soldados japoneses que transitaban por la zona, y que luego perecieron debido a lo inhóspito del terreno. Como la Segunda Guerra Mundial se encontraba en pleno apogeo, los británicos se apresuraron a enviar un contingente de investigación para determinar si habían dado con algún movimiento secreto del enemigo. Sin embargo, luego de la investigación, se reveló que los cadáveres no podían pertenecer a soldados japoneses ya que no eran recientes.
Algunos de los exploradores británicos enviados a Roopkund, y muchos estudiosos supusieron que todos estos huesos habrían pertenecido al general Zorawar Singh de Cachemira y sus hombres, que se dice perdieron el rumbo y perecieron en el Himalaya, durante su viaje de retorno después de la Batalla del Tíbet en 1841. Pero las pruebas de carbono 14 realizadas a los cadáveres en la posterior década de 1960 desestimaron totalmente la teoría. Los resultados de dichas pruebas indicaron vagamente que los esqueletos podrían datar de un punto en el tiempo entre el siglo XII y XV. Estos resultados condujeron a muchos historiadores a vincular los huesos a un ataque fallido de Mohammad Tughlak en el Garhwal Himalaya. Otros creyeron que se trataban de los restos de las víctimas de una epidemia desconocida. Y unos pocos antropólogos pusieron sobre la mesa la teoría de un suicidio ritual.
Fue hasta el año 2004 cuando un equipo de científicos europeos e indios decidió investigar a profundidad esta zona, con el patrocinio del Canal de la National Geographic, la terrible verdad del misterio de los huesos del lago Roopkund comenzó a salir a la luz.
Las pruebas de ADN practicadas situaron a los cadáveres en dos categorías físicas distintivas – unos de baja estatura y otros significativamente más altos. Los resultados también revelaron que los huesos provenían de una época mucho más temprana de la que se pensaba. Una nueva datación por carbono estimó la fecha alrededor del 850 a.C.
Las fracturas en la parte posterior de los cráneos indicaban que habían muerto debido a un golpe letal en la parte posterior de la cabeza, pero no causado por una avalancha o deslizamiento de tierra, sino hecho por un objeto redondo y contundente del tamaño de una pelota de cricket. La ausencia de otras heridas en el cuerpo indicaba que el golpe había venido desde arriba. La única explicación posible para lesiones de este tipo a este gran número de individuos era algo que hubiera caído del cielo, como una granizada.
No existe evidencia histórica de rutas comerciales hacia el Tíbet que atravesaran por Roopkund, sin embargo esta área se sitúa sobre una importante ruta de peregrinación del culto a Nanda Devi, cuyas festividades tienen lugar cada 12 años aproximadamente. El grupo compuesto por entre 500 y 600 personas se asemeja más al de un peregrinaje. El grupo de los primeros viajeros había estado compuesto por personas del mismo sitio que contrataron a guías que conocían el lugar para que los llevaran y cargaran sus equipajes a través de las altas montañas. Al llegar a este lago, al que probablemente habían descendido en busca de agua fresca, un grupo de nubes se habrían posado sobre ellos. Sin un refugio disponible en el Himalaya lo más probable es que muchos, o todos ellos, perecieran ante el embate del clima. Las heladas aguas conservaron sus cuerpos durante cientos de años. Algunos de ellos aún tenían el pelo y las uñas, así como conjuntos de ropa intactos. FUENTE