Siempre se ha dicho que la mejor foma de saber y ampliar conocimientos es leer y viajar. Conocer otras culturas, ver cómo viven y como resuelven los problemas que tú también tienes. Asimilar nuevos y sorprendentes conocimientos para hacerlos propios. En eso siempre nos ha maravillado las culturas de los pueblos asiáticos, pero, oye, en occidente también tenemos cosas valiosas que descubrir y quedarse para uno.
Seguro que si a todos nos preguntan algo sobre Suecia nos salta a la cabeza cierta tienda que nos vende, por el mismo precio, un mueble y distracción para toda la tarde o eso o los temibles Vikingos dando gritos en un Dakkar (pues lo siento, ni eran tan salvajes ni llevaban cuernos en sus cascos, cosas del cine). Pues resulta que dicen que los suecos son muy dados a la filosofía Lagom, algo que si nos lo grabásemos a fuego seguramente nos haría más felices (aunque estoy seguro que no todos, que en todas partes cuecen habas).
¿Qué es eso? Pues Lagom es un concepto que podríamos traducir como nuestro “suficiente” y lo puede envolver todo. Se trata de saber cuándo decir basta, cuando parar cuando ya se tiene suficiente de algo, sin que sobre y sin que falte. Saber el momento en el que una cosa ya te hace feliz y no necesitas más, casi nada.
Si hay algo de lo que estamos enfermos hoy en día es de acaparar, nunca tenemos bastante. Si tenemos poco queremos más pero como siempre pensamos que tenemos poco caemos en un bucle sin fin que nos lleva a cometer verdaderas obscenidades como trincar el dinero de las mascarillas en plena pandemia para comprar relojes Rolex si se tercia.
No somos capaces de acertar a la hora de decir basta porque no existe la mesura a nuestro alrededor. Todo está sobredimensionado, todo se sirve a granel. ¿Si hay guerra? Hasta la saciedad, ¿si toca Eurovisión? Hasta quedarse sordo, ¿cotilleo vacío? Hasta que se fundan los programas de la tele. Nada tiene límite porque se trata de que no tu no lo tengas, se trata de que no te sentas nunca feliz ni satisfecho, se trata de venderte cada vez más, de conseguir atarte como sea. Estamos acostumbrados a ello. Vivimos unos tiempos en los que el equilibrio se perdió. Pero tú puedes restaurar el tuyo. Piensalo, no se trata de volverse un monje eremita, pero si de ser capaz de levantar la mano y gritar LAGOM!