Por Julio Regil Herasme.
Lágrimas de Tinta
Suenan las campanas de mi ciudad; es un Domingo cualquiera. Cálido y fresco. Son las siete, se huele el café, la ciudad despierta. En el horizonte repunta el sol y un gallo compite con el campanario....
Suenan las campanas de la Iglesia; avisan de un nuevo día, del culto. No ocultan el luto, redoblan la tristeza y transmiten el llanto en toda la San Bartolomé, al ayuntamiento, a la Cambronal. El parque viejo es un sepulcro inmutable.
Suenan las campanas del lamento; se hizo un silencio espeso en las ondas, en el papel y en algún canal. Ya no habrá quien nos cuente la historia reciente: nuestras lágrimas del 65, nuestros héroes y sus batallas, ¿ahora quién lo hará? ¿quién contará con tanta maestría nuestro grito constitucionalista?
Suenan las campanas como si fuese la última vez. Dicen adiós. Lágrimas de tinta en la capital. Un silencio cortante; murió una pluma privilegiada, una mente brillante. Murió una parte nuestra, una voz de huracán... un hombre sencillo, un comunicador sagaz.
Suenan las campanas diciendo, “adiós inmortal”; suenan como balas de salva al firmamento, rindiendo homenaje a un hijo de su tierra, a un hombre que siempre empuñó algún arma, siempre para salvaguardar este pedazo de isla tantas veces mancillada. Sus manos, su cabeza, su voz al servicio de su país, pero sobre todo al de sus principios. Nada mas podemos pedirte. Lo diste todo.
Suenan las campanas y enmudece la mesa del Dominó. Nos quedamos sin un frente. Se nos fue un Titan, un trueno... se fue un pilar de la prensa escrita; el referente de sus hijos. Se ha ido parte de nuestra sangre, un pedazo de Neyba, un pedazo de los Herasme.
Suenan las campanas por el mas joven de los vástagos de una dinastía. Lágrimas negras, de tinta.
Suenan las campanas en reverencia. Adiós, querido, pero aquí te quedas, porque nadie puede borrar 50 años de entrega, ni mente tan obtusa que lo olvide.
Julio R. HerasmeEditado en Neiba, Cabecera de la Provincia Bahoruco, República Dominicana.