Resulta evidente que la Revolución Catalana ha sido algo así como “una mierda pinchá en un palo”. En pocos días se ha disuelto como un terrón de azúcar en un vaso de agua. Las consecuencias del descalabro final, después de todo lo que se había adelantado, tendrá repercusión durante muchos años.
Hay que reconocer méritos en el gobierno de España que ha dado golpes efectivos en los últimos días. Y también grandes cagadas en los dirigentes catalanes que a última hora sintieron vértigo, miedo o pendejada, y han ido improvisando chapuzas y actos muy alejados de lo que se les suponía. Y de esto no se libra ni uno sólo de los cabecillas. Por no servir, ya ni siquiera servirán como mártires o héroes encarcelados. No se merecen que la gente de aquí se preocupe siquiera de la suerte que les toque correr en el futuro o los años que les toque cumplir.
Y ahora, a la sociedad catalana que odia a España, que es mayoría, se le presenta una disyuntiva el 21 de diciembre, o no ir a votar y con ello dejar el poder a los nacionalistas españoles del patio, o volver a apostar por partidos supuestamente separatistas, sean cuales sean los candidatos que se presenten y los programas que anuncien. Imagino que apuesten por la segunda variante, sobre todo para evitar que triunfe la primera.
Todo lo anterior no indica sin embargo que el sentimiento separatista catalán haya desaparecido. Más bien al contrario, ahora además se siente herido y humillado. Está por ver como se recompone en el futuro próximo y que personajes lo representan y dirigen…. Imagino que se prescinda de los directivos pijos de Barcelona y tome una deriva más radical y cercana a la gente de provincias y pueblos que son los que hasta ahora, incluso a día de hoy, mantienen posiciones firmes contra el Estado Español.
La gente separatista no ha fallado en ningún momento. Estaba preparada incluso para una resistencia larga y efectiva. Para huelgas masivas, para movilizaciones de todo tipo, para ocupar instituciones y colapsar pacíficamente el funcionamiento de toda la Comunidad autónoma. Tenía acojonados a los españolistas que se sentían arrinconados y casi derrotados. Pero todo ha cambiado en pocos días, la fuerza del estado español se ha impuesto y la cobardía e inacción de los dirigentes separatistas ha dejado una sensación de incertidumbre y frustración bastante grande. Muchos ridículos, uno detrás de otro.
Hubo dos momentos importantes, el primero a raíz del referéndum del 1 de octubre. El error del gobierno central con la policía dando palos recorrió las portadas del mundo. Se podía entonces hacer dos cosas, o recoger beneficios y parar máquinas con el argumento de evitar una masacre mayor por parte de España si se seguían las promesas prometidas, o seguir hacia adelante usando la táctica de hechos consumados. Ellos usaron la segunda pero de forma lenta e indecisa y dieron así aire de recuperación al gobierno español.
El segundo momento fue el 27 de octubre, que después de cien titubeos declararon en voz muy baja la República Catalana. Si lo hacían tenían que ser consecuentes y usar toda la fuerza de la gente que les apoyaba, poner en funcionamiento todo el andamiaje de resistencia que se suponía preparado, salir al balcón de la Generalitat, quitar la bandera española y asumir y enfrentar todo lo que el gobierno central pudiera disparar, a la espera precisamente de errores como los del dia 1 de oct.
También se equivocaron, se quedaron atónitos con lo de las elecciones del dia 21 de diciembre anunciadas por Rajoy y por el resto de las medidas de limitado alcance que caían por efecto del 155. Ya días antes habían hecho estragos las deserciones y las divisiones entre la cúpula. A continuación la debacle, los silencios, las huídas, los papelazos en Europa, la aceptación de las elecciones del 21 y el dejar a la población separatista perpleja y llena de incertidumbre.
Creo que mucho les desconcertó la nula respuesta internacional a la República declarada. O su trabajo previo en ese sentido fue muy malo o se creyeron ingenuamente las noticias de Russia Today que les auguraba un apoyo de hasta doce estados europeos que le darían de forma inmediata cierto apoyo a una Cataluña independiente. Ingenuo puedo ser yo, pero no un grupo que dirige durante años una revolución separatista y pacífica en el seno de Europa.
La situación se torna difícil para la población catalana que no comulga con el modelo español, que insisto, sigue siendo mayoría. Ahora no votarán con ilusión a los partidos que dicen representarlos, ahora recelan de ellos tanto como de la monarquía o el gobierno central. No les queda otra que esperar nuevos momentos, figuras y acontecimientos. En tanto se tendrán que conformar con la buena vida que disfrutan en esta parte de España, con los encantos de la zona y con seguir menospreciando, con alguna razón, a los madrileños y a otros españoles que les envidian.
No sientan pena por mí como separatista. Todo mi esfuerzo se limitó a depositar un boleto en una urna china. Por contra, he disfrutado de un entretenimiento continuo, con momentos de emoción incluidos. Como nada ganaba o perdía con el resultado final del evento, sigo con mi vida normal, pensando lo mismo y esperando ahora nuevos capítulos de la misma serie. Con un buen jamón extremeño, un vino de la Rioja y unas coplas de fondo todo se soporta. Saludos.
Catalán