Revista Libros
Escritor: Shalom Auslander
Se cuentan en las yeshivas (escuelas religiosas judías) ortodoxas como ejemplo de lo importante que para un judío debe de ser la circuncisión, que hubo una vez, en un campo de concentración, un nazi que informó de que todos los bebés judíos iban a ser asesinados. Una anciana, al oír semejante noticia, se tira a los pies del nazi, y le suplica que le dé su cuchillo. El nazi, pensando que se iba a suicidar, se lo da. Ella corriendo, se gira, coge a un bebé, y le corta el prepucio, y mirando al cielo, pronuncia: “Nos has dado un niño, y nosotros te devolvemos un judío”.
Shalom Auslander, de 1970, es un levita algo extraño. Es un hipocondríaco de los desastres, accidentes, y desgracias. Tiene sus razones. Es que conoce muy bien al Todopoderoso, y sabe cómo se las gasta. Vive con una constante sensación de culpabilidad. “¿estoy causando con mis relatos estos ataques de la yihad islámica?” Y es que mantiene una nada constructiva relación con Dios. “Dicen que no soy religioso, porque no cumplo con los ritos. Pero se equivocan. No soy practicante. Pero soy religioso de una manera muy dolorosa, agobiante, incurable. Creo en Dios. Para mí un auténtico problema”.
Shalom Auslander tenía la gran suerte de ser miembro de una comunidad que había sido 'la elegida', y tener por tanto a “ese Dios como regalo”. Pero “la inclinación al mal” le llamaba: la curiosidad por la vida de esos no elegidos. Empezó a incumplir, y mientras incumplía miraba para arriba, esperando de un momento a otro la ira de Dios, que todo lo ve.
Este judío educado en la tradición ortodoxa, pero en comunidades judías dentro de EEUU, tiene ahora 35 años, y su hijo está a punto de nacer. Escribe este libro. Quiere que el día de mañana, su hijo entienda, por qué no va a ser educado como él lo fue, y mientras va escribiendo se va debatiendo en si va o no a circuncidar a este hijo. Pero esto no lo sabremos hasta el final.
El libro cuenta con detalle, y mucho sentido del humor este mundo judío de las comunidades ortodoxas. Y el proceso por el que poco a poco va separándose de estas raíces, en la medida de lo posible, porque hay secuelas irreparables. En este proceso lee a Spinoza, Nietzsche, Kafka, Beckett, Sam Davis y Richard Dawkins, entre otros. Consigue con sus ironías y aparentes exageraciones, hacer de lo que en realidad es un drama para él, algo divertido para el lector.
Sacado de entre estos libros, una cita de Beckett al que él solía echar mano: “la vida es un ciclo absurdo y tragicómico de aflicción y aislamiento salpicado de momentos desesperados en los que ridículamente creemos en un salvador que nunca llega”.
No hay que olvidar otros análisis que muy de pasada se dejan caer, como una crítica a la desigualdad que existe en EEUU, y también que en lugar del ateísmo que esperaba encontrar en este otro mundo de los no elegidos, reflexiona de la existencia de un tipo de politeísmo, “quizá no tan vengativo, aunque inspiran una adoración no menor entre sus seguidores. Los dioses superiores: moda, dinero, éxito y poder; los dioses inferiores: coche, gimnasio, buen barrio, etc; la Biblia: The NewYork Times ….”
Como despedida, un cotilleo:
Sus amigos, más prácticos que él, encontraban que había un narcisismo en su relación con Dios. Y en tono de broma le llamaban, Jesucristo, porque como le decían “tienes un ego que no te cabe”. (¿Por qué para un judío, Jesucristo es un personaje de mucho ego?)