Una reciente protesta contra la Iglesia católica, con actos lésbicos ante el altar de una pequeña capilla en la Universidad Complutense, en Madrid, fue justificada como una “performance” laicista por su medio centenar de actores.
Se planificó en un local de los muchos que hay en las facultades, en este caso la de Políticas, cedidos a las asociaciones de estudiantes, mayoritariamente ideologizadas y especializadas en la agitación.
Son espacios que contrastan con los de las universidades de países más avanzados, en los que los estudiantes albergan sus asociaciones en edificios cercanos, pero ajenos, a los de estudio.
Lo que puede explicar parcialmente el fracaso de las universidades españolas en la competencia internacional: los radicales organizan protestas perennes que presionan a los demás alumnos y obstaculizan las actividades académicas.
Esas asociaciones deberían ubicarse en lugares separados, como la capilla atacada. No entorpecerían los estudios ni violentarían a quienes piensen de manera diferente. Y con iguales derechos de expresión, laicistas y creyentes.
El asalto en Madrid y las amenazas en otras facultades muestran no laicismo civilizado e ilustrado, universitario, sino intolerante, pendenciero y, por las formas, macarra.
Señala un odio histórico, quizás hacia el desaparecido nacionalcatolicismo franquista, sólo reacomodado por curas localistas, pequeño-patrioteros autonómicos, aunque catolicismo significa universalidad.
El catolicismo actual carece de poder político, y sólo le propone normas de vida y costumbres a sus creyentes; y aunque trata de influir en la sociedad, carece de fuerza ante las iniciativas laicas de los partidos políticos.
Según Esperanza Aguirre los estudiantes no habrían hecho lo mismo en una mezquita. Naturalmente. Pero no sólo por miedo: llegará el día en que llevarán turbantes y chador, y rezarán arrodillados cabeceando hacia a La Meca.
La mayoría de los conversos españoles al islam vienen de ambientes antisistema, de las ramas ácratas y comunistas, fácilmente fanatizables. Antiguamente serían fervorosos nacionalcatólicos.
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SALAS observa alguno de los nuevos rituales.