Revista Cultura y Ocio
Otra vez la luna como presencia determinante en una novela de Care Santos, que fue galardonada con el prestigioso premio Edebé. Se trata de Laluna.com, que tiene como protagonistas a tres adolescentes muy singulares: Cristina, bellísima y escultural, aunque un poquito sosa en su capacidad comunicativa; Amador, un lector voraz, tímido y campeón de ajedrez; y Cira, excelente escritora, lenguaraz... y dueña de una nariz anormalmente grande. El eje argumental de la novela es muy sencillo: Amador, primo de Cira, está enamorado de la atractiva Cristina; y como no sabe de qué manera atraerla, le pide ayuda a su prima, porque las dos chicas pertenecen al mismo equipo de amantes del deporte de riesgo. El muchacho, por desgracia, ignora que Cira está también enamorada de él, pero jamás se ha atrevido a comentarle esa pasión a causa de su repelente apéndice nasal. Curiosamente, no se niega a prestarle su auxilio, sino todo lo contrario: comienza a escribir correos electrónicos donde, utilizando el nombre de Cristina, se dirige a Amador para ir consolidando sus relaciones. Obnubilado por su sentido del humor, su dulzura y su prosa, el chico cae rendido a sus pies... Pero entonces se genera un problema en el corazón de las dos muchachas: Cristina, porque sabe que Amador no está enamorado en realidad de ella, sino de la imagen que se ha formado tras leer unos correos que no son suyos; Cira, porque está ayudando a que su primo se aleje de ella, para arrojarse en los brazos de una chica vacía pero espectacular, con la que ella no puede competir físicamente... No es necesario ser una persona muy versada en literatura para descubrir que Care Santos está rindiendo aquí un homenaje a Cyrano de Bergerac. Pero no lo hace de un modo plano o aburrido, sino que pone en funcionamiento todos los mecanismos textuales imaginables (dejar que hablen en primera persona todos los personajes, aportar conversaciones de correo electrónico, introducir digresiones sobre narices o sobre la luna, etc), que convierten esta novela en una pieza en continuo movimiento, muy fresca, muy sincopada, llena de humor (la secuencia donde se sustituye la famosa amorosa del balcón por un telefonillo de portero automático es tan atinada como ingeniosa) y donde, sobre todo, la escritora catalana muestra un profundo conocimiento de los adolescentes, sus sentimientos, sus modos de hablar y su forma de ver la vida.