Revista Mundo vegetal
El lamió blanco (Lamium álbumj) llamado impropiamente ortiga (centro), tiene una flor que parece haber sido creada para recibir la visita de los abejorros.
La floración tiene lugar en noviembre y, al revés de la verdadera ortiga, el lamió no tiene pelos con líquidos que irriten la piel.
El néctar está profundamente oculto en el fondo del nectario, y sólo insectos que disponen de una larga trompa pueden alcanzarlo, en este caso, los abejorros. Ciertas mariposas poseen también una larga trompa; sin embargo, no visitan las flores del lamió. ¿Por qué? Porque sus alas rígidas serían un impedimento para introducirse entre los labios de la planta, cosa que el abejorro hace con facilidad.
Al realizar esto, el abejorro roza los estambres. Entonces se cubre de polen y deja, al mismo tiempo, sobre ese estigma, el polen de otra flor, visitada anteriormente. La polinización cruzada se asegura de tal modo. El mecanismo de dicha polinización aparece reproducido esquemáticamente (abajo, derecha) en otra flor.
Pero a veces estas flores que confían exclusivamente en los abejorros para la polinización pueden ser burladas. Ciertas abejas salvajes no consiguen alcanzar el néctar, porque poseen una trompa muy pequeña.
Entonces penetran en la flor por fractura (abajo, izquierda). Practican una abertura en el cáliz, en el sitio del néctar, y lo liban, sin haber cumplido una tarea útil
Existe, pues, entre las plantas citadas y los abejorros una verdadera simbiosis, una asociación que se basa en un servicio mutuo. El delito cometido por la abeja salvaje es una forma particular de parasitismo.