Revista Opinión

Lamentablemente, ilusión y positivismo no significa lo mismo para todos

Publicado el 06 junio 2019 por Carlosgu82

Hace falta volver a transmitir credibilidad, la sensación de que “sí se puede” se está perdiendo, y eso está frustrando a la gente.

Hoy me ha surgido un dilema que hace unas semanas solamente hubiera creído imposible considerar, y es que en la mente de muchos que suponía demócratas, progresistas y tolerantes no cabe lugar a la autocrítica. Hubiera depositado mi confianza plena en la certeza de que nunca condenarían a otros por su pensamiento diferente y más aún, que jamás negarían y castigarían su expresión. Mi error ha sido creer que eran capaces no sólo de tolerar a aquellos a los que ideológicamente se oponen, sino también de discrepar abiertamente y con argumentos de peso. Pero no, hoy he visto que no. Estos a los que consideraba compañeros de ideario, arrebatan esas libertades de las que ellos disfrutan y que piden para sí a personas que consideran enemigos. E incluso a aquellos que no lo son, como yo mismo.

Hoy he aprendido con dolor, que el totalitarismo, aparte del nazismo o fascismo también puede venir del comunismo, es decir, que son lo mismo, el principal problema de nuestra época. Nunca he sido comunista, yo me considero socialdemócrata, pero no quería ver en el comunismo de este país un marxismo dictatorial como el de China, Rusia o Venezuela. Ahora entiendo cuando Popper decía que aquellos que apoyan el pensamiento totalitario lo hacen siempre con metodologías equivocadas, a veces intolerantes y violentas sin importar su pensamiento ideológico primitivo. Lo ideal sería dialogar con aquellos que defienden doctrinas diferentes. No hay nada más importante que la razón, única vía que tenemos para llegar a la verdad. El problema es que los fascistas también pueden ser de izquierdas, un redactor de esta página ya me lo adelantó en una ocasión cuando debatía con él sobre este concepto. Defender y promulgar erróneamente ideologías equivocadas de manera intolerante no sólo es propio de la extrema derecha. Pero lo más peligroso no es sólo que estén equivocados, lo más peligroso es que intenten imponer mediante el engaño sus ideas, y el engaño es, de alguna manera, un acto de violencia en sí mismo

Sólo la tolerancia puede traer paz social, sin ella la humanidad recaería en la barbarie y en la penuria de las épocas bárbaras. Sin embargo, para muchos falsos progresistas es más bien al revés, sus ideas deben ser protegidas de sus oponentes, de modo que la tolerancia ilimitada resulta incompatible con el nuevo concepto de izquierda indignada. Nuevamente recurro a Popper para expresar esta postura en lo que él denominó la “paradoja de la intolerancia” es absolutamente absurda y una auténtica falacia.

Parte de mi cabreo con esta falsa izquierda progresista de tolerancia limitada es debida a que mezcla peligrosamente los significados de progreso con una autarquía unilateral e interesada sin razonamiento ni crítica propia alguna, son la voz de su amo sin saltarse ni una coma. Llevo más de ciento treinta artículos en esta plataforma, creo que ya se me conoce ideológicamente. He tenido mis roces con personas que opinan diferente, pero han sido siempre desde el respeto y el diálogo, y ayer, en una crítica razonada, que quizás me duela más a mí que a aquellos que me critican, en mi artículo “Podemos: así no”, se me ha criticado y vapuleado de manera sesgada e impertinente por aquellos que hace unas semanas me alababan y ensalzaban cuando mis ataques iban dirigidos hacia la derecha. Pues bien, señores, yo sigo siendo el mismo, y tengo más ilusión que todos ustedes en su intolerancia, por que Podemos vuelva a ser ese partido fresco y potente, con ideas necesarias y básicas para el avance de España, sólo he dicho que hoy por hoy ya no lo es y no porque los Estatutos fundacionales hayan cambiado o porque sus bases de votantes e inscritos lo hayan pedido, sino porque sus dirigentes principales se han convertido en casta. ¿No es eso contra lo que luchábamos?

Pero como estos que me critican no saben siquiera qué están leyendo cuando pasean sus ojos por los párrafos que escribo, en un derroche de estulticia y empecinamiento, por otra parte beneficioso para mí, ya que en su afán de criticarme y votar desfavorablemente mi artículo, se pasean por el mismo aumentando amablemente en su imbecilidad el número de visitas que se traduce en céntimos en mi haber, estallan contra mi reflexión y contra mí mismo con idioteces como que soy un traidor o me he hecho de Vox. ¡Qué pobres! ¡Qué cretinos! ¡Qué ignorantes!

Por esta razón la división de la izquierda es siempre tan notoria, por la sandez de aquellos descerebrados que la propulsan con su profundo empecinamiento en querer tener la verdad universal de su lado, y por eso las derechonas (PP, Cs y Vox) se frotan las manos y aplauden a rabiar la gansada de los que siempre caminan a contrapié, los fanáticos de una marca y no de unas ideas. Y así, la izquierda está perdiendo el norte. Esto se conoce como cainismo. Hay que dejar de mirarse el ombligo de la pureza filosófica izquierdista. Y estar menos pendientes sólo de salvar el culo y los sueldos y trabajar por aquello que siempre nos ha movido, el bienestar de nuestro pueblo, de nuestros conciudadanos. Porque el problema, señores, es que hemos hecho habitual en la izquierda el divide y resta sobre el suma y sigue. Batallas de egos y personalismos, en lugar de ideas. Este es nuestro mayor mal y lo hemos hecho tradicional. Así nos va.

Y ahora, dos caminos tenéis, compañeros, pasearos por mi artículo y subiéndome las visitas llenar mi monedero con vuestras críticas despiadadas y nada meditadas, o usar vuestro pensamiento crítico y daros cuenta que por la vía del conflicto siempre seremos esa izquierda que mejor le viene a las derechas.


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